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Salud

'Vivir en el campo es lo peor para una persona enferma en Cuba'

Moraima Parra Leyva vive en la pobreza extrema con su hijo de ocho años, que sufre una discapacidad severa.

Holguín
Moraima Parra Leyva y su hijo.
Moraima Parra Leyva y su hijo.

La miseria en los campos de Cuba, recientemente reconocida por el vicepresidente Salvador Valdés Mesa, se ensaña con los niños, que son quienes más sufren la desidia gubernamental, la desnutrición, falta de maestros, doctores y medicinas.

Para Moraima Parra Leyva, de 46 años, "la gran obra de la Revolución" que quiere recuperar el vicepresidente no puede ofrecerle los cuidados esenciales a su hijo de ocho años Carlos Alejandro. El niño nació con un tumor en la columna del que fue operado y que le dejó como secuelas atrofia muscular e incontinencia urinaria. No camina debido a las malformaciones en sus pies y no posee una silla de ruedas.

Moraima reside en Los Güiros, un caserío en las afueras del poblado de Velasco, Holguín. Vive sola con su niño en una casa de madera en peligro de derrumbe. Como no puede trabajar para cuidar a su hijo, recibe una pensión de 2.000 mil pesos, poco más de seis dólares al cambio en el mercado informal, el único que cuenta en Cuba.

Por su discapacidad motora, Carlos Alejandro es miembro de la Asociación Cubana de Limitados Físicos Motores (ACLIFIM), de la cual no ha recibido ni unas simples muletas que le ayuden a mejorar su movilidad.

"Yo lo llevo a la escuela cargado porque, aunque le pueden enviar una maestra a la casa, no es lo mismo", dice Moraima. "La maestra no viene todos los días y quiero que el niño no se sienta inferior a los demás, comparta con otros niños y no esté solo", explica. La madre también reconoce que la inestabilidad en la asistencia y los cambios de las maestras no contribuye al mejor aprendizaje del niño.

A Carlos Alejandro le gusta la escuela, pero su asistencia es irregular. Moraima señala que los pañales son imprescindibles para llevarlo, debido a la incontinencia urinaria que padece, pero para comprarlos en el mercado informal necesita entre de 4.000 y 5.000 pesos. Nunca ha recibido pañales gratuitos, aún teniendo un certificado de incontinencia urinaria. La carencia de pañales también afecta la asistencia a terapias en el policlínico comunitario al que igualmente lo lleva cargado. En la casa el niño permanece en calzoncillos. Los pañales son un lujo y debe ahorrarlos para las salidas.

La ausencia de ayuda gubernamental obliga a la madre a vivir de la caridad de instituciones como las iglesias y de ayudas privadas. El medicamento para la incontinencia urinaria de Carlos Alejandro es otro de los problemas que Moraima debe resolver porque no se fábrica en el país.

"El niño tiene que tomar cloruro de oxybutynin para la incontinencia urinaria, y la única manera en que puedo conseguirlo es a través de las donaciones de la Iglesia", declara Moraima. El oxybutynin controla los espasmos de la vejiga que producen la incontinencia. "Cuando se me acaba, tengo que esperar a ver si llega en la próxima donación, y si no llega no es posible que vaya a la escuela", explica.

La madre reconoce que la combinación del medicamento y los pañales permite que Alejandro pueda realizar sus actividades docentes y mejora su calidad de vida, pues aunque racione los pañales en casa el niño no está orinado constantemente.

La alimentación es otra de sus preocupaciones, por el bajo peso del niño. "Aquí mal comemos y la comida principal es viandas. El niño no tiene dieta médica y no le dan leche. Pasamos hambre porque a la bodega los productos tardan en llegar y yo dependo de la libreta (de racionamiento), no tengo nada más", señala.

"Necesito que me ayuden", ruega Moraima. "Mira las condiciones de mi casa, le entra agua por todos lados". La casa de madera está en peligro de derrumbe, solo unos postes colocados en las esquinas exteriores sostienen el techo e impiden su caída". El cielo y los rayos solares, visibles dentro de las habitaciones de la casa, avisan de la precariedad del techo. El piso de cemento está cuarteado, y es irregular, con partes de tierra.

"Cuando llueve se moja todo", afirma Moraima. "He ido a las oficinas de Vivienda en Holguín varias veces, nunca me han dado nada, ni siquiera la posibilidad de comprar algunas tejas para arreglar el techo". Moraima, junto a una amiga activista, envió cartas al Poder Popular, y la delegada Sonia Chacón se niega a darle la ayuda sin ofrecerle explicaciones.

"Hace varios meses no llevo al niño a la terapia", dice Moraima. "Entre la situación de la electricidad, la incontinencia urinaria y que tengo que llevarlo cargado a caballito se me ha hecho imposible. Además de que debo garantizarle la comida. Muchos problemas para mí sola. Vivir en el campo es lo peor para una persona enferma", concluye.

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¡El Bloqueo! ¡El Bloqueo! ¡El Bloqueo! ¡El Bloqueo! ¡El Bloqueo! ¡El Bloqueo! ¡El Bloqueo! ¡El Bloqueo!...

Si la vida en Cuba es precaria hasta para los que viven en una buena casa en La Habana, que podemos dejar para esta pobre gente, un verdadero calvario.