De aquellos sucesos conocidos como El Maleconazo, ocurridos en La Habana en agosto de 1994, no habla el discurso oficial de la Isla. Traer a colación lo que allí aconteció y repasar sus causas y consecuencias en la vida social del cubano de hoy día forma parte de esos temas tabú en la memoria colectiva.
Entonces la agudización de la crisis económica sacudió del letargo a quienes aspiraban a una vida mejor, a 90 millas, y no dudaron en lanzarse al mar en embarcaciones rudimentarias para emprender la aventura de la emigración. La interceptación de algunos de ellos por parte del Gobierno cubano, generó una ola masiva de protestas el 5 de agosto de 1994.
Cientos de cubanos convirtieron las calles de la capital en un hervidero y sus reclamos por el cambio social y político, prontamente sofocados por las fuerzas represivas del oficialismo, cayeron en un pozo sin fondo. En alocución especial, el entonces presidente Fidel Castro anunciaba un giro en la política migratoria y autorizaría la salida del país de cuantos quisieran hacerlo, en embarcaciones muy precarias.
Los cubanos en alta mar, interceptados luego por el servicio de guardacostas de EEUU, serían trasladados a la Base Naval de Guantánamo hasta su posterior traslado al país norteño. La huida ante el descalabro de la civilidad nacional se convertía en una alternativa viable para muchos; para otros, con la escisión familiar, el nuevo Mariel redivivo constituyó un cambio brusco del que hoy prácticamente muy pocos, entre quienes experimentaron el dolor de la separación, lo han conseguido superar.
Hay en todo esto un material narrativo importante, como parte de la memoria histórica de la nación, que el joven realizador Armando Capó ha decidido tomar como parte del argumento de lo que será su ópera prima. El largometraje de ficción Agosto, que ya ha tomado casi ocho años desde su surgimiento como idea original desarrollada por el propio director junto al guionista Abel Arcos, ha generado no pocas expectativas, máxime cuando su amplio recorrido como obra en construcción ha tenido su última parada, no hace mucho, en el Festival de Cine de San Sebastián.
De esto en la Isla tampoco se habla, y se prefiere promocionar títulos como El Mayor e Inocencia que, como parte del cine histórico que promociona el ICAIC, seguramente no dará dolores de cabeza a ningún funcionario.
Armando Capó ha preferido contrarrestar el Alzheimer cultural sobre temas decididamente polémicos. Su obra estará ambientada en ese mes de 1994, exactamente en Gibara, y tendrá como telón de fondo la crisis de los balseros como parte de la historia de vida de un adolescente que enfrenta el drama familiar de la separación.
Tanto él como su equipo de realización han declarado que realizar esta película representa "un gran sueño para todas las personas involucradas en este proyecto; es una búsqueda por cicatrizar heridas que el tiempo no ha logrado cerrar completamente. Al hacer Agosto no estamos haciendo solo una película, estamos haciendo que el cine cubano independiente de un paso que hasta el momento no ha logrado dar, un cine que tiene mucho que decir sobre sobre su país y su contexto".
Hasta el momento, el proyecto ha transitado por varios festivales foráneos como Cinergia, en el taller de Ibermedia (Costa Rica), Locarno, el Cinema du Monde (Cannes), y ha recibido algunos premios en los circuitos de Amiens, Rotterdam y Sundance Festival.
Coproducción de Francia, Costa Rica y Cuba, hasta el momento el proyecto ha confirmado la participación de la actriz cubana Laura de la Uz, y desarrolla una exitosa campaña de recaudación de fondos para llevar a feliz término el proceso de rodaje y posproducción de la cinta, que todos esperan lista para finales de año.
Las interrogantes y extrañezas que ha generado el filme, luego del visionaje de algunas escenas divulgadas por el propio director en la Casa del Festival de Cine Latinoamericano (La Habana) el mes pasado, se dirigen en torno a cómo será recibida por el Gobierno cubano, y si permitirá su exhibición o no en las principales salas de cine del país.
Algunos ya vaticinan que será esta la nueva Santa y Andrés, y que habrá muy pronto un episodio similar al de Quiero hacer una película, como se vivió en la pasada edición de la Muestra Joven ICAIC de La Habana.
Por lo pronto, que algunas escenas de la película hayan sido exhibidas en la Casa del Festival y que el director haya tenido la ocasión de intercambiar allí con la prensa y las autoridades de la institución puede ser indicio de una buena señal: la de que Agosto y su director naveguen finalmente, con suerte, a puerto seguro.