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Poesía

'Jinetes en Hialeah' de Tennessee Williams

'El Sunshine Special te deposita bajo cielos rosa de papel de seda/ que tijeras de niñas cortarán en sonrisas de dientes jorobados y/ ojos triangulares./ Los recortes, en cadenetas sobre cables de teléfono, serán/ pisoteados bruscamente en el molote de la entrada.'

Hollywood

    

                                                       para Jay [Laughlin]

 

I

 

De noche los visillos corridos

                        son azul pálido en vez de verde

y profusos hidrantes sueltan tanta agua verde,

                        retozan y tararean

                        a veces dos en cada tina,

con blancas toallas de lino y paños espolvoreados de talco

en cabañas blanqueadas donde los jinetes hacen establo

                        en filas de a cinco,

                        la estación a la vista y al alcance del oído…

 

Y dondequiera, detrás de la seda inocente de las cortinas

en las casas de martillo, perfumados con agua de Florida,

            los gerentes dedican ciertos intervalos a los cómics,

absorbiendo caídas de fondillo con el proyectil cósmico,

el dominó malvado con pantalones de piel de leopardo…

 

Pero un oyente escucha,

            si expectante e inmóvil,

el tic infinitesimal de los filamentos del foco

            cambiando posiciones

            Mazdas de cincuenta vatios que entregan constantes espíritus blancos.

 

Y luego de un largo intervalo —¡cháchara,

            leves exclamaciones!

 

Sin poder diferenciar la sorpresa de la indignación,

            el ¡quita! del ¿podrías?

 

Oliendo tibias naranjas en el Loop de Chicago…

 

El Loop es la manera en que el cuervo planea

entre risas de niños y cohabitación ligera

descargas musicales y alcobas en el Blackstone

            (con focos que se mecen tan deliciosamente como tú

            ¡en un lugar que cae entre el diácono y el vudú!)

 

Pero, la Avenida Eléctrica no se detiene por ¡¡NaaaaaDIE!! —que no crea

que un número sale dos veces en un par de tiradas,

            ¡o piense que Dios ignora cuánto arriesga!

 

 

II

 

El Sunshine Special te deposita bajo cielos rosa de papel de seda

que tijeras de niñas cortarán en sonrisas de dientes jorobados y

            ojos triangulares.

Los recortes, en cadenetas sobre cables de teléfono, serán

pisoteados bruscamente en el molote de la entrada.

 

Y tú te detendrás a la salida de la estación de trenes

            pensando que oíste a alguien llamarte por tu nombre,

            lo cual es telepatía, pues—

            ¡el rostro de tu amor es blanco como el yeso!

                        Ha tomado veneno.

El cuerpo de bomberos fue convocado para revivirla.

 

Sus ropas recibieron manchas de hierba tras puestos de refrescos,

y el retrato de su hermano es

el de un marinero en Honolulu entre muchachas en hula-hula,

enmarcado en nomeolvides sobre el buró de marfil.

 

Su esencia es de Liggett, frasco de media onza, los colores

de eso que los mejicanos llaman refrescos y helados

vendidos entre muertes de toros los domingos.

 

Así también muere ella ocho veces entre sol y sombra

y es arrastrada por un tiro de caballos a través de la arena,

ocho veces revive y vuelve a la carga

contra tus banderilleros de ojos sanguinolentos.

 

¡Sus manos son como el hielo, te ha llamado dos veces!

 

¡Pero a las cinco en punto de una tarde azul holandés,

ella está fuera de peligro y tú fuera de Miami

con todo el coño gratis que hay en una tierra de abundancia!

 

Ah, pero tu victrola plateada,

que habló de tus pérdidas antes de que ella también fuera perdida,

que lamentó tu dolor antes de que también ella fuera lamentada –

            pesada, pesada cuelga sobre tu cabeza y tu corazón

¿y a quién encontrarás en San Juan de Letrán para redimirla?

 

III

 

De cualquier modo, ahora nos detuvimos en el cielo de los gerentes,

un pino solitario y sábanas limpias sin ninguna pregunta,

 

¡radios numerados como pájaros negros en el pastel del príncipe!

 

Siempre hay algo pasando en el lugar—

            semental en la sala

            pinochle en el porche del fondo,

algo sospechoso traqueteando y cantando allá arriba

            que según Daisy

            es una especie de artefacto eléctrico

para curar de malos hábitos a los gatos fisgones…

 

Mas, creer en el lujo no es necesariamente, ni aún probablemente,

            falta de dinamismo,

y muchísimos bebés que nunca fueron correctamente destetados del servicio

            de habitación del hotel Statler

todavía pueden hacer cantar, o sonar como cantos magníficos, canarios

            en camas de muelles,

al estar alambrados lo mismo para transmitir que para recibir

            corrientazos de esa cosa azul

            que es venida de la creación,

¡de las palomas de Afrodita o del carro de quien sea!

 

IV

 

El sol se reconcilia con ellos luego de una pelea tonta.

Bajo la falsa y degradada facha de chicas de revistas,

            ¡meridanos se MULTIPLICAN!

                        ¡Lo-co!

                        ¡Mueve el culo al desayuno!

 

La situación implica kimono de amapolas, intermitentemente abierto

            para refrescar a

Bob—

 

pero, más de ellos conocen de los que sospecharías que conocen

la conveniencia del faute-de-mieux

 

Y un atardecer lo cambia todo en un lugar.

Alguien se lustra los zapatos con decididos cepillazos.

Alguien busca en la cómoda algo

que a fin de cuentas no estaba allí,

            o que si está, no es del color y la talla exactos

            o resulta ser de otro modo una desagradable

            sorpresa.

Alguien piensa que es más rápido que el socio de alguien que es más grande

            y más bravo,

            ¡y allá van los dos

                        en la jaula de la fiana!

