Dayani Lozano causó furor en la primera década del siglo XXI cubano. La fuerza del pop en esos años conectaba a la juventud, después de tanto ardor castrista por aislarla de "influencias capitalistas", con un estilo fluorescente, extravagante y embotellado en la industria cultural estadounidense.
Entre esos nuevos iconos locales estaba Dayani, aunque su repertorio e interpretaciones estaban caracterizados por la suavidad más que la estridencia, la intimidad más que el show. Esa tesitura era una variación en un ambiente colmado por la timba y sus remanentes del fin del siglo XX, y la gente volvió a seguir canciones cubanas de amor.
La periodista cultural Yelanys Fusté reseñó en 2009 que Dayani fue "protagonista de la primera prueba para lanzar a una figura del género en Cuba, con el disco El alma no basta".
La cantante respondió a Fusté que el CD fue un suceso artístico, un intento genial de la estatal EGREM. "El álbum contenía baladas bien hechas, con buenos arreglos. Lastimosamente no tuvo toda la aceptación que queríamos. Era el tiempo del boom de la salsa y el público cubano deseaba consumirla única y exclusivamente".
Aun así, la voz y el rostro de Dayani afloraban en temas de telenovelas cubanas, hipnóticos videoclips, shows televisivos… Luego, desapareció. Se esfumó. Yo era un preadolescente en esa época. Supuse que, como muchos artistas, Dayani había estado en buena racha y después había vuelto al estado natural del individuo: el anonimato.
Una tarde de 2019, visité a unas amistades en un estudio independiente de grabaciones. Querían mostrarme algo de lo que habían producido. Estaban muy entusiasmados con una colaboración. Abrieron varias carpetas hasta llegar a un vídeo. Y en él escuché la voz melodiosa de Dayani.
Aquel día conseguí su contacto y conversamos largamente sobre una huida, el voluntariado para acoger emigrantes, los rastros del tornado que asoló La Habana en enero de 2019 y el apoyo a una red de músicos que hacen su arte en las catacumbas, al margen del oficialismo.
"Dios debe haberse divertido mucho observándome"
Dayani Lozano (La Habana, 1973) comenzó "haciendo jazz y estudiando góspel".
"El pop de los años 1990 era, en mi criterio, una música sublime", dice.
"No era buena para cantar salsa, a pesar de que me encanta bailarla. Intenté otras expresiones dentro de la música, pero simplemente nadie me creía el cuento —bromea—, y también sufrí porque no me quedaba bien, así que insistí haciendo lo que era una expresión honesta de mí".
Cuando le pregunto qué la llevó al pop, sintetiza sin rubor: "El ridículo".
Intentó viajar al extranjero haciendo espectáculos tipo Cabaret con un repertorio de timba, boleros y dice haber hecho todos los ridículos posibles. "Todo lo malo me pasaba. Dios debe haberse divertido mucho observándome intentando infructuosamente salirme de mi llamado".
En una entrevista en 2008 Dayani señaló: "me interesa interpretar obras difíciles que me reten vocalmente, pero si mi voz no me acompañara, seguiría haciendo pop y haría cosas que fueran interesantes".
En la entrevista con Fusté, Dayani afirmó su concepción total del espectáculo pop: "algunos no están preparados para esta propuesta estética. La ven como algo superficial. Y simplemente es enriquecedor, pues no se trata solo de cantar, componer o velar por el modo como suena mi banda. Cuando ideo mi espectáculo, pienso en las luces, la ropa, la postura de los bailarines... Todo eso debe tener en cuenta un solista para poder llegar al público".
"Mis primeros temas propios los canté gracias a la disquera más antigua en activo de Cuba, la EGREM", comenta. El éxito de una de esas canciones, "Con tu luz", marcó un antes y un después en la carrera de Dayani. "Es la canción que más ha capturado lo que soy como ser humano y lo que quiero decir cuando escribo. Describe mi vida también —dice—. Ese tema sigue aun siendo en mi vida una total profecía".
Aunque se apague el mundo
Y el día se vuelva oscuro
No temas, mi ángel,
Me abrigaré con tu luz.
