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Música

Robert Gasper y 'Jazz Emprende' en la Fábrica de Arte Cubano

La Fábrica de Arte Cubano no es el lugar ideal para el jazz. Sin embargo, la actuación de estos grandes músicos venció cualquier contrariedad.

La Habana
Robert Gasper al piano.
Robert Gasper al piano. Shutterstock

Cerrando las celebraciones por el Mes de la Historia Afroamericana, se presentó el jueves en La Habana el multipremiado pianista Robert Gasper en la Fábrica de Arte Cubano. La comparecencia  formó parte también del fin del evento "Jazz Emprende", una iniciativa que mezcla el interés por el mercado de la música de algunos emprendimientos cubanos y el jazz y que durante los días del 27 al 29 de febrero ofreció conferencias y talleres en la Fábrica.  

La capacidad de convocatoria de esta nueva iniciativa, ideada por el baterista Ruly Herrera y  Martha Deus, CEO de Negolution, parece notable: además de la participación de importantes nombres en el evento teórico, el día 29 fue capaz de sumar a músicos cubanos de primera línea como  Yasek Manzano y Aldo López Gavilán, Roberto Fonseca, etc.

La Fábrica no es el lugar ideal para el jazz. La Nave 3 quizás sea su espacio más reposado, con  sus sillas y escenario, pero incluso ahí conspiran contra la concentración  dos paredes abiertas, la barra, el tránsito de las personas, la caja de sonidos de un DJ que, en otra sala allá abajo y por los extraños caminos del sonido, se siente vibrar en ciertas zonas del piso de la Nave. Sin embargo (y pese a cierto desperfecto también de la referencia del piano), la actuación de estos grandes músicos venció cualquier contrariedad. La precisión de Manzano en su trompeta, que gusta de los gestos mínimos y la melodía muy limpia, el homenaje de Aldito a los orígenes del jazz en Nueva Orleans, acompañado de Ruly Herrera en la batería y un excelente apoyo de metales, sobrepasaron cualquier desperfecto espacial.  

A la Nave 4, cuyo concepto de plataforma alta estimula el baile y las emociones fuertes, fue destinado Roberto Fonseca y su grupo, quien una vez más demostró su versatilidad y capacidad de adaptación. El piano melancólico distraía a los oyentes (de los cuales algunos se encontrarían por primera vez con el jazz), de manera que el concierto fue concebido con ritmos de la música popular bailable cubana que sonaron como un viejo y preciso disco con improvisaciones modernas. Hubo de todo: son, chachachá, mambo, también homenajes al jazz americano. Los cuatro metales que lo acompañaban (dos trompetas y dos saxos) no pocas veces recordaron a una jazz band. Uno podía sentir que no había mejor manera de interpretar la música popular cubana que aquella de Fonseca.

Cuando acabó este espectáculo, extrañamente cerraron la Nave 4 y pronto entendimos que ejecutaban el cambio de equipos porque Robert Gasper había traído los suyos propios y quería pruebas de sonido intachables. A pesar de la hora, los precios, el trasporte, un grupo de conocedores podía encontrarse esperando con ansiedad en la entrada. Uno podía tropezar, incluso, con el verdadero entusiasmo. 

"Es como un sueño hecho realidad", decía un joven baterista que iba de primero. 

"Esto va a ser una escuela de muchas cosas: de sonido, de música", añadía. 

También habían conseguido llegar hasta el lugar algunos raperos interesados en la larga historia de Glasper como amigo del género. Después de una sesión del DJ Jahi Lake, de lo mejor de Nueva York, el esperado artista se sentó frente a los pianos para ofrecer un espectáculo difícil, experimental, donde fusionó la música electrónica con el rhythm and blues, el hip hop, el jazz, de una manera en la que el piano evitaba las ejecuciones aparatosas o extendidas y se limitaba a jugar (o interpretar) las sonoridades del beat que marcaba el DJ o la batería. La idea fue mucho más rítmica que melódica, como redoblando la apuesta del jazz moderno. Sin dudas, una novedad para los conceptos que se manejan en la Isla, tanto de la parte de la música improvisada como del hip hop y la electrónica y una "escuela", como vaticinó el joven músico de la entrada. Las interpretaciones de los músicos acompañantes, a quienes se les dio más espacio para improvisar —dos bajos eléctricos y una batería—, fueron excelentes.

Es una lástima que las circunstancias económicas y políticas no ayudaran a completar la felicidad: mientras los precios de La Fábrica suben a ritmo de inflación, el horror del transporte seguramente impidió llegar a muchos interesados. En las afueras del lugar, había dos hileras de carros: una para conseguir la poca gasolina que quedaba minutos antes del tarifazo y otra de taxis que en la actualidad cobran el doble de lo que costaba hace unos años cualquier trayecto (en su equivalente en dólares).

El Mes de la Historia Afroamericana es una celebración estadounidense que la embajada del mismo país traslada a La Habana. Este año se comprobó una mayor incidencia en espacios públicos culturales de la ciudad e instituciones, así como mayor patrocinio al emergente sector privado.

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