En Los coleccionistas (2020) se articula una desgarradora historia en torno a las disfunciones éticas y morales que atentan contra el universo infantil y juvenil en la sociedad cubana, en medio de la mayor precariedad. Su realizadora, Diana Moreno Castellanos, consigue un muestrario eficaz de la violencia sexual contra la niñez y sus consecuencias en la sociedad cubana.
Papoto (Edgar Quintero Zayas) y Lili (Vida García Perdomo) son dos hermanos que viven, bajo la custodia del padre (Luis Alberto García) en un malogrado pueblo de pescadores de la costa norte occidental de Cuba, en la más degradante pobreza. A veces ayudan en los trabajos de pesca como única alternativa de supervivencia. Y, mientras Papoto emplea su tiempo libre en acudir a las fiestecitas del pueblo con sus amigos, en casa queda Lili, indefensa ante el acoso sexual del padre.
Los hechos detonan la rivalidad entre padre e hijo, al tiempo que preparan el desenlace para la venganza y la tragedia en un final imprevisible que no dejará indiferente al espectador. En lo temático, el filme de Moreno Castellanos hurga en los intersticios de la marginalidad nacional, las desigualdades, carencias económicas y sus efectos en la vida social de una pequeña comunidad de pescadores, cuyos pobladores aspiran por lo regular a abandonar la Isla en balsas.
El discurso narrativo de este cortometraje sortea con holgura los riesgos de una mirada condenatoria que estuvo muy cerca del didactismo moral, pues todo el tiempo el punto de vista roza la perspectiva documental. Una perspectiva a veces inquietante, pues a mi juicio algunos planos colocaban demasiado énfasis en desnudar la realidad cotidiana de los niños, en medio del más deprimente inmovilismo comunitario. Ese énfasis en la perspectiva, si se quiere, realista, ausente de todo afán melodramático, es un punto a favor de esta película.
Por otro lado, el guion —también de Diana Moreno Castellanos—, sorprende por la lucidez de un esquema narrativo que reserva su mejor carta de triunfo al manejo diestro del recurso del suspense, en tanto opta en su final por otorgarle el protagonismo a la imaginación del espectador respecto del destino de los niños. Es imposible no sustraerse al sacudimiento cuando comprobamos que toda la magnitud de la tragedia no ha quedado atrás, cuando Lili queda a la deriva, en medio de la oscuridad del mar, mientras inútilmente llama a su hermano que se ha lanzado al agua y pretende volver a tierra para recuperar su libreta de colecciones.
La película presenta dos dificultades que debo señalar. La primera pertenece a lo estrictamente cinematográfico. Se trata de esos tics de extrañamiento que provocan la brusquedad de los cortes, acentuados por el montaje de planos y contraplanos con los cuales se pretende dar continuidad a ciertas acciones. Faltó un trabajo más agudo en la dirección de los pequeños actores, así como ensayar que las reacciones ante los sucesos requieren de una exploración detenida con el trabajo de cámara.
Me refiero en particular a la escena del barco, cuando Patoto lanza a su padre al mar. Una escena así requería de un plano que mostrara al espectador la reacción de la niña. Por otra parte, los planos de ambiente donde la cámara se posiciona desde un contrapicado o busca escudarse detrás de algún lugar para aportar información visual de los personajes y su entorno, tienen un gustillo demodé que no incorpora significación alguna al discurso visual.
Eso sí, la fotografía de Deymi D'Atri, fuera de estos desaguisados, logra registros de excelencia, sobre todo en interiores de la casucha de los niños.
En segundo lugar, y por último, mi señalamiento va dirigido al sustrato ideológico de la película. Pareciera que el filme de Diana Moreno Castellanos asocia fundamentalmente los conflictos que aborda a la pobreza de sus personajes, sobre todo cuando es imposible no compararlos con el ambiente familiar en que vive Luisito (Deiby Aguilar), el amigo de los niños, en un entorno hogareño al menos mucho más estable y decente donde la única preocupación que demuestra es la de emigrar a Estados Unidos en balsa con su padre.
Creo que desde ese punto de vista el efecto determinista tiende a mellar la eficacia del tratamiento de una problemática que puede suceder en cualquier espacio, sin importar estatus ni condición social.
Son notorias las actuaciones de Luis Alberto García y Coralita Veloz. Para Diana Moreno Castellanos todo el reconocimiento por un filme osado, interesante, recomendable para el espectador nacional.