Jerislandys Marcos Marcos, Diana María Pérez Lara y Wendy Ramos Cáceres tienen tres cosas en común: son cubanos, sus vidas cambiaron en el Aeropuerto de Barajas, Madrid, y a los tres les tendió la mano el proyecto Cobijo, que dirige en la capital española el sacerdote cubano Bladimir Navarro.
'Ese hombre me abrazó como si me conociera de toda la vida'
Jerislandys, un ingeniero informático de 39 años, llegó a Rusia en 2022. Optó por Europa porque la travesía hacia Estados Unidos es mucho más cara, pese a que está más cerca de Cuba. Desde Rusia, donde trabajó durante ocho meses y estuvo "ahorrando al máximo", viajó a España a través de Serbia, Turquía, Bosnia, Croacia, Eslovenia, Italia y Francia, en un grupo de 11 personas, que incluía a una niña de cuatro años.
Durante la travesía de 11 días, estos 11 cubanos tuvieron que esconderse de la Policía, dormir "a la intemperie con tremendo frío", cruzar un río helado, y subir una cuesta empinada y resbalosa. Encima, se perdieron de noche en un sitio rural donde no había caminos.
Jerislandys llegó a Madrid el 13 de octubre de 2022, sin dinero, ni amigos, ni a dónde ir. Decidió irse al Aeropuerto de Barajas para dormir y porque allí había internet.
"En la calle no tenía WiFi ni la más remota idea de cómo conseguir un teléfono con línea de aquí. En el aeropuerto, con WiFi, podía mantenerme comunicado".
Allí estaba cuando le escribió la persona que lo había guiado desde Madrid durante el viaje que emprendió en Rusia. Esa persona le envió el teléfono del padre Bladimir.
"Ya, después, el padre Bladimir me contó que estaba rezándole a la Virgen y le preguntó: '¿qué regalo tienes para mí hoy?'. Entonces, le entró mi mensaje", dice Jerislandy.
El padre Bladimir le envió la dirección y le dijo que cogiera un taxi, que él lo pagaría, y que lo esperaba para que almorzara.
"Él puede testificar las condiciones en las que llegué: todo flaco, sucio, maloliente, un andrajoso literal. Ese hombre me abrazó como si me conociera de toda la vida; me abrazó como a un familiar más. No miró ni en la condición en la que yo estaba. Le pagó al hombre, me llevó para su casa. Me dijo: 'báñate y vamos a comer'".
Al otro día, el sacerdote proveyó a Jerislandy de ropas y calzado, gracias a las donaciones que recibe Cobijo de buenos samaritanos.
A diferencia de Jerislandys, Wendy Ramos Cáceres no pensaba quedarse en España. Estaba en el aeropuerto para regresar a Cuba, cuando sufrió una crisis de una enfermedad crónica y tuvo que ser hospitalizada, por lo que perdió el boleto.
Los médicos que la atendieron en Madrid le dijeron que si regresaba a Cuba su esperanza de vida se reducía a menos de un año. En España, donde tiene disponible el tratamiento y las medicinas que necesita, esa esperanza aumentaba considerablemente.
"Primero estuve con unas monjas y luego, a través de un periodista de El Debate, me puse en contacto con el padre Bladimir. Enseguida que hablé con él, me dijo: 'sí, vente tal día'", cuenta esta licenciada en Historia del Arte.
Diana María Pérez viajó a España sola para recomenzar su vida y darle un mejor futuro a su hija de 21 años. Para emigrar, tenía una ventaja con la que no contaban ni Jerislandys ni Wendy: la nacionalidad española.
Aunque desde Cuba conocía al padre Bladimir y sabía de su proyecto en España porque lo seguía en Facebook, no pensaba acudir a Cobijo. Ya tenía pagado un alojamiento en Galicia, donde tenía la posibilidad de empadronarse y le habían contado que la vida era "mucho más barata que en Madrid". Pero hubo un imprevisto.
"Me hicieron un conecto de tres ciudades hasta llegar a La Coruña y perdí el primer bus. No había más hasta el otro día por la mañana. Yo me iba a quedar en el aeropuerto, a esperar hasta las 10:00 de la mañana del otro día. Entonces, una amiga de mi hermana llamó al padre Bladimir y le dijo: 'la hermana de Ileana está en el aeropuerto, no la puedes dejar ahí. Y rápidamente Bladimir me mandó a buscar", cuenta Diana María.
Esa noche, el sacerdote intentó convencerla de quedarse en Cobijo, pero ella tenía sus planes y al día siguiente partió para Galicia, donde tuvo el segundo tropiezo: "la señora que me había rentado el cuarto me había dicho que no había ningún problema, que ella me iba a acompañar a hacer los primeros trámites. Y cuando llegué, no fue así".
"Rápidamente le escribí a Bladimir: 'acepto su oferta, el sábado estoy allá'".
'Él dormía en un sofá de su casa y nosotros en su cuarto'
Diana María lleva más de tres meses en Cobijo, donde comparte el cuarto con Melissa, una cubana de 17 años que emigró a España con sus padres.
Sobre la convivencia entre las tres familias que se encuentran albergadas en este piso de Alcobendas, Madrid, Diana María dice que "siempre tratamos de ser como una familia".
"Tratamos de respetar los espacios de las personas. Nos ponemos de acuerdo para la cocina, para la limpieza, para lavar. Si tenemos que comprar algo en común, también compartir los gastos", explica Diana María.
Melisa describe la convivencia como algo "muy relajado", a pesar de que conviven tres familias y solo hay una cocina. "Cocina el que esté en la casa" para todos "y comemos todos en la mesa".
"Puede que una persona que trabaja llegue más tarde y entre a bañarse. