El chalet suizo de Tony Judt
Hay cosas peores que la muerte,
dijiste sentado en tu
silla eléctrica y en ese mismo instante
te vi portando
una gorra de pelotero.
Por ejemplo:
1) perder la voz con que le hablas a tus hijos
2) pasarte, como pasas, siete horas insomne mientras tu cuerpo inerme contempla
la maquinita de tu inteligencia
inventar la próxima conferencia
3) sentirte duro el pene—
porque sigues viril, so cabrón—
y miras a la bailarina que es tu mujer
hacer plissés desnuda
frente al espejo
4) cagar —que no cagarte—
cagar y no poder limpiarte
5) oír en las noticias que este año hay más tráfico
que nunca en Saint Germain des Prés,
6) que la primavera se hace esperar demasiado
en los Kensington Gardens,
o que en el invierno que vendrá después
ya no podrás oler los maroni
de la venerable Viena
y sigues congelado en tu saleta.
Pero qué bueno Tony
que cada noche,
no importa las horas de tu insomnio,
visitas tu chalet suizo
y allí, sin que nada ni nadie ya te ayude,
distribuyes en cada espacio de esa casa—
las alcobas, el baño, un estante en la cocina,
el closet de Marthe la sirvienta,
las macetas turcas de tu patio—
como hormiga, como ardilla, como ratón de biblioteca,
las palabras que a la siguiente mañana,
pasada la tormenta del insomnio,
recoges para darlas
a la luz.
La partida
Para el Maestro Enrique Giordano, al fin jubilado
Cuando el espejo de tus ojos
salió a reflejar el mediodía
y las manzanas de Concepción
brotaron verdes,
fue que por fin supiste que tu hora
había llegado.
Bajarás por el río aquel,
ascenderás la cordillera,
darás el rodeo más ansiado
y entonces, sin entender,
verás por fin a tu hijo Claudio.
Date cuenta, querido:
acabas de nacer.
30 de agosto, 2014
Agua con patio
A la memoria de Fidel Torres
Tal parece que va llegando,
el que dice las buenas tardes
sin abrazo y abrigo al hombro
aunque disfruta de venir a vernos
y pronto va corriendo a la cocina.
Ahí va disparando sus desplantes,
ironías que cortan por lo sano.
Nuestro antídoto,
para el veneno que nos roe,
fue su nombre, haciéndonos notar
en sus visitas que en ese país hermano
todo el mundo es fratricida
y es mejor estar del otro lado.
No quiere irse este niño atribulado
del patio que lo ve chaqueta en mano
levantarse a buscar agua
para luego repartirla entre nosotros.
Un amigo se irá pero algo queda.
Porque grato es ser fiel
a la sed de los otros que acompañan.
Viernes Santo, 2015
Nota
Al historiador y ensayista, Tony Judt (1948-2010), nunca llegué a conocerlo personalmente. Pero nos carteamos varias veces y llegué a profesarle admiración por su lucidez y entereza moral. Murió víctima de síndrome de Lou Gehrig. En una entrevista hacia el final de sus días relató cómo a pesar de su parálisis podía recrear mentalmente y en detalle los planos físicos de cada uno de los cuartos de su chalet suizo, adonde distribuía personas y recuerdos.
Mi amigo, el poeta, dramaturgo y profesor chileno Enrique Giordano, acaba de jubilarse, luego de una distinguida carrera profesional, de la Universidad de Cincinnati y pronto regresará a vivir a su país.
En vida de Fidel Torres, mexicano de nacimiento, vecino mío de aquí en California, bromeamos sus amigos cubanos sobre su nombre a la hora de compartir risas, pan y agua.
Cómo pasa el tiempo.
Enrico Mario Santí nació en Santiago de Cuba en 1950. Junto a una extensa obra ensayística, ha publicado las más fiables ediciones anotadas o críticas de Octavio Paz, Guillermo Cabrera Infante, Pablo Neruda y Fernando Ortiz. Recogió sus poemas en Son peregrino (La Torre de Papel, Miami, 1995).
Otro poema suyo: Antonio Canales contesta una pregunta de W. B. Yeats.