El pensador y ensayista Emilio Ichikawa (1962-2021) dejó el mundo el lunes en Miami luego de varias semanas en cuidado intensivo a causa del Covid-19. Muchos de sus amigos llegamos tarde a la noticia. Desde luego, decir pensamiento me lleva irrevocablemente a Ichikawa, un amigo entrañable, a quien tuve la suerte de tener de interlocutor por más de una década. A él también le debo la publicación de mi primer texto, pero también algo más: la convicción de que el pensamiento es la tarea más alta de quienes afirman la pasión de comprender la naturaleza de las cosas.
Ichikawa fue profesor en la Facultad de Filosofía de La Universidad de la Habana, pero su escritura lo define como un filósofo salvaje, extraño a cualquier autoridad disciplinaria propia de los claustros universitarios. En este sentido, fue quizás el único pensador cubano digno de portar ese rótulo: un auténtico pensador. Y en tanto tal, permaneció hasta el final como un olvidado. Como toda inteligencia verdadera, rechazó la fama y desistió a postularse a los roles divulgados por la maquinaria social (por eso admiraba el apotegma de Vargas Vila: "La sociedad no es más que la producción de excremento"). En efecto, en los últimos años se retiró del manicomio de la geopolítica cubana en su casa de campo en Homestead. Así, su figura encarnó la soledad extrema de una inteligencia que no pactaba con las piedades de una comunidad incapaz de acoger en su interior los disensos y las estrías de la razón.
De todos sus libros, es importante resaltar Everglades (Letra Capital, 2009), un largo poema mítico-filosófico que probablemente sea la obra más importante que se haya escrito en castellano sobre la geografía de la Florida. Este libro pasó desapercibido por la comunidad de lectores y hoy permanece completamente desconocido. Ese intento fallido por erigir un mito fuera de la historia recoge una verdad para la época: a saber, que más que causas políticas, necesitamos nuevas geografías para habitar el páramo del presente. Es de esta manera que podemos entender su retiro, casi monástico, en una zona rural, fuera del ruido altisonante de la metrópoli. Escapar al campo: asomar la cabeza al cielo para dar paso a la imaginación. Sabemos que la imposibilidad de morar el mundo fue el gran dilema de Friedrich Hölderlin, lo cual lo llevó literalmente a la locura en su torre de Tubinga. Pero si para Hölderlin la locura se manifestó como el sobrevenido de la imposibilidad de mediar poesía y vida; para Ichikawa, el pensamiento solo podía efectuarse fuera y contra la mala fe de una comunidad organizada desde los presupuestos de la hostilidad política.
En su retiro del mundo mediático e intelectual (me repitió en varias ocasiones que él ahora ya no era un profesor, sino un "clemente trabajador" en una fábrica de lanchas), Ichikawa fue fiel a la única noción de exilio que vale la pena defender: la de phygé neoplatónica, en la que el exilio se autoconstituye como retirada de la comunidad para comenzar a vivir una vida sin las prórrogas con las que nos hemos abonado a la miseria histórica. En este sentido, el vórtice poético del pensamiento de Ichikawa se sitúa bajo la ilegibilidad de la phygé, que es condición fugitiva de quien ya no se interesa por rivalizar en el coto de caza de depredadores y siervos. Ahora podemos ver con claridad que su figura encarnó la tragedia del pensador cubano que rechaza el patetismo político. El precio fue la soledad y la exclusión de la comunidad de exiliados. Por eso la phygé es tanto recomienzo como la retirada hacia la felicidad (eudaimônon bíos) para volver al lugar y a la palabra libre. Regresar al campo suponía la apertura a una posible nueva vida: desertar el mundo de la guerra para cultivar el jardín. Desde luego, el jardinero conoce los límites de la tierra, pero no está en condiciones de tantear con lo insondable del paisaje.
La inteligencia de Ichikawa era intuitiva y parecía tener a disposición todos los anaqueles de la tradición clásica. Su economía de la cita era elegante y serena. A pocos he conocido capaces de cortar tan bien sobre un argumento y llevarnos de la mano a la sorpresa analítica. Por esto, hacía de la especulación un arte conversacional fino y dinámico, pues convocaba en cada instante un estilo de mirada, desviándose del sentido común para liberar la proliferación del ejercicio reflexivo. Pensaba la política con una madurez que empalmaba realismo con los tipos ideales, y ponía en una misma oración la teoría del valor de Marx, un chiste de Álvarez Guedes, y una anécdota de José Pardo Llada. Por eso escribía como hablaba: una escritura ágil, pero colmada de emblemas para ejemplificar las cuestiones que le acechaban. Nada escapaba a la complejidad de su mirada; aunque esa complejidad era una vuelta a lo más elemental; esto es, a la apuesta desinteresada entre la observación sutil y la fuerza especulativa. No sería excesivo decir que tanto sus amigos como enemigos patentizaban la singularidad de su inteligencia.
Durante la primavera de 2019 me confirió la publicación de su último libro Antes del veredicto: la demasiada humanidad del Padre Varela (2020) en España, con un prólogo que trataría la cuestión teológica. Un año después el libro vería la luz en una edición autogestionada sin decirle nada a nadie. Este ensayo tendrá que ser leído como la contestación al devenir de una comunidad histórica predicada sobre la ficción de la teología política que, por desgracia, sigue vigente hasta nuestros días. Nunca decía "soy de Cuba", sino "soy de Bauta". Lo cierto es que pocas figuras del presente han encarnado tan profundamente un éxodo vital contra el malestar de un presente.
