Por los caminos de Fidel Castro, Díaz-Canel insiste en un maquillaje político que no funciona

Pese a la impopularidad y cero empatía de Miguel Díaz-Canel, así como la falta de legitimidad de su ejercicio del cargo, decidido a dedo por Raúl Castro, el aparato de propaganda del régimen insiste en investirlo con un halo de líder recurriendo a un lugar común: invocar el legado de Fidel Castro.

Primero fue el 20 de diciembre, con la marcha por el Malecón de La Habana. Luego, el 24 de diciembre, mientras muchos cubanos no tenían alimentos dignos para celebrar la Navidad, el gobernante y Roberto Morales Ojeda, secretario de organización del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), quisieron reeditar la cena de Fidel Castro con los carboneros de la ciénaga de Zapata en 1959.

Dada la involuntaria transparencia y falta de escrúpulos de la cúpula gobernante, Díaz-Canel no evitó mostrar el propósito de autobombo del acto: que Fidel "escogiera pasar con los más humildes la primera Nochebuena tras el triunfo de 1959 dejó un mensaje de altruismo, sensibilidad y compromiso con el pueblo", dijo, según recogió el diario oficial Granma.

Escudándose en celebrar el 65 aniversario del suceso, el gobernante insistió en "el evidente simbolismo" del gesto del dictador, consciente también de la función que el populismo tendría en su ejercicio del poder. Mas, en su caso, la cena no fue en una comunidad, sino en el Memorial Biblioteca 50 Aniversario de la Cena Carbonera con Fidel, una institución estatal dedicada a celebrar al fallecido líder ubicada en el poblado de Soplillar.

Si bien los reportes evitaron mostrar fotos o precisar qué se cenó, Díaz-Canel comentó sobre "el valor tremendo, en las condiciones actuales en que está el país", de esa ceremonia.

Y, reiterando su mensaje de fin de año, en el que agradeció a los cubanos por aguantar "sin llorar" la miseria en que su régimen los hunde, añadió que los vecinos de la ciénaga son "personas que tienen un valor tremendo, y ahí es donde uno también encuentra qué es lo que sostiene a la Revolución. Ustedes son parte del heroísmo de ese pueblo. Ustedes dan una energía tremenda para seguir luchando y peleando por la patria, por la Revolución y por el socialismo".

Luego, escribió en su perfil de X que "por duros que sean los tiempos, aquel año cambió para siempre a la ciénaga, que hoy es paraje emblemático y próspero".

Esta semana el lavado de imagen dio otra vuelta de tuerca, pues Díaz-Canel y Morales Ojeda, ahora acompañados por decenas de jóvenes militantes de las organizaciones políticas oficialistas y de Meyvis Estévez Echevarría, primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), subieron hasta la comandancia general de La Plata, en la Sierra Maestra, donde Fidel Castro tuvo su centro de mando durante su campaña guerrillera.

Otra vez la cúpula cargó con sus periodistas de plantilla y Granma tituló su crónica sobre el recorrido "Por los empinados caminos de la Revolución".

"Hoy subimos a La Plata junto a 65 jóvenes de todo el país. Estuvimos en los lugares por donde anduvieron Fidel, Raúl, Camilo, Che, Ramiro, Almeida, Guillermo, Celia, Vilma y una lista infinita de héroes y heroínas. Renovamos el compromiso con ellos y la Revolución que hicieron", escribió el lunes 6 de enero en X el gobernante.

El despliegue propagandístico volvió a disfrazar el propósito de fondo, pues justificó el esfuerzo y gasto de recursos en trasladar a la comitiva hasta tan remoto lugar con el aniversario 65 años de que Castro recorriera la misma zona acompañado de 390 jóvenes de las Brigadas Estudiantiles Universitarias.

Esta vez, la crónica que regaló una de las periodistas de la Presidencia señaló que "el monte es cosa de valientes y no se debe entrar en él si no se tiene suficiente determinación". 

Rodeado de adeptos, Díaz-Canel dijo que la expedición era un "verdadero encuentro con la historia. (...) Mañana vamos a estar distintos", y sobre el embargo de Washington contra La Habana, al que el régimen culpa de los males que sufren los cubanos, apuntó que "lo tienen que quitar sin nada a cambio". 

Lo lamentable de este despliegue de gastos y verborrea es que se trata de una fórmula ya probada: después del estallido social del 11 y 12 de julio de 2021, del llamado a sus seguidores a usar la violencia que hiciera el gobernante, la orden fue llevarlo a los barrios, hacerle fotos con gente humilde, simular interés por los problemas de sectores de la sociedad, con quienes se reunió en el Palacio de la Revolución.

Si a estas alturas la escasa popularidad del dirigente y el pésimo desempeño de la cúpula del régimen lo obligan a, rodeado de su seguridad personal pese a estar acompañado de sus partidarios, coreografiar ceremonias que invocan el legado de Fidel Castro, todo apunta a que su imagen sigue por los suelos. Ello, por no hablar de sus resultados como administrador de aquel legado.