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Urbanismo

El gran fraude de la Plaza de la Revolución

Casi siempre desierta, es hoy el reflejo de una ciudadanía desprovista de espacio público. Esta es su historia.

La Habana
La desaparecida Ermita de los Catalanes, donde hoy se encuentra la Plaza de la Revolución.
La desaparecida Ermita de los Catalanes, donde hoy se encuentra la Plaza de la Revolución. Diario de Cuba

El pasado febrero la Plaza de la Revolución fue la Plaza de la Libertad, aunque solo por unas horas. Varios activistas consiguieron cambiarle el nombre utilizando como herramienta digital el localizador de Google Maps. El episodio es uno más en larga historia de nombramientos para ese espacio habanero.

Más de 70 años antes de la inauguración de la llamada Plaza de la Revolución, el espacio que actualmente ocupa fue seleccionado por el Centro Catalán de La Habana para construir una iglesia en homenaje a la Virgen de Monserrat. Al ser este el punto más alto disponible en la ciudad, la asociación de emigrantes construyó allí su ermita, buscando asociarla con la montaña de Monserrat española, rebautizando el espacio habanero como Loma de los Catalanes o Loma de Montserrat.

El espacio permaneció en manos de los emigrantes españoles hasta 1950, cuando el Gobierno de Carlos Prío Socarrás lo expropió, con el propósito de construir la Plaza Cívica de la ciudad. Desde principios de siglo, el enclave había sido recomendado para edificar estructuras monumentales por ingenieros como Raúl Otero, quien en 1905 propuso un proyecto inspirado en L’Étoile parisina.

Aunque el proyecto de Otero nunca se ejecutó, 17 años más tarde fue el prestigioso urbanista camagüeyano Enrique J. Montoulieu —graduado de Harvard y encargado de la ampliación del Acueducto de Albear— quien diseñó un plan consistente en un sistema de vías de anillos concéntricos donde localizaba una Plaza Cívica monumental en la Loma de los Catalanes, convirtiendo este espacio en el eje central de la ciudad, que entonces tenía una población de 650.000 habitantes dispersos por repartos inconexos.

"En ese punto, debía recrearse un área de nueva centralidad mediante la construcción de una gran plaza cívica, con una escenografía monumental, para acoger la congregación de los ciudadanos en todo tipo de celebraciones. El simbolismo del lugar aumentaba por los nuevos edificios diseñados para acoger las nuevas funciones políticas y administrativas de la naciente República”, afirmó el investigador Gabino Ponce Herrero en su artículo "Planes de reforma urbana para La Habana: La Modernización de la ciudad burguesa (1898-1959)".

Aunque el plan de Montoulieu nunca llegó a ejecutarse, en 1925 el arquitecto Pedro Martínez Inclán lo recordaría en la presentación de su Plan Director, ubicando el centro cívico en el área actual del Parque Central y la Plaza de la Fraternidad, en la Habana Vieja, pero coincidiendo en la construcción de una Plaza Monumental en la Loma de los Catalanes, además de "un área de sistema verde en los alrededores y una serie de avenidas y paseos que comunicaban entre sí varias plazas menores".

Del plan de Forestier a la escultura de Sicre

El más conocido de los planes para la Loma de los Catalanes llegaría un año después. Contratado por el secretario de Obras Públicas del Gobierno de Gerardo Machado, Carlos Miguel de Céspedes y Ortiz, el arquitecto y paisajista francés Jean-Claude Nicolás Forestier presentó su Proyecto del Plano Regulador de La Habana y sus Alrededores.

Forestier tenía como punto de partida la Plaza de la República, ubicada en la Loma de los Catalanes, desde la que irradiaría una serie de avenidas conectadas con el castillo de Atarés y el río Almendares, terminando en el Bosque de La Habana, donde las fachadas de las manzanas frente al río se transformarían en pos de complementar el paisaje marítimo-terrestre. También se conformaría una avenida costanera al margen del mismo, se construirían nuevos puentes, múltiples atracaderos, muelles, jardines colgantes y escalinatas a desnivel, con el fin de sacarle el mayor provecho al paisaje.

En dirección a El Vedado se dilatarían las avenidas hacia lo que sería la Plaza de la Fraternidad, para generar el movimiento hacia el puerto renovado y aproximarse a la estación ferroviaria. Sin embargo, nada de esto pudo ejecutarse debido a la crisis económica de 1929. El plan sería el inicio del urbanismo en Cuba.

Finalmente, en 1938, durante el Gobierno de Federico Laredo Bru, fue que se lanzó el primer concurso para construir la llamada en un primer momento Plaza de la República y, luego, Plaza Cívica. Pero los proyectos ganadores no se materializaron hasta 1953, con motivo del centenario del nacimiento de José Martí, con la añadidura de la construcción del Palacio de Justicia, hoy llamado de la Revolución y sede del Gobierno.