Aunque me dejen sola,
Sola como el molino,
No temas, mi ángel,
Me abrigaré con tu luz.
"La Libertad es mucho más grande y sublime de lo que imaginamos"
"¿Qué es una carrera exitosa? ¿Un espejismo? ¿Una mentira? ¿Una simulación? ¿Un status? ¿Un autoengaño? ¿Un límite?", se pregunta Dayani.
"De cierto modo, en Cuba tenía una carrera exitosa porque era popular, mucha gente creía en mí no solo como compositora sino como productora musical, como presentadora de televisión", recuerda. "Incluso tenía, y creo todavía tener, mucho cariño y respeto de mis colegas, pero Cuba comenzaba a convertirse en algo triste para mí".
El escenario donde se paraba a cantar, Dayani lo recuerda como un punto de observación: "Desde ahí vi una sociedad que moralmente se degradaba y un público con el que yo perdía contacto porque, tristemente, muchas personas que tenían el dinero para ir a verme no querían escuchar canciones de amor".
"Mi negocio (yo siempre fui mi propia inversionista) comenzó a dejar de ser rentable —relata—. Era más lo que tenía que invertir en mi música que lo que ganaba. Literalmente, estaba viviendo del amor al arte o el arte estaba viviendo de mí. Mi ego no era tan estúpido y el amor por mi hijo era más grande que mi ego".
La realización personal y la adversidad económica fueron decisivos para que Dayani buscara nuevos espacios. Más allá del mar, en México primero.
Trabajó un tiempo bajo contrato en ese país al que unen proximidad geográfica y conexiones culturales. Su estatus migratorio allí, el de su madre y su hijo eran totalmente legales. Pero el destino final de los tres sería la frontera sur de Estados Unidos.
"Gracias a Dios, cuando pedimos asilo en la frontera de Texas solo demoramos cuatro horas —recuerda Dayani—. Hacía mucho frío, pero íbamos bien abrigados y no tuvimos que pasar la noche allí como muchos otros han pasado con sus hijos. Las autoridades de migración de Estados Unidos fueron amables con nosotros".
En 2014 aún el Gobierno de Barack Obama no había eliminado la política "pies secos, pies mojados", que permitía a los cubanos llegados a fronteras estadounidenses entrar sin dificultades a ese país.
"Los que decidimos venir a los Estados Unidos venimos en busca de Libertad, aunque la Libertad en nuestras mentes sea algo que no dimensionamos ni conocemos", afirma Dayani haciendo énfasis en la L. Luego de un período largo, algunos nos damos cuenta que la Libertad es mucho más grande y sublime de lo que imaginábamos".
Sobre la idea del desarraigo que viven los exiliados cubanos tiene una opinión muy concreta: "No se pierde nada anterior cuando se gana la Libertad, porque sin Libertad todo es una mentira. Ocurre como antes y después de tener un hijo, y el antes y después de conocer a Dios. No puedes imaginar lo que es tener un hijo hasta que lo tienes, nadie te puede describir a Dios hasta que lo vives".
Dayani llegó "a los caminos de Cristo" en Estados Unidos. Fue "una etapa donde pensé morir espiritualmente y comencé a reforzar mi relación con Dios a través de la oración, el ayuno y la meditación", dice.
Hoy es empresaria, "dueña de un negocio de representación de artistas cristianos" en Miami, junto a su esposo.
"Antes de esto fui estudiante de Bussiness Administration, coordinadora de eventos especiales en una feria ecologista, asistente administrativa y legal en el edificio de Gobierno de la ciudad de Miami, asistente personal de una conocida broker de Real State, youtuber, escritora, cantante y asistente de un médico de cabecera…". Pero "sigo cantando, siempre canto, hasta cuando parece que no lo hago, mi alma no entiende otro idioma", dice
"Cuba tiene que cambiar ya"
En 2017, apenas 20 días después de que Obama eliminara la política "pies secos, pies mojados", cientos de cubanos quedaron varados en Centroamérica y el Caribe. En Nuevo Laredo, localidad mexicana fronteriza con Estados Unidos, muchos se vieron en la misma situación de desprotección que emigrantes de otros países.