En el espíritu de Hölderlin hoy pudiéramos decir que nuestro tiempo no es un tiempo para pensadores ni filósofos. Ahora, en su deserción final, su brillo nos acompaña como el más alto don que el pensamiento le confiere a la amistad. Profesor sin ser pedagogo; filósofo sin ser académico; poeta sin los pudores del lirismo, y amigo intenso y secreto; Ichikawa fue un auténtico maestro para el arte de desertar un tiempo muerto, el nuestro. Non iam frustra doces, Emilio Ichikawa.
Se le agradece que fuera menos ambiguo, por así decirlo, que un Carlos Alberto Montaner, pero claro, no todo el mundo se ve como presidente de Cuba.
¿Que estos no son tiempos para pensadores y filósofos? Nunca lo han sido. Ni tampoco para poetas o escritores en general. A no ser un Vargas Llosa, un García Márquez y en poesía un Neruda. Los demás, por más brillantes que sean o se crean, tienen que morder el cordobán en la cátedra, el periodismo, la academia, la traducción..., a menos que sean de familia pudiente (y un exiliado no lo es normalmente). El retiro de Ichi a Homestead fue como un exilio voluntario o autoimpuesto. Una etapa que hubiera podido superar. Le quedaban muchas cosas por hacer. Pero lo pilló el covid y konets, fue un final de muñequito ruso. Solo por curiosidad y no por morbo: ¿No estaba vacunado? ¿Era militante antivacunas? Sea como sea, y si se me perdona el adiós convencional, que en paz descanse el admirado Ichikawa.
Todo cubano que llega a USA poco a poco va cambiando su manera de ver el mundo, su cosmovision; para el trabajador , ese cambio sucede rapido, enseguida se da cuenta como funciona el mundo economico , los argumentos logicos que lo hace funcionar y la necesidad de que sea asi en favor de la creacion de riquezas, quizas no lo llega a saber racionalmente pero lo intuye; para el intelectual que viene el proceso es largo y doloroso y generalmente no acepta el pragmatismo economico , y se queda en un estado Socialistoide y le cuesta mucho desprende de un monton de "prejuicios teoricos" ; eso se cura con par de años en una Factoria.
Descansa en paz, querido Ichi. Pero el tiempo muerto se llama castrismo. Y el tiempo vital se llama exilio. Emilio Ichikawa, desde que salió de Cuba, nunca pudo respirar fuera la importancia que la Revolución le da a los intelectuales. En un país pragmático y anti-intelectual como los Estados Unidos, Ichikawa no tuvo nada que hacer. Ensamblar lanchas fue su metáfora para planear un regreso heroico a Cuba, como regresaron todos los disidentes intelectuales de finales de los 80s e inicios de los 90s. Como curiosidad cruel, Emilio Ichikawa murió en la misma semana en que murió Edmundo García. Descansen en paz. Amo a su hija en Cuba. Y amo a la mamá de su hija, también ya ausente.
Nuestro Junger Superakademiker despotrica contra la academia, pero echa mano de Schmitt para despedir a Ichikawa, en un obituario que lo fuerza a salirse de las oscuridades cavernícolas del claustro y mirar de frente al muerto en su huerto de Homestead, y todo eso, solo por adjudicarle a Ichi una candidez volteriana por carambola miamense. Escapar de la crápula exiliada habría llevado al filósofo japonés al campus, cuando en realidad se revolcó de lo lindo en los marasmos del Everglades mediático, sin hacerle pucheros a la cochiquera de Inmundo García ni al papel de experto en Caso Cerrado, ni siquiera (Deus ex Machina!!) al hymeneon de la hija aburguesada de Fidel Castro. El campo fue otra pose, y allí, en el fondo del exilio, vino a sorprenderlo la enfermedad del siglo, la farándula del Covid. Mors eloquentiam parit, Gerard Muñoz.
En fin, sin tanto arabesco, que se cansó de tanto brete y mandó a la chingada a todo el mundo, comunistas y capitalistas, y se quedó solo, no? Bueno, si no hizo daño a nadie, era su derecho. Pero lo pudo hacer, porque estaba aquí. En Cuba hubiera estado preso. Esa es la gran diferencia. EPD.
Se olvidan de poner que colaborara con "Inmundo Garcia" y su ninguneo a los cubanos del exilio,muy socio de cierto profesor agenton encubierto del G-2 en la universidad de la Florida y ex- locutor de una cadena de radio.Este " profesor" se dedica a promover el acercamiento como el agente Lazo y Emilio era uno de sus lleva y trae,EPD,no le deseo como católico la muerte a nadie que piense diferente,tampoco niego su talento que desperdició luchando por causas equivocadas,Emilio debiste quedarte en Cuba,aún en la" nueva coyuntura " del exilio de pan con bistec,aun hay predominio de odio al régimen y todo lo que lo representa y eso aquí se paga caro,debiste hacer como tu amigo el profesor,que nada entre dos aguas aparentemente. Pero nadaste mucho hacia Cuba socialista...