La artista plástica cubana Carmen Herrera, cuyas pinturas de colores radiantes y formas geométricas pasaron inadvertidas por décadas antes de que se volviera una sensación en el mundo del arte, falleció este fin de semana en la ciudad de Nueva York a sus 106 años de edad, informó AP.
Fue el artista Antonio Bechara quien confirmó al diario The New York Times que Herrera falleció en su casa en Manhattan el sábado, aunque no precisó las causas.
Aunque actualmente las pinturas de Herrera, composiciones minimalistas llenas de líneas rectas, formas y color, se pueden encontrar en colecciones permanentes de importantes museos incluyendo el Museo Whitney de Arte Estadounidense en Nueva York y el Tate Modern en Londres, no fue hasta sus 89 años de edad, en 2004, que vendió su primera obra.
"El meollo de la pintura de Carmen Herrera es un impulso por la simplicidad formal y un sentido impresionante del color", dijo sobre la cubana la Galería Lisson con sede en Londres.
“Una maestra de las líneas marcadas y planos cromáticos contrastantes, Herrera crea simetría, asimetría y una variedad infinita de movimiento, ritmo y tensión espacial en el lienzo”, añadió la entidad.
En el año 2009 el precio de una obra de arte de Herrera, pionera de la abstracción geométrica y del modernismo latinoamericano, rondaba los 50 mil dólares, sin embargo, cinco años después sus obras se vendían en más del triple.
Herrera decía que pintaba porque tenía que hacerlo. "Es una compulsión que también me da placer. Nunca en mi vida tuve idea del dinero y pensaba que la fama era una cosa muy vulgar... y al final de mi vida estoy recibiendo mucho reconocimiento, para mi sorpresa y mi placer", afirmó en una entrevista de 2009.
Herrera nació en La Habana en 1915. Era hija de uno de los editores fundadores del diario cubano El Mundo, Antonio Xavier Herrera, y su madre, Carmen Nieto, era reportera del propio medio.
Estudió arquitectura en una universidad de La Habana y viajaba frecuentemente entre Cuba y París durante las décadas de 1930 y 1940.
Hizo prácticas en la Liga de Estudiantes de Arte en Nueva York, a donde se mudó a mediados de la década de 1950 después de casarse con Jesse Lowenthal, un profesor de literatura en la secundaria Stuyvesant.
Trabajar como artista femenina en Estados Unidos tras la guerra fue un reto difícil, recordó en una entrevista a The Observer en 2010: "La gente no estaba lista para recibir mi trabajo".
Herrera recordaba cómo un galerista de vanguardia en Nueva York le dijo descaradamente: "Carmen, tú puedes pintar círculos alrededor de los hombres artistas que tengo, pero no te daré una exhibición porque eres una mujer".
Pero ser una artista desconocida tuvo sus ventajas, dijo, pues significaba que podía trabajar para complacerse a ella y a nadie más.
A finales de la década del 2000, tuvo exposiciones en solitario en el Museo Pfalzgalerie Kaiserslautern de Alemania y la Galería Ikon de Birmingham, Inglaterra. Una década antes expuso en el Museo del Barrio en Nueva York.
El arte de Herrera también se puede encontrar en muchos otros museos incluyendo el Museo Hirshhorn y el Museo Smithsonian de Arte Estadounidense en Washington, así como el Centro de Arte Walker en Minneapolis.
Herrera fue lo que Alicia Alonso pudo ser si hubiera sido mejor persona, y por supuesto mejor cubana, pero otro factor es que Herrera era una mujer con clase--lo de Alonso era mucho más pose de gran señora. En resumen de cuentas, aunque tardó en triunfar, a Herrera le vino bien haberse ido al extranjero, pues en la Cuba castrista su arte nunca hubiera llegado a nada, ya que era abstracción pura que no servía para propaganda. Me recuerda el triste caso de Raúl Martínez, que era un pintor abstracto muy bueno y tuvo que pervertir y vulgarizar su obra para ser "relevante" y "revolucionario." Herrera inspira inmenso respeto. QEPD.