Cubanos residentes en el exterior, específicamente en México y Estados Unidos, comenzaron a mover iniciativas para recaudar fondos y recursos para los varados. Algunos llegaron a la zona fronteriza, donde la situación humanitaria era apremiante. Dayani, en aquel momento funcionaria de Obras Públicas en la ciudad de Miami, pidió permiso en su empleo y no dudó en ir.
Un periodista de Deutsche Welle la encontró en el lugar. "Mi hijo, mi mamá y yo cruzamos la frontera justamente por esta época, entre el 20 y el 23 de enero de 2014. Pasamos por Nuevo Laredo", dijo la cantante. "Cuando oí las noticias pensé: 'Dios mío, con el frío que hace en esta época, esa gente que no tiene nada, que ha vendido todo, ¿cómo va a regresar?'".
En 2019, Dayani volvió a estar con los cubanos tras un cataclismo. "La última vez que fui a Cuba fue a llevar ayuda de mi iglesia a víctimas del tornado que pasó por Luyanó, en La Habana. ¡Imagínate que Cuba me encontré esa última vez!"
El tornado categoría EF-4 dejó paredes y techos caídos sobre trastos, camas, mesas y gentes. Más de 200 lesionados y siete fallecidos. Todo eso en minutos.
"Lo que más guardo en mi corazón no es el desastre que encontré, sino los vecinos de un solar de Luyanó haciéndome cafecito en una cocina sin techo, sirviéndolo en las tasas que sobrevivieron, y yo saboreándolo entre escombros… ese café hecho con amor incondicional. Aquella gente estaba más interesada en las Biblias de bolsillo que en las ropas y medicinas que llevé. Eso es lo que más extraño de Cuba: el alma generosa de los cubanos".
Dayani quiere cantar su música a los cubanos, "expresar y compartir algo tan hermoso que quizás alguien por ahí, perdido, necesite escuchar", dice. "Sería hermoso contar con ese privilegio".
Ahora ella interpreta y compone enfocada en su fe. Y también quiere apoyar a los intérpretes dentro de Cuba de ese subgénero, la música cristiana, que cuenta incluso como categoría en los codiciados Premios Grammy.
Desde la pequeña productora musical que tiene, emprendió una campaña de crowfounding para asegurar el copyright a varios músicos cubanos que producen en estudios independientes. Al trabajar al margen del engranaje oficial, de casas disqueras estatales y distribuidoras del régimen, los creadores no gozan de reconocimiento legal.
Las restricciones a la libertad creativa en Cuba no son ajenas para Dayani. Ahora que ganó la Libertad y entendió que sin Libertad todo es incierto, trata de acercar a ella a quienes aún no la disfrutan plenamente.
El 27 de noviembre de 2020, unos 300 artistas e intelectuales, en su mayoría jóvenes, acudieron ante el Ministerio de Cultura de Cuba (MINCULT). Pedían explicaciones sobre el paradero de varios colegas que emprendieron una huelga de hambre en la sede del independiente Movimiento San Isidro y terminaron arrestados por militares.
Dayani presenció los hechos desde las redes sociales, como la mayoría de los cubanos, y desde su Facebook lanzó un llamado lapidario: "Artistas cubanos, es el momento de no callar".
"Si cantamos en algún momento para los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) o para el MININT (Ministerio del Interior), como yo, también tenemos que alzar nuestras voces cuando las cosas están mal", confesó. "Por favor, alcen sus voces. Ya basta, Cuba tiene que cambiar ya. Todos somos San Isidro".
"En la sinfonía de la vida hay instrumentos que no escuchamos porque somos sordos"
"Un sabio me dijo que en la sinfonía de la vida hay instrumentos que no escuchamos porque somos sordos", cuenta Dayani, y aclara: "ese sabio es mi hijo".
"Con tu luz", la canción-profecía que la acompaña desde la etapa de su popularidad en Cuba, parece remitirse a él una y otra vez. Acaso a la mujer que fue en Cuba y ahora es fuera de ella.
Aunque al final de todo
Me borre en el camino
No temas, mi ángel,
Me encontraré con tu luz.