El escritor Mario Vargas Llosa habló este jueves en Madrid sobre la obra de Gabriel García Márquez y de la relación que terminó rompiéndose en 1976 tras años de amistad, vecindad y complicidad.
La Cátedra Vargas Llosa ha organizado esta semana un curso dentro de la programación de verano de la Universidad Complutense en El Escorial para celebrar la publicación de Cien años de soledad, de García Márquez, en 1967.
Durante un evento del programa, según recogió el diario El País, el Nobel peruano se refirió al acontecimiento político que despertó "la curiosidad del mundo por América Latina y, de paso, por su literatura" y que con el tiempo se convertiría en un muro entre ambos escritores: Cuba.
Preguntado por el "caso Padilla" —que dividió políticamente a los autores del boom en 1971, cuando el poeta cubano fue acusado de ser agente de la CIA— Vargas Llosa desveló que cuando se conocieron él y García Márquez, "los papeles estaban cambiados".
"Yo era muy entusiasta de la revolución; García Márquez, muy poco. Siempre fue discreto al respecto, pero él ya había sido purgado por el Partido Comunista cuando trabajaba en Prensa Latina junto a su amigo Plinio Apuleyo", contó.
A la pregunta de "¿qué pasó para que aquel discreto descreído terminara haciéndose fotos con Fidel Castro?", respondió que no lo sabía.
"Yo creo que tenía un sentido práctico de la vida y sabía que era mejor estar con Cuba que contra Cuba. Así se libró del baño de mugre que cayó sobre los que fuimos críticos con la evolución de la revolución hacia el comunismo desde sus primeras posiciones, que eran más socialistas y liberales", manifestó.
El caso Padilla marcó el inicio del divorcio entre la intelectualidad occidental y el régimen de Fidel Castro. Tuvo su origen en la publicación del poemario Fuera de juego, en 1968. La oficialista Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNAEC) en un primer momento otorgó su máximo galardón al libro. Pero las críticas a la revolución castrista que contenía acabaron provocando el encarcelamiento de su autor (Heberto Padilla) en 1971.
Padilla fue obligado a retractarse y a renegar de sus críticas al Gobierno en una declaración pública dirigida a la propia UNEAC.
Este episodio causó la reacción de numerosos intelectuales y una primera decepción generalizada respecto a los métodos del régimen.
Desde Vargas Llosa hasta Octavio Paz y Julio Cortázar, pasando por Simone de Beauvoir o Jean-Paul Sartre, Marguerite Duras, Pier Paolo Passolini, Alain Resnais o Juan Rulfo, una larga lista de escritores, cineastas y pensadores firmaron una carta en la que pedían explicaciones a La Habana y denunciaban los modos de actuación, que comparaban con los procesos de Moscú.
Padilla salió de la Isla en 1980 después de que la presión internacional obligara a Fidel Castro a liberarlo, aunque lo mantuvo bajo arresto domiciliario. Murió en 2000 en EEUU, donde trabajó como profesor en las universidades de Princeton, Nueva York, Miami y Auburn (en Alabama).
En su charla en Madrid, Vargas Llosa describió a García Márquez como alguien tan tímido y huraño en público como locuaz y divertido en privado.
El peruano es autor de Historia de un deicidio, en palabras de Gerard Martin, biógrafo de García Márquez, "uno de los homenajes más generosos y notables de la historia de la literatura que un gran escritor haya dedicado nunca a otro".
Vargas Llosa no solo ha escrito sobre García Márquez, sino que ha enseñado su obra en cursos universitarios en Puerto Rico, Reino Unido y España. De aquellas notas terminó saliendo el libro sobre el colombiano.
El autor de La fiesta del chivo aseguró que nunca volvió a ver a García Márquez y que recibió con pena la noticia de su muerte.
"Como la de Cortázar o de Carlos Fuentes. No solo eran grandes escritores sino que fueron grandes amigos. Descubrir que soy el último de esa generación es algo triste", concluyó.