En 1971 el poeta Heberto Padilla fue detenido y acusado de actividades contrarrevolucionarias. Tras un mes en manos de la Seguridad del Estado, Padilla fue puesto en libertad, e inmediatamente protagonizó un acto de autoinculpación que marcó un antes y un después en la relación de la Revolución con los intelectuales cubanos. La filmación de su discurso permaneció oculta durante más de medio siglo. Ahora han salido a la luz fragmentos de los que sucedió esa noche a través de una película del cineasta Pavel Giroud y una publicación del escritor y traductor Jorge Ferrer en su blog.
A raíz de esta publicación nos preguntamos: ¿qué tipo de responsabilidad habría que tener con esos archivos de cara a la reconstrucción de la memoria histórica de Cuba? ¿Puede existir una política estatal de apertura de archivos? ¿Debería existir alguna regulación sobre la retención o propiedad de esos documentos?, y lo analizamos en Los Puntos a Las Íes con el escritor y traductor Jorge Ferrer, y el también escritor y director del proyecto La Incubadora, Carlos Aguilera.
"No creo que pueda darse ahora una apertura de archivos en Cuba, más bien lo contrario. Probablemente la revelación de estos materiales del caso Padilla hará que [los funcionarios] sean más celosos en la custodia de estos archivos. Es curioso que incluso documentos fílmicos que fueron concebidos como actos públicos hayan permanecido guardaos durante todo este tiempo", dijo Ferrer.
Para el escritor, la revelación de parte de este archivo no ha cambiado la memoria que ya se tenía de este caso. "A veces sobrevaloramos el poder de los archivos, el texto de la locución de Padilla ya lo conocíamos. Sabíamos perfectamente que Padilla en ese acto se había mimetizado en el dictador Fidel Castro. No habíamos visto las gotas de sudor y el brazo a 90 grados, a la manera de Fidel. Está bien verlo, pero no ha sucedido nada extraordinario después de su publicación".
Lo que sí ha demostrado esta publicación, para Ferrer, es que la querella por la memoria está viva en Cuba. Hay un interés tremendo, sobre todo en generaciones jóvenes, que descubren la dimensión del terror a la que fue sometida la generación de sus padres. Eso es fabuloso porque lo que suceda con la memoria en una Cuba postcastrista es un asunto crucial, habla de la manera en la que trataremos el pasado cuando haya un futuro".
Carlos Aguilera, por su parte, opinó que el derecho a acceder a los archivos fortalecería a la sociedad civil en Cuba. "Solo así se podrá completar algo que la Revolución, en todos estos años, se ha encargado de destruir de forma muy eficiente".
"Hasta que no se disuelva todo ese gran aparato nefasto que es el Estado cubano, no podrá salir a flote todo lo que hay guardado. Desde nuestra posición actual es imposible saber el volumen que tiene todo esto, pero estimamos que es enorme. Estamos hablando de un país que ha estado secuestrado durante 60 años por la Seguridad del Estado".
A pesar de que el Estado cubano es el gran castrador de estos archivos, Ferrer exhortó a no atribuirle toda la responsabilidad, si de construir memoria histórica se trata. "La memoria no solo se construye a partir del archivo secuestrado, es una labor de todos. Me vienen a la mente, por ejemplo, proyectos estupendos que se han hecho con la memoria del exilio político cubano, principalmente en Miami, a lo largo de los años".
"Nosotros somos los primeros depositarios de la memoria y los que deberíamos construirla y trasladarla. Contra la memoria lucha el Estado, pero contra la memoria también lucha un animal más peligroso que es el olvido, y los cubanos estamos llenos de olvido", dijo Ferrer.
Sobre la existencia de una regulación de propiedad o retención de este tipo de documentos, tanto Ferrer como Aguilera opinan que, aunque ciertamente es algo imprescindible, se trata de una conversación futura que está ligada al desplome del Gobierno cubano.
