Con esa habilidad discursiva que han debido desarrollar los humoristas cubanos en pugna con la censura (y que los hace casi poetas de la comedia) se presentó de nuevo en el Teatro Karl Marx El juicio final, una puesta dirigida por Osvaldo Doimeadiós, escrita por Miguel Moreno y actuada por ellos dos, más Carlos Gonzalvo ("Mentepollo"), Mario Pentón y Andrea Doimeadiós. De lo mejor del humor local.
La representación optó por el drama más que por el monólogo —cercanía del teatro que se extraña en la escena cómica en los últimos tiempos– y tuvo como leit motiv el tema de la basura. El conocido contenedor azul desbordado de desperdicios que ya va siendo parte integral de nuestro paisaje urbano, se colocó encima del escenario funcionando también como alerta de aquello que estamos normalizando.
Para un espectador avisado que asiste a esta clase de actos públicos que amenazan con la crítica política, parte del entretenimiento puede ser adivinar las disputas con los censores que ocurrirían detrás del telón antes de pasar un chiste, admirar la astucia con que los artistas se saldrían con la suya, celebrar no solo la risa sino también la victoria o lamentar la derrota.
Los humoristas cubanos se han hecho artistas de la palabra, pero sobre todo del silencio, el vacío colocado en momentos precisos para dejar que el público complete el chiste prohibido.
En el primer sketch, unos ladrones van a robar a una casa "según los canales establecidos", con el Código Penal y la Constitución en mano. El más viejo debe callar constantemente al pupilo, quien trata de evocar antecesores de su robo legal en funcionarios corruptos y hasta en los gobernantes de este país. Todos ríen, todos entienden, pero nada se dice en concreto.
Los chistes sobre comida, desde luego, abundaron. Es tema recurrente del humor cubano contemporáneo: se narró el guion de una película cuyo protagonista se llamaba Pan, se cantó una parodia de "Gracias a la vida" de Violeta Parra que, en este caso hablaba, de alimento.
Pero la basura era el tema recurrente. Este aparecía bien como centro del sketch, bien como alusión, preparando la viñeta última que es un juicio sobre el robo de basura y da título al espectáculo. Lo importante no fueron aquí los chistes anecdóticos sino el clímax semántico, el momento en que el juez dicta sentencia y acaba haciendo evidente el doble significado: "¿Cómo es posible que hayamos caído en esta basura y cómo se puede salir de tanta basura?", se pregunta el personaje mirando al público. Tampoco dejan sin sanción a la censura misma: "cuando la gente se pone a hablar basura, internet no funciona", recuerdan.
A pesar del precio (250 pesos) de la entrada, las plateas del teatro estuvieron repletas los tres días, y seguramente así ocurrirá en próximas funciones. Si los dejan.
Los humoristas cubanos han sido importantes, pero tambien han sido complices en tanto el humor y la velada critica se usan como estrategia de catarsis por los ideologos y la policia politica. en ese sentido, tambien son parte del circo. nos estamos "riendo" de nuestros problemas, pero sin dar el siguiente paso logico que ya no es tan gracioso., y por eso los problemas, o el problema, sigue ahi.