La directora de la editorial camagüeyana Ácana, Mayelín Portales, fue recientemente destituida de su cargo por corrupción y desde entonces pasó a cumplir "otras funciones" dentro del sistema de cuadros de la provincia.
Fuentes vinculadas a esa casa editoral dijeron a DIARIO DE CUBA que la exdirectora cobró junto a otra funcionaria al menos 5.000 pesos por concepto de derechos de autor de una obra que nunca llegó a publicarse.
El libro de marras es de la autoría de la intelectual camagüeyana Olga García Yero y, aunque fue evaluado por el Consejo Editorial de la entidad y aceptado en el plan de publicaciones del año, no llegó a imprenta.
Una funcionaria de la delegación provincial del Instituto Cubano del Libro (ICL) que pidió anonimato, confirmó que la falta de insumos impidió que el volumen de Yero saliera de imprenta; sin embargo, no dejó de tramitarse el pago del derecho de autor.
"Lo insólito es que por el desfalco la directora solo haya sido removida del cargo y no puesta a disposición de los tribunales. En otros casos similares quienes han cometido un delito no dejan de pasar por un juzgado", cuestionó otra empleada del ICL.
Yero, esposa del Premio Nacional de Literatura de 2017, Luis Álvarez Álvarez, solo fue informada de que el libro no pasaría por el poligráfico por falta de tinta y papel.
Ácana fue creada en 1990, cuando el Ministerio de Cultura (MINCULT) transformó las Empresas Provinciales del Libro, solo destinadas a la venta, en Centros Provinciales del Libro y la Literatura.
La crisis en Ácana no es de hoy
Ácana, ubicada en el centro histórico de la ciudad de Camagüey, había tenido problemas desde el pasado año con el cumplimiento de las tiradas y más de un retraso en el pago de los derechos de autor.
Tanto así, que la sede rectora del ICL no mandó "refuerzo" de títulos para la parada agramontina de la Feria del Libro Cuba 2017.
"Es habitual que las franquicias provinciales de la Feria reciban textos de editoriales nacionales —explicó un especialista del Ministerio de Cultura (MINCULT) que pidió no ser identificado—. Esa gestión se concreta, de un lado, por la propia directiva de la editorial interesada en recibirlos y, de otro, por los mandamases del ICL, en La Habana".
Según el experto consultado, la deuda por concepto de ventas que acarreaba Ácana y la imposibilidad de pagar por los nuevos volúmenes que se mandarían hizo que el ICL, finalmente, negara los envíos.
"Quienes más lo sintieron fueron los lectores de Camagüey", señaló. En las áreas del Casino Campestre, el parque citadino más extenso del país y sede provincial de la Feria, hubo menos variedad de títulos, apenas ejemplares largamente almacenados que habían llegado años atrás.
Incluso, otras casas editoras provinciales se negaron a vender libros a Camagüey por temor a que no fueran pagados.
A partir del desastre en que se convirtió la edición local de la Feria literaria, la directiva de Ácana decidió restringir la aceptación en el plan editorial anual a textos más "vendibles", opina una autora cuyo libro fue rechazado por no "entrar en los patrones comerciales".
La joven cuenta que títulos de poesía o ensayo eran menos estimados por la nueva línea que la narrativa, por ejemplo.
La cantidad de ejemplares "ociosos" o que ha sido imposible comercializar en años anteriores es importante, de acuerdo con una empleada del ICL en la provincia. De otro lado, hoy muchos de los títulos aprobados están en stand by, aguardando por una reasignación del cargo principal de la entidad.
El de 2018 habría sido el primer plan en que se comprobaría si la apuesta por la comercialidad de Ácana daba resultado para la maltrecha solvencia de la casa editora. Ahora, entre la corrupción y la insolvencia, cualquier posible éxito quedará más distante.