"Hacer humor en Cuba es una tarea difícil porque, sobre todo en los medios tradicionales, la censura es muy fuerte. Una de las cosas que nos prohibían en la televisión cubana era hablar del término censura. Hasta la palabra censura estaba censurada", dijo en el programa de DIARIO DE CUBA Los Puntos a las Íes el director y guionista cubano Iván Camejo.
"En Cuba tenías que explicarles los chistes a los asesores, y la explicación solía ser peor que el propio chiste. En ocasiones, después de que las cosas ya estaban grabadas había que cambiarlas porque podía considerarse crítica a algo que había dicho Fidel Castro en un discurso posterior a la grabación. La censura de los medios se opera desde el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido, y la de los teatros o festivales las ejecutaban oficiales de la inteligencia... llamarle inteligencia a aquello era bastante optimista".
En los años 90, a juicio de Camejo, se vivió una época de oro del humor cubano. El teatro en Cuba tenía más libertad por ser un medio subestimado, por no llegar a gran cantidad de personas como era el caso de la radio, la prensa y la televisión. En ese sentido, el Festival Aquelarre del humor de 1993 se convirtió en un fenómeno masivo. La gente acudía a hacer catarsis con los comentarios de muchos humoristas, que eran los mismos que ellos no se atrevían a decir".
"A finales de los 80, principios de los 90 hubo un movimiento muy importante de humoristas egresados, la mayoría, de las universidades, que logró hacer cosas muy interesantes y polémicas. Eso fue debilitándose con el tiempo, mucha gente se fue del país o empezó a trabajar en otras cosas. En un gobierno totalitario sabes que cualquier crítica que se haga desde el humor se debe a una mala gestión del gobierno, que es quien controla todo, por eso lo primero que desapareció de los medios fue el humor político", comentó Camejo.
El guionista de radio y televisión cubano Ramón Fernández Larrea también recordó la época dorada del humor en Cuba, cuando la parodia se convirtió en una válvula de escape para los cubanos durante la crisis de los 90.
"En los años 90 se hizo un humor inteligente, la gente iba a escuchar burlarse de lo que ellos querían burlarse también, y había una complicidad. Lo único bueno que tiene hacer humor en Cuba actualmente, si lo puedes hacer, es que sabes que digas lo que digas vas a tener referencias porque todo el mundo ha sentido eso que tu estás diciendo. Para hacer buen humor es importante tener referencias".
"Los gobiernos totalitarios quieren que tu verdad se quede en ti, que no la compartas, porque entonces se hace peligrosa; sospechan que todos los demás piensan como tú y les da mucho miedo. Además, los gobernantes le tienen miedo al ridículo, súmale al autoritarismo el machismo de los que han dirigido Cuba, que no aguantan burlas porque se acomplejan".
La emigración en Cuba por la crisis sistémica en el país es un fenómeno que ha vaciado muchos sectores en la Isla, entre ellos los del arte y el humor. "Ahora mismo en Cuba la actividad humorística está bastante deprimida si la comparamos con la de hace cuatro años. Gran parte del éxodo de los humoristas se debe a que no hay trabajo. Eso sí, se hace un humor muy bueno en la Mesa Redonda y en la Asamblea Nacional del Poder Popular, con esa gente no hay quien compita", dice entre risas Camejo.
Para el humorista Adrián Más, quien triunfa en redes sociales con su personaje Díaz-Chanel, el humor es la forma más directa e inmediata que tienen los cubanos para denunciar la realidad que se vive en la Isla. "Una vez, Álvarez Guedes me dijo que el humor es la espada de Damocles más certera que tenemos los cubanos para denunciar y mostrar la realidad".
"El Gobierno cubano es muy risible, son difíciles de superar. A veces me pregunto cómo recrear una escena de una manera que de más risa de la que ellos provocan por sí mismos. Es complicadísimo, ellos hacen un humor crudo que es difícil de parodiar, porque ellos ya son una parodia".
Sobre el dilema de los límites al humor, Camejo opinó que primero hay que aprender a reírse de uno mismo para poder hacer humor de todo lo demás. "A mí nunca me ha gustado ponerle límites al humor. Pienso, por ejemplo, en la revista francesa Charlie Hebdo, que es una de las que ha llevado la libertad del humor a los grandes extremos, incluso fue capaz de satirizarse a sí misma después del ataque terrorista que dejó varios fallecidos entre sus miembros. Hay que tener una superioridad intelectual y un nivel de libertad muy grande para ver no solamente al mundo como un objeto risible, sino también a ti mismo".