De entre los rincones de El Vedado ninguno es tan frecuentado como la esquina de L y 23. Ambas calles constituyen arterias importantes de este barrio, el más metropolitano de La Habana moderna. Han sido por tanto rutas obligadas de varias líneas de transporte público, incluyendo el tranvía, que antaño circuló por 23. Junto a Línea, esta vía es el segundo enlace fundamental que corre en paralelo al mar comunicando Centro Habana, Vedado y Playa a través del río; para lo cual se le construyó el puente de hormigón armado más importante de la capital, el puente de Asbert o Almendares (1908-1911).
En su recorrido, la calle 23 ha conectado varios edificios culturales, recreativos y comerciales, y no pocos palacetes que en la segunda mitad del siglo XX ocuparon funciones públicas. El Hotel Nacional, la funeraria Caballero, el Pabellón Cuba, el conjunto Radiocentro, el preuniversitario de El Vedado, el Ten Cent y el Buró de Investigación, son algunos de los que durante el último siglo fueron ocupando esta vía junto a ministerios, bancos, restaurantes, cines e iglesias. Por su parte, la calle L tiene un extremo en la fachada principal de la Universidad de La Habana, y desciende hacia el mar pasando por hoteles, restaurantes y edificios de apartamentos como el López Serrano, joya del art déco cubano; para terminar junto a la embajada de los Estados Unidos de América.
La intersección de ambas calles es un nodo fundamental, un hervidero de transeúntes y vehículos con destino a los múltiples puntos de interés que ocupan la zona. Pero todo comenzó en el siglo XIX, cuando los alrededores estaban muy poco urbanizados. Justo en dicha esquina, en la manzana definida por las calles L, K, 23 y 21, se construyó el primer hospital de pabellones de la ciudad, Nuestra Señora de las Mercedes (1880-1886).
Más conocido como Reina Mercedes, era institucionalmente continuación del primer hospital habanero, el San Felipe y Santiago (1597-1599) fundado en el terreno del actual parque San Juan de Dios del centro histórico. A finales del XIX se recolocó en el nuevo barrio de El Vedado, donde podía disfrutar de mayor amplitud y mejores condiciones higiénicas. Incorporó en su diseño el modelo inglés de hospitales modernos que separaba en pabellones las distintas especialidades o departamentos, por lo cual se desplegó en toda la manzana ocupando diferentes estructuras con espacios ajardinados intermedios.
Su fachada principal daba a la calle L, donde tenía un acceso semicircular de vehículos y una entrada porticada. A pesar de la concepción neoclásica de los distintos pabellones, tenía un sello particular en la forma ojival de sus ventanas. Se dice que en 1899, acogió la primera escuela oficial de enfermeras y que, en 1907, fue la primera institución médica cubana en incorporar un departamento de rayos X, rayos Finsen y radio.
Entre 1945 y 1947 se construyó frente al hospital, por la calle L, el edificio Radiocentro, una obra que tampoco tenía precedente en el país. En este caso incluía un gran complejo cultural con una enorme sala de cine, varios estudios de radio y televisión, una torre de oficinas y múltiples locales comerciales de renta en la planta baja. La sala de cine Warner, hoy Yara, con capacidad para 1.650 espectadores sigue siendo la más grande e importante de la capital. Su construcción significó un punto de inflexión, tanto a nivel cultural como arquitectónico. Fue el arranque del gran movimiento cultural que en lo adelante identificó el tramo de La Rampa, extendido a la Avenida 23 con la construcción de los cines Rampa, Riviera, Atlantic (luego Chaplin) y 23 y 12.
Radiocentro fue obra de los arquitectos cubanos Emilio del Junto, Miguel Gastón y Martín Domínguez, quienes incorporaron los preceptos de la arquitectura racionalista a gran escala, en un complejo definido por distintos volúmenes autónomos que marcan las funciones que involucran. Necesitó por su altura un permiso especial, ya que transgredía las regulaciones de la época. Una vez terminado se convirtió en un ícono de la arquitectura moderna habanera, en un hito urbano y en un referente para el diseño de las nuevas salas de cine de la ciudad. Fue Medalla de Oro del Colegio de Arquitectos en 1950.
La sala Warner, destacó por la belleza de sus formas puras, por el contraste de color y textura de sus fachadas a L y 23, por la rampa lateral y la marquesina ondulada que la cubre y enlaza de manera continua con los comercios que se prolongan hacia la torre, por la galería acristalada que fue oficina bancaria y hoy es espacio de exposición, y muy particularmente por la marquesina perforada por puntos de luz que parten desde el vestíbulo, solución recurrente en salas de cine posteriores.
