Richard Somonte y Julio Llopiz-Casal no se conocieron en Cuba, a pesar de compartir la pasión creativa y un montón de amigos. Nunca coincidieron hasta que ambos estuvieron en Madrid. La conexión fue tal que, a pesar de tener un trabajo artístico tan diferente, el domingo 17 inauguran una exposición bipersonal a la que decidieron llamar Normalmente.
Somonte, con un trabajo inclinado a la pintura, cuenta que esta es una colaboración rara porque la obra de Llopiz-Casal y la suya son bastante diferentes en cuanto a los medios.
Normalmente se compone de pinturas de Somonte, instalaciones de Llopiz-Casal y un espacio para proyecciones en video.
El trabajo de Llopiz-Casal tiene que ver con uno de sus focos de interés como artista, que es la obsolescencia de los soportes de almacenamiento de información: casetes, DHS, disquetes, flopies, memorias flash, tarjetas SD. "Yo me sentí superhonrado porque respeto mucho el trabajo de Richard, sobre todo porque él pinta. Mi trabajo no suele tener que ver con la pintura y me interesaba el contraste", afirma.
"Yo armo instalaciones de pequeños formatos y voy contando cosas que tienen que ver con la memoria, que es una de mis grandes obsesiones. Venimos de Cuba, un país donde la memoria es algo bien complejo y vilipendiado, y a mí me gusta homenajearla día a día. Y una de las maneras de homenajearla es hacer obras que tengan que ver con la memoria".
Julio se parece al título de la exposición. El creador de 39 años dice que Normalmente debe su nombre "al gran clásico del reparto cubano".
El artista visual lleva cerca de un año en la capital española. Su trabajo en Cuba fue muchas veces motivo de persecución y represión. Ahora, asentado en Madrid, trabaja por hacerse un espacio entre los creadores.
"Lo más difícil de ser artista es que siempre es complicado integrarse a un contexto nuevo, donde los matices y las características del arte suelen ser otras, independientemente de que el arte es uno. Estamos viviendo en una nueva realidad, hay que pagar las cuentas, hay que aprender muchas cosas que son pan comido en el mundo real, y los cubanos estamos en pañales cuando llegamos".
Somente, que lleva cinco años en la diáspora, añade que al llegar a un lugar nuevo se requiere tiempo de adaptación. "En ese tiempo te pierdes de lo que se está haciendo en Cuba y de lo que se está haciendo aquí a la misma vez. Si ahora lo que hacen los artistas cubanos tiene más visibilidad, creo que tiene que ver con el tiempo que lleva parte del colectivo".
Junto a lo anterior ambos artistas coinciden en que la fundamental ganancia que tienen los creadores al llegar es estar abiertos a un universo de posibilidades materiales que en Cuba no tenían.
"En otro sentido también es complejo porque en el tema político en Cuba hay ciertos prejuicios y presiones que hacen que se cree con cierta tensión. Pero yo soy optimista al respecto, yo creo que estamos en ese momento inicial, de reinvención, de pasión. Está el distrito de Carabanchel, donde hay muchísimos artistas y estudios. Lo están gozando. Yo creo que estamos viviendo un momento donde hay entusiasmo. El entusiasmo es bueno, independientemente de que también es importante no tirarse de clavado en el entusiasmo, porque hacer arte es complicado".