Omar Sosa es probablemente el pianista de jazz cubano más cercano a las raíces afro. En su más reciente álbum An East Africa Journey vuelve a rendirles honores. El disco, que ve la luz tras diez años de trabajo, algo poco común en su intenso ritmo creativo, se estrena el próximo 5 de marzo.
"Estoy muy cerca de África, y su música ha sido y es mi pasión. Siempre he mostrado una especial atracción y admiración por la cultura y tradición afrocubana y ya de adulto África me cautivó desde la primera vez que estuve en el Congo", dice Sosa en una entrevista con DIARIO DE CUBA.
Sosa viajó después a Etiopía y Angola y de ahí surgió una necesidad de escarbar más en esas culturas.
"Justo este paso me ayudó a entender mejor de dónde venimos muchos y a su vez encontrar el por qué reaccionamos de ciertas maneras al escuchar determinadas músicas provenientes del continente africano. Y la religión fue la que determinó mi camino...", afirma.
"Recuerdo que mi padrino (que en paz descanse) me dijo en una ceremonia religiosa que desde ese momento tenía la misión de llevar mi cultura afrocubana hasta donde mis fuerzas, mi alma y mi energía me lo permitieran. Y no ha habido un día en el que mi proceso creativo no gire en torno a África y su cultura, al mismo tiempo que nuestra tradición afro", añade.
Sosa tiene muchos referentes, entre ellos Bola de Nieve, Arsenio Rodríguez, Lili Martínez, el Conjunto Folclórico Nacional, Los Papines, Pancho Quinto, Lázaro Ross, Merceditas Valdés, Celeste Mendoza, Carlos Embale, Yoruba Andabo, Afrocuba y los Muñequitos de Matanzas.
También menciona de manera especial a otros más contemporáneos como Chucho Valdés e Irakere: "Ellos dieron sentido e hicieron realidad (junto a Opus 13 y el grupo Afrocuban) un discurso musical más de vanguardia en el que la africanía y la afrocubanía se abrazaron con el jazz. Luego vinieron músicos de la talla de Lucía Huergo, quien junto el grupo Síntesis mostraron un trabajo, en mi opinión, revolucionario, mezclando la afrocubanía lucumi con el rock", considera.
Como muchos pianistas cubanos, Sosa también tuvo unos inicios en la percusión.
"Aunque estudié percusión en la Escuela Nacional de Artes de La Habana siempre tuve una marcada pasión y predilección por el piano, lo que hizo que de una forma prácticamente autodidacta comenzase a interesarme seriamente por dicho instrumento. Debo mencionar y agradecer también al que, en mi opinión, fue sin duda un excelente plan de estudio, además de un excelente profesorado. Cada alumno debía tomar un instrumento complementario, además de su instrumento base, a elegir entre canto coral y piano. Yo elegí el piano", recuerda.
"Me enamoran especialmente los instrumentos tradicionales de África y Asia. Por su sonoridad y en muchos de los casos por la profundidad y fuerza espiritual que emanan sus sonidos, además de sus muchas veces singulares estéticas", señala.
En An East Africa Journey se dan cita músicos de siete países del este de África.
"Comparten sus tradiciones con nuestra sonoridad occidental. El jazz actúa como aglutinador y hace posible que todos convivamos musicalmente sin ningún conflicto sonoro, rítmico y armónico", dice.
"Cada disco tiene su identidad, pero en todo mi trabajo hay siempre un hilo conductor que es madre África y el jazz como conector. Esta es la base de todo mi trabajo".
Sosa, con más de 30 discos producidos, ha colaborado con músicos de todo el mundo y describe esta experiencia como una "contaminación positiva".
"Siempre he pensado que cuando colaboras enriqueces tu mundo interior y sobre todo aprendes las bellezas de otras culturas y tradiciones, además de que el trabajo se hace más diverso e interesante (…) la música y la vida toman derroteros maravillosos, una dimensión más universal y eso me encanta, me enamora y me da uno de los mayores placeres espirituales que he experimentado".
Para Sosa, "la música, como la culinaria, son capaces de mostrar con más claridad el poder y riqueza de las mezclas culturales".
"Esto ha sido y será hasta el fin de mis días una constante en mi mundo creativo, profesional y personal", añade.
El músico cubano ha seguido trabajando durante la pandemia, que define como "periodo sabático impuesto".
"La creación no debe parar, aunque nos paren por el motivo que sea. El arte debe continuar representando el momento que vivimos. Esa es una de nuestras misiones como artistas", considera.
Por último, Sosa habla de "un viejo sueño": el de poder tocar en la Isla.
"El Covid-19 ha hecho que estos planes se retrasen. Aunque parezca extraño, nunca he tocado en Cuba desde que salí hace más de 30 años, pero no pierdo las esperanzas que pueda llegar ese día antes de que muera. Gracias por darme esta oportunidad de hablarle a la gente de mi país. Aché, luz y paz", concluye.