Richard Fando tiene 20 años. Es un joven cubano estudiante de Medicina que no solo busca curar el cuerpo mediante la ciencia, sino también el espíritu, a través de sus canciones.
"Hace un año y pico, cuando salí del Servicio (Militar) y comencé Medicina, le empecé a dar un enfoque más serio a la música", cuenta en entrevista con DIARIO DE CUBA. "Antes de eso, solo hacia parodias en 'el verde'".
"En la facultad soy un tipo pesado durante las conferencias, no me gusta que la gente hable cuando estoy ahí. Cuando llego a la casa, me gusta estar con mi familia y tener esos espacios en los que me enfoco totalmente en tocar la guitarra y escribir", señala.
"Dentro de la música, la trova es lo que me gusta. Si ya el arte es sacrificado, la trova más, y en nuestro país es un camino sobre una pendiente", opina Fando.
"Dentro de la Medicina, siempre he sentido pasión por entregar mis conocimientos, por lo que me gustaría desempeñarme en el campo académico", explica.
"No quisiera que llegara un momento en el que tuviera que decidir entre la Medicina y la Música", confiesa. "Más bien, me gustaría poder organizarme y dedicar tiempo a las dos".
En estos tiempos de pandemia, Fando, como otros jóvenes artistas cubanos, entrega su música a través de herramientas como Telegram.
¿Cómo es posible que a ti no te hayan mandado a pelar, si cuando yo estaba en la Facultad de Medicina fue lo primero que hicieron?
Hombre, desde que yo entré a la facultad sí me han mandado a pelar varias veces por el tema del "Ejército de Batas Blancas". Lo que he hecho es que, desde que entré, acabado de salir del "verde", me comencé a dejar crecer la barba y a marcar bien con los profesores, pues a mí la carrera me gusta y me defiendo bastante.
Entonces, cuando me regañaban por el pelo y por la barba, lo que hacía era que me afeitaba y me quitaba ojos de encima. Así me he mantenido, y colándome en los festivales culturales. Aparte de eso, asere, tú no estabas pegao. Ese es el problema, que no estabas pegao en la Facultad.
Tú te llamas Richard Fando y tus canciones me recuerdan a un cantante paródico norteamericano que se llama Richard Chesse. ¿No has pensado ponerte Richard Fango, en juego con tu apellido?
Para que tú veas, desde la primaria a mí me daban cuero con el tema de Richard Fango. Me entero por ti que existe un tipo que se llama Richard Chesse. Eso me viene tocao, yo tengo una canción que se llama "La mermelada", que tiene un enfoque ahí medio sarcástico.
La cuestión es que el público, cuando yo digo "mermelada", pregunta "¿y el queso?", y como estábamos hablando de Chesse me acordé de eso.
Entre "El palón divino", de Chocolate, y "Ciudad de pobres corazones", de Fito Páez, ¿cuál prefieres?
Sin discusión, Chocolate es el tipo. No sé por qué específicamente esa canción, pero cuando estuve en Alemania había dos canciones que no podía dejar de escuchar y me daban nostalgia y me hacían temblar. Una era "El palón divino" y la otra era "Mujeres", de Silvio Rodríguez.
"Ciudad de pobres corazones" es una canción bastante triste, bastante llorada. Si fuese a escoger una canción para llorar, sería esa de Fito.
¿Cómo empezaste en la música?
Comencé haciendo canciones con un amigo que tocaba guitarra en aquel tiempo, yo no. Estábamos como en décimo grado, yo estaba en escuela militar y, cuando nos juntábamos, en las borracheras hacíamos parodias de canciones, bastante graciosas se puede decir. Eran canciones para momentos de descarga.
Luego yo quise darle un vuelco más serio a eso. Me propuse aprender a tocar guitarra. En "el verde" también hice mis parodias de canciones del propio Silvio y de clásicos del Rock and Roll, con temáticas del "verde". Luego, en Canasí, al terminar "el verde", conocí a Lía, mi novia, y a Oscar Sánchez, la persona que me animó a comenzar a hacer lo mío, pues había cosas que se tenían que despertar. Y el amor me sacó la voz.
Háblame de la experiencia en la escuela militar.
En noveno grado, cuando comienza este lío de ver para dónde va la gente y eso, yo siempre quise estudiar en la mejor escuela posible. Hice mis pruebas de ingreso de la Lenin, hice mis pruebas de ingreso del MININT, los Camilitos no me aceptaron. Aprobé la Lenin, aprobé el MININT con todo el psicométrico y toda la selección fuerte que hubo. Fui a la Lenin y me enamoré de su gente, pero estaba cutre. Estaba decayendo el esplendor de esa escuela y me fui por lo militar. Me fui para la Tamayo, que es la escuela del Ministerio del Interior.
Mis recuerdos de ahí son bastante gratos; con sus cosas, como todas las escuelas militares, sus rigores y sus cosas. Mi plan siempre fue estudiar en esa escuela, y en 12 grado salir y coger una carrera por lo civil. En onceno me llega la oportunidad de ir a estudiar a Alemania y me fui. Fue una de las mayores experiencias de mi vida.
¿Qué te gustaría transmitirle a tu generación?
A mi generación quisiera transmitirle que hay que estudiar a los viejos, que hay que ponerle bomba a lo nuevo, hay que encontrar el perfil, y hay que saber lo que uno quiere y tratar de ir en busca de las cosas del alma. Es imposible juzgar a un ser humano sin tener un contacto con él. Evitar la mediocridad.
El arte debe ser un canal entre las cosas que no se han dicho, entre descubrir el sonido de un acorde, el tono de un color, de las cosas que están dentro.