Para Margaret Drew
Mi Sol de Muerte es al sol, inversamente,
lo que el gran sol del Cielo es a la altura,
en el calor violento,
cuando a los pies del sol Sirio descansa.
Mi Sol de Muerte es todo hondura, el Sol del Cielo,
solo altura y el aire del mundo todo yace
entre esos soles.
Ahora el Can se sienta al lado de mi túmulo
donde yazgo, el corazón en llamas. Los cinco perros sensoriales
ya no cazan ahora.
Porque tras el incendio del verano
de juventud y sus violentos Soles,
frente a mis propias venas, al parecer tan altas, las corrientes fluviales
del África y del Asia eran como arroyuelos
agotados, y el tiempo como fuego
había trocado el hueso en nudo de rubíes como los horizontes de la luz;
allende todos los estíos yace el botón de la peonía
de las venas, y los grandes peanes de la sangre,
la soberanía de la rosa.
Sin embargo, una vez creí mi lecho de amor mi túmulo, el más alto
sol del Cielo, la altura donde Sirio flamea,
y entonces lo creí Sol de la Muerte y que no había abajo hondura...
pero ahora sé
que aun los cazadores del corazón y de los cielos
deben al fin dormir.
The Song of Dido
To Margaret Drew
My sun of Death is to the deep reversedly
What the great Sun of Heaven is to the height
In the violent heat
When Sirius comes to lie at the sun’s feet.
My sun of Death is all depth, heaven’s Sun
All height, and the air of the whole world lies between
Those suns.
Now the only dog sits by my bier
Where I lie flaming from my heart. The five dogs of the senses
Are no more hunting now.
For after the conflagration of the summer
Of youth, and the violent Suns,
My veins of life that seemed so high, the pouring rivers
Of Africa and Asia were but brooks to them,
Were quenched, and Time like fire
Had changed the bone to knotted rubies like the horizons of the lights
Beyond all summers lies the peony bud
In the veins, and the great paeons of the blood,
The empery of the rose!
Yet once I had thought my bed of love my bier the highest
Sun of heaven, the height where Sirius is flaming,
And then I thought it Death’s Sun, and that there is no deep
Below... But I now know
That even the hunters in the heart and in the heaven
At last must sleep.
Edith Sitwell (Scarborough, 1892-Londres, 1969). Hija mayor de un excéntrico barón inglés, realizó una obra original y aristocrática en poesía y en prosa, como sus hermanos Osbert y Sacheverell, notables poetas y ensayistas. Desde su mirador aristocrático, los Sitwell observaron con desdén la estólida sociedad burguesa y se propusieron desafiarla con su arte imaginativo y refinado. De los tres, fue Edith la de obra más sólida en poesía, desde sus comienzos, en que prevalecían la fantasía y el humor, hasta su obra de madurez, llena de inquietud religiosa, y que en los años posteriores a la segunda conflagración mundial adoptó un tono de denuncia ante los horrores de la guerra y de exaltación del mundo natural, amenazado por la tecnología belicista, y del poder divino, invocado como en el caso de T. S. Eliot, con un fuerte sentido histórico, a partir del misterio de la encarnación de Cristo.
Esta traducción y el poema original aparecen en Pronunciamientos (Vaso Roto, México), poemas de varios poetas traducidos del inglés por Vicente Echerri y Manuel J. Santayana.