Por su ubicación contribuyó sobremanera a la incorporación de este lenguaje estético en la capital. Fue un grito de modernidad que no pasó desapercibido y revolucionó la Facultad de Arquitectura situada entonces a unos pocos metros, en el campus de la Universidad de La Habana.
Entre 1954 y 1958, la manzana opuesta al hospital se ocupó con el hotel Havana Hilton (hoy Habana Libre). Proyectado por Welton Beckett y Asociados, contó con la dirección facultativa de los arquitectos cubanos Nicolás Arroyo y Gabriela Menéndez. Este edificio es reconocido como uno de los íconos de la arquitectura hotelera de la década del 50, a pesar de las modificaciones implementadas durante la rehabilitación de 1994, y es sin duda una de las torres más notables del perfil de la ciudad. Tiene el encanto de haber conjugado armoniosamente arte y arquitectura, siendo muchas veces identificado por el gran mural cerámico de Amelia Peláez, Frutas cubanas, que distingue la fachada de la calle L.
La cuarta esquina, la opuesta al cine, nunca ha estado ocupada por un edificio relevante. Sin embargo, reconociendo la importancia de la intersección, los allí construidos siempre han girado su entrada principal hacia la esquina, marcando la voluntad de pertenecer, y de ser visible y accesible desde ambos lados.
Finalmente y por si fuera poco, la última gran transformación en este nodo, le otorgó otro de los edificios icónicos de la capital, ya que en 1957 el hospital se trasladó hacia otro sitio, dejando disponible el terreno cuando los pabellones fueron demolidos en 1958. En su nueva ubicación pasó a llamarse Hospital Clínico Quirúrgico Docente Comandante Manuel Fajardo, a partir de 1961.
En 1966, en su lote se construyó la Heladería Coppelia, la primera de las tantas existentes en el país. Sin embargo, ninguna iguala su belleza, dada por la singularidad de su forma y estructura que le ha ganado el mote de Catedral del Helado. El diseño de Mario Girona goza de la fluidez y transparencia de varios espacios circulares protegidos por una gran cubierta sostenida por pilares y arbotantes que le dan esa visión tan especial desde el aire. Al interior la protagonista es, sin dudas, la escalera helicoidal de terrazo, así como las mamparas de vidrios de colores que dividen las estancias, todo ello inmerso en un espacio ajardinado donde se abren áreas de consumición al aire libre.
Probablemente 23 y L sea una de las esquinas habaneras más transitadas, más visitadas y más observadas durante las largas colas de helado y cine.
Gracias Yaneli, siempre pendiente de tus cronicas.
Gracias a Yaneli Leal por esta crónica. El cine Warner casi de inmediato fue rebautizado como Radiocentro y así se le conocía en la década de los 50. Allí se exhibían películas coincidiendo con estrenos en EEUU, y era además teatro. La programación consistía en una puesta ligera (bailes, comedias, canto), animados, más la película principal. Fue allí donde se exhibió por primera vez en América Latina Esto es Cinerama, que para la época tenía tecnología de punta con sus tres cámaras de proyección y audio, y hubo que readaptar a ello la sala. Recuerdo haber visto allí Las Siete Maravillas del Mundo, un espectáculo fabuloso. Antes se habían exhibido películas especialmente realizadas en 3D para lo cual se les repartían unos espejuelitos de cartón a los espectadores que --decían--permitía ver las imágenes saliendo de pantalla, pero yo nunca las vi salir y fue frustrante la experiencia.
El nombre original del cine no era Warner sino Wagner. Después le quitaron ese nombre, al parecer, porque Wagner era el músico predilecto de Hitler, y lo nombraron Radiocentro. Llegó la " robolución", se robó todos los cines y al Radiocentro lo nombraron Yara.
La " Catedral de Helado " está con su cerca rota y baches en sus aceras,prácticamente carece de baños para el público. No se hable de la emblemática "Carreta" hecha una porqueria y si le agregamos el adefesio gigante producto del lavado de dinero de la junta verdeolivo,podemos decir sin duda:" 23 ha muerto "....
Catedral del Helado sería en sus inicios, porque tengo entendido que ahora la variedad es bien pobre y de poca calidad.
Nosotros fuimos casi al principio de su inauguración, un día entre semana, aún no se formaban esas colas interminables y ciertamente la carta era muy buena y aún no se había puesto eso de: solo una especialidad y un helado.
Y he oído que si te ponen con el helado un vaso de agua hay que tener cuidado porque se puede uno quemar.