Dobla la cuadra,
algo brilla bajo tierra, una tierra bajo una capa
de cemento:
lo recoge, lo
reconoce miope a la altura de los ojos, lo nombra:
aguja o mejor alfiler y aun mejor alfiler de criandera,
mota con que la
madre se empolva
(yace boca arriba
en el tocador)
se transmuta: lo denomina alfiletero.
¿Y por qué no acerico? Lo horadado tiene intención.
La del pinchazo,
interjección, arrojar
unas sombras el
alfiler, prismas
argentados de
bisutería
(quincallería) lo
alza (denominado)
a lo largo de la
vertical del brazo
(cogido entre las
yemas del índice
y el pulgar) alfiler
que le fue deparado:
un
padre sastre, una madre remendona. Una familia
ahilada (deshilvanada)
entre los bandazos (de
la Historia): y una vez
más pregunta (teología
y retórica) que cuántos
ángeles caben de pie
en la punta de un alfiler
perdido en los espacios:
y oye
cual si Dios se transparentara responder que (oyó):
lo anota:
vuelve
a
doblar
la
cuadra,
algo
fulge,
se
inclina,
lo
alza
a
la
altura
de
la
mirada,
lo
contempla
en
espejo
de
mano,
tierra
desmoronada:
cemento
resquebrajado.
Palabras
sin
dicción
ni
posible
función:
dobló
la
cuadra,
nada
brilla,
no
lo
reconcilia,
no
suscita
el
ojo
del
alfiler
y
en
su
ojo
trabado
un
camello,
en
su
punta
un
ángel
declamatorio,
ángel de clarividencia por fin abrupto y tampoco.
José Kozer nació en La Habana, en 1940. Autor de una extensa obra poética, recibió en 2013 el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Este poema pertenece a un libro inédito.