"Me gustan estas mañanas frías",
dijo el historiador en mi mesa,
los índices tapándose los labios
como rezando, buscando una taza de café.
Surgía, como aquel espía, de un frío
caluroso, pensando tal vez en deudas
no saldadas consigo mismo, frutos secos
de un ingenio mal restituído: a un tiempo
él bozal y mayoral. "Ya le pasaré
la cuenta", fue mi chiste diminuto.
Y el viejo y yo, leyendo a través
del vapor de la ventana, nos lanzamos,
riendo la ironía de la historia,
a las últimas migajas de nuestro pan.
5 de enero de 2019
Conocí al gran historiador cubano Manuel Moreno Fraginals (1920-2001) en Miami en 1996, aunque en realidad nos habían presentado en La Habana a fines de 1978, cuando visité como parte del llamado "Díálogo del Comité de los 75". En 1996 y en Miami mi deseo de volver a encontrarlo lo facilitó mi buena amiga la doctora Graziella Cruz-Taura, que lo conocía. Al año siguiente, en 1997, y a petición suya, lo acogí unos días en mi casa en Washington, D.C. donde yo ejercía de profesor. Desayunamos juntos una semana entera. Nunca he olvidado este, nuestro último encuentro.