Debido a que el último proyecto aprobado tenía forma de templo, la ubicación de este edificio lo marchitaba totalmente. Se optó entonces por la propuesta del ingeniero civil y arquitecto Enrique Luis Varela, del también arquitecto Raoúl Otero y del francés Jean Labatut, que consistía en una gran pirámide vertical.

El monumento actual es una gran mole de hormigón fundido, calculada por el ingeniero civil Juan B. Pujol. Todo revestido en mármol blanco, resiste vientos por encima de los niveles de un huracán categoría 5 en la escala Saffir-Simpson y desde la punta más alta y hasta su base tiene un peso total de 21.900 toneladas.

El 15 de octubre de 1956, el escultor Juan José Sicre comenzaría a tallar allí mismo los primeros bloques del total de 52 que conformarían el José Martí de 18 metros que se alza en la cara nordeste de la construcción. El mármol fue extraído de las proximidades del Abra, en Isla de Pinos, donde la familia Sardá recibiese al propio José Martí en octubre de 1870.

La revolución, el fraude de la Plaza Cívica

En 1959, con el triunfo de la Revolución, el espacio adquirió una nueva función político-simbólica, lo que acentuó su carencia absoluta de servicios, ya que solo concentra edificios de carácter político-administrativo a nivel nacional.

Con grandes extensiones de terreno sin aprovechar, se transforma en un área monofuncional, en la que desaparece la centralidad de carácter urbano que procuraba, derivando en una centralidad direccional que resta al funcionamiento de la ciudad. El arquitecto Mario Coyula decía al respecto: "La Plaza solo se ve cubierta en los días de marchas y concentraciones, eventos que no son naturales, sino convocados a voluntad. Lo ideal es que allí hubiese viviendas, teatros, cines, comercios, cafeterías, de todo (…) Realmente todo ese espacio es un terreno baldío, sin forma ni ritmo."

La decisión del Gobierno revolucionario fue ocultarse en un lugar que debía ser el centro de la ciudad. La presencia del edificio del Ministerio de las Fuerzas Armadas en lo que fuese antes la Alcaldía de La Habana y el del Ministerio del Interior en el anterior Tribunal de Cuentas, enfatizan la militarización del espacio, así como su aislamiento, mientras la ausencia de comercios y servicios lo termina de convertir en un terreno de carácter periférico.

Como dijese Coyula: "la ciudad eficaz es la que tiene funciones superpuestas. Una ciudad donde las funciones se separan se torna disfuncional." La Plaza actualmente es un espacio desprovisto de popularidad. Nadie la recorre por placer. La explanada desierta y la escala monumental del terreno engullen al transeúnte, a diferencia, por ejemplo, de la Plaza de la Constitución, el Zócalo, en México, muy concurrido y perfectamente conectado con la ciudad.

La Plaza de la Revolución, casi siempre desierta, es hoy el reflejo de una ciudadanía desprovista de espacio público; ese espacio vital en el que los habitantes de un entorno ejercen sus derechos y sus responsabilidades como ciudadanía activa, donde comienzan y terminan gran parte de los hechos más importantes de una ciudad.

El hecho de que recientemente se le cambiara el nombre en Google Maps y pasase de Plaza de la Revolución a Plaza de la Libertad es una pequeña muestra de lo que se puede transformar este espacio. Ojalá el plano virtual sea solo el comienzo de la práctica los derechos de los habitantes en la construcción activa de civilidad en los asuntos propios de la ciudad.

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2 comentarios

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Las huelgas de hambre reales son una perdida de tiempo y para nada sirven ahora las huelgas show, huelgas de pan con jamon como la del mequetrefe Ferrer solo sirven para recaudar dolares que al final van a parar a manos de la dictadura.
Ferrer tiene el record mundial de ser la unica persona que aumento de peso mientras en "huelga"

La Plaza de la Humillación, hace tiempo que es un espacio de mentiritas, hipocresía y parapeto. Seguirá siendo lo mismo y estando vacía por un tiempo más..., quién sabe cuánto. Martí (desde su escultura) seguramente que está abismado hace ya tiempo y con ganas de decirle a estos comunistas que nada tiene que ver con ellos, que él siempre fue un hombre democrático y que lo que quería era una país "con todos y para el bien de todos", no para la familia de los Castro y sus secuaces únicamente, que lo que hicieron fue bajarse en Cuba (el Demonio Castro primero en llegar hace más de 100 años) a matar cubanos en la guerra del 95.
Dejo un enlace para que se diviertan. Es de chiste y ojalá muchos hicieran lo mismo que la mujer cubana que los filmó: https://www.cibercuba.com/n…
Y otro para que tomen nota de lo que hay por esos mundos: https://www.youtube.com/wat…