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Poesía

Forma de la nada

'Joel James Figarola (¿sombrero?, botas, guayabera), en la máxima claridad del día y quizás de sí mismo, me ha indicado una manera de poder descargarse.'

La Habana

 

Joel James Figarola (¿sombrero?, botas, guayabera), en la máxima claridad del día y quizás de sí mismo, me ha indicado una manera de poder descargarse.

Se trata de un movimiento. No torsión, movimiento armónico de los pies, (implicados los tobillos y en parte las rodillas, solo en parte), que llegan a curvarse de extraña manera para que pueda conseguirse, la posición clave, ideal.

Sucede en la loma de la calle Enramadas. En la misma acera hace las indicaciones mientras dábamos tiempo, esperábamos... Me ha hecho la indicación no, como podía esperarse, con su propio cuerpo. Los pies que veo emprender el extraño ejercicio son los míos. Pies de niña y no estos míos que alguien llamara "pies de palma".

Debo suponer que yo, acostada o recostada en la acera que está a cubierto por las paredes de las casas (el sol es fuerte, está en su cenit), consigo que mis pies (los veo alzarse levemente, los veo curvarse hasta un punto imposible, al sesgo, y luego enderezarse lentamente lentamente), consigo que ejecuten la acción, dibujen con exactitud el movimiento... ¡mis pies de palma!, mientras estamos a la espera, en  Enramadas. Plena calle.

El cuerpo al fin soltará su carga. Sabrá...

Pero luego no consigo saber dónde está Joel James. Dónde. Y me parece que no logro entender cómo ha sido posible pasar de modo imperceptible de esa sólida forma... a la nada.  Si estábamos esperando... él, ¿dónde se metió?, ¿qué se hizo? Nadie me ha podido explicar. No vi en él apuro ni ansiedad ni desasosiego ni temor. Serenidad total, incluso suavidad, afecto... pero sin pasión.

Así es como seguramente han de venir las almas de la muerte, según sea.

María Victoria James, en su casa, adonde llego no a preguntar por Joel James, su padre, sino a ojos vistas a compartir, a retomar el curso de nuestro viejo cariño..., va a colar un café.

Sentada en la sala, la mirada puesta en la calle, loma empinada, pero yendo aún más allá, a la montaña, al monte, a los caminos..., recuerdo lo fundamental: toda la ardua explicación de Joel James y el sentido final,  aligerarse, limpiarse, depurar... todo, lo aprendió (aprehendió) según me dijo, en el Blen blen blen de Chano Pozo.

 

18 de noviembre, 2007

 


Soleida Ríos nació en Santiago de Cuba en 1950. Sus últimos libros de poemas publicados son Escritos al revés (Letras Cubanas, La Habana, 2009) y Estrías (Premio de Poesía Nicolás Guillén, Letras Cubanas, La Habana, 2013). Autora también de libros de prosa narrativa, ha recopilado sueños suyos y ajenos en un par de volúmenes. Este poema pertenece a Estrías.

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