La biblioteca Firestone, de la Universidad de Princeton, que guarda uno de los más grandes fondos de manuscritos y documentos de escritores latinoamericanos, incluye a partir de ahora una colección bajo el nombre del ensayista y académico cubano Roberto González Echevarría (Sagua la Grande, 1943).
La colección González Echevarría comprende su correspondencia con autores como Severo Sarduy, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Roland Barthes, Haroldo de Campos, Guillermo Cabrera Infante, Miguel Barnet, Antonio Benítez Rojo, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar.
Severo Sarduy es el autor más recurrente en la colección, que contiene manuscritos anotados por González Echevarría de las novelas Cobra, Cocuyo y Colibrí, así como cintas magnetofónicas, vídeos y otros documentos relacionados con Sarduy.
Incluye también una serie de cartas con Alejo Carpentier, la mayoría de ellas recogidas en el volumen Cartas de Carpentier (Verbum, Madrid, 2008).
González Echevarría (Sagua la Grande) es miembro de la American Academy of Arts and Sciences. Desde 1977 ocupa la cátedra Sterling Professor of Hispanic and Comparative Literature en Yale. En marzo de 2011, el presidente Barack Obama le otorgó, en la Casa Blanca, la Medalla Nacional de Humanidades. Además, posee varios doctorados y numerosas publicaciones las que se cuentan Alejo Carpentier: The Pilgrim at Home (Alejo Carpentier, el peregrino en su patria) y La ruta de Severo Sarduy.
El académico atesora en su casa una amplia biblioteca personal. Su rica colección privada sobre el béisbol le sirvió para escribir The Pride of Havana: A History of Cuban Baseball (La gloria de Cuba: historia del béisbol en la Isla).
"La colección de libros sobre pelota cubana y latinoamericana, sobre todo caribeña y mexicana, es muy rica. Tengo, por ejemplo, programas de la Liga Cubana de principios de los 50, y muchas fotografías que los peloteros me dieron o me dejaron copiar. Podría hacer todo un libro con ellas", explica González Echevarría.
Preguntado por el destino final de su biblioteca personal, responde: "Mi biblioteca personal y la colección de pelota debían terminar en la Biblioteca Nacional, o en Sagua la Grande".