 

Sí, los atardeceres lo cambian todo en un lugar

            casi como el poema de un borracho antes que su rubita

grite —¡Camarero! ¡La cuenta! Nos marchamos…

Un soneto beodo, demasiado profundo para ser apreciado—

 

            ¡y la cama es ENORME!

 

Grande como un camión de bomberos, nos lanza a la modorra,

colgando de escaleras con bisagras de bronce y los ojos distantes…

 

 

 

The Jockeys at Hialeah

 

                                                         For J.

 

I

 

At night the drawn blinds

                        are light blue instead of green

and hydrants galore give issue to much green water,

                        tumble and hum

                        with sometimes two in a tub,

with white linen towels or white tissue sprinkled with talcum

in whitewashed cottages where jockeys are paddocked

                        five in a row,

                        in sight and sound of the depot…

 

And everywhere back of the innocent silk of the blinds

in the shotgun cottages, scented with Florida water,

            the hoptoads devote some intervals to the comics,

absorbing the prat-fall with the cosmic projectile,

the villainous domino with the leopard-skin drawers…

 

But a listener hears,

            if he is expectant and still,

the infinitesimal tick of filaments in light bulbs

            springing out of position,

            fifty-watt Mazdas giving up steady white ghosts.

 

And after long intervals —talk,

            subdued exclamations!

But couldn’t distinguish surprise from indignation,

            quit from will you?

 

Smelling hot oranges in the Loop of Chicago…

 

            The Loop is the way the crow flies

between kid’s giggles and lighthearted cohabitation,

between jam sessions and bedrooms at the Blackstone

            (with light bulbs that swing delightedly as you do,

            somewhere between archdeacons and the Voodoo!)

 

But Electric Avenue stops for NoooooBODY! —who doesn’t believe

one number comes twice in two throws,

            or thinks God’s ignorant of the chance He’s taking!

 

II

 

The Sunshine Special has deposited you under skies of pink tissue

   paper

which little girl’s scissors will cut into gap-toothed grins and

   triangular eyes.

The cutout sections, looped over telephone wires, will be irritably

brushed aside in the rush of entrances.

 

And you will stop short, coming out of the railroad depot

            thinking you heard your name called,

which is thought-transference, because—

            the face of your love is chalk-white!

                        She has taken poison.

The fire department has been called to revive her.

 

Her dresses collected grass stains after soft-drink parlors,

and her brother’s picture’s

a sailor between Hula girls in Honolulu,

framed in forget-me-nots on the ivory bureau.

 

Her scent is from Liggett’s, in half-ounce bottles, the colors

of what the Mexicans call refrescos y helados,

vended between the deaths of bulls on Sundays.

 

She dies likewise eight times between sol y sombra

and is hauled by a team of horses across an arena,

but eight times revives and comes back plunging again,

to meet your banderillos with bloodshed eyes.

 

Her hands are like ice and she has called for you twice!

 

But at five o’clock in the Dutch-blue afternoon,

she is out of danger and you are out of Miami

with all the free pussy there is in a land of plenty!

 

            Ah, but your silver victrola,

which talked of your losses before it was also lost,

which grieved for your grief before it was also grieved for—

            heavy, heavy hangs over your head and your heart,

and whom will you meet on San Juan de Latrene to redeem it?

 

III

 

Any how now we stopped at a hoptoad’s heaven,

one scrub pine and clean sheets without any questions,

 

radios numbered as blackbirds in the king’s pie!

 

Something all the time going on in the place—

            stud in the parlor,

                 pinochle on the back porch,

something suspiciously humming and rattling upstairs

            which Daisy explained

            was a kind of electric contrivance

for curing inquisitive cats of their bad habits…

 

But to believe in luxury isn’t necessarily nor even probably to lack

   dynamism,

and lots of babies who’ve never been properly weaned from Hotel

   Statler room service

can still make sing, or make like magnificent singing, canaries in

     bedsprings,

being wired to transmit equally well as to receive

            currents of that blue stuff

            which is come of creation,

the doves of Aphrodite’s or anyone’s car!

 

IV

 

The sun makes up with them after a silly quarrel.

Under the feigned and profaned look of magazine cuties,

                        Meridians BOOM!

                                       Coo-coo!

                                       Shag ass to breakfast!

 

The situation involves a poppy kimono, intermittently opened to cool

     off

Bob—

 

but more of them know than you would suspect of knowing

the faute-de-mieux convenience…

 

            And evening makes a difference in a place.

            Somebody buffs his shoes with a steady buff.

            Somebody looks in the chiffonier for something

which turns out not to be there,

            or if it is there, is not the right color or size,

            or proves in some other respect an unpleasant

                        surprise.

Somebody thinks he is quicker than somebody’s buddy who’s bigger

            and heigh-ho,

            off they both go

               in the Black Maria!

 

Yes, evening makes a difference in a place

            much like a drunkard’s poem before his blonde

calls —Waiter! Check! We’re leaving…

Bibulous sonnet, too deep for appreciation—

 

and bed’s ENORMOUS!

Big as a fire truck, rockets us to slumber,

hanging on brass-hinged ladders with faraway eyes…

 

 


Thomas Lanier "Tennessee" Williams III (Columbus, Mississippi, 1911-Nueva York, 1983). Es el autor de The Glass Menagerie (1944) y A Streetcar Named Desire (1947), entre otros clásicos del repertorio teatral norteamericano. Publicó dos volúmenes de poesía, In the Winter of the Cities (1956) y Androgyne, Mon Amour (1977). Este poemapertenece al primero de esos libros, y apareció originalmente en el número 9 (1946) de New Directions, la casa editora de James Laughlin. New Directions publicó en un tomo The Complete Poems of Tennessee Williams (2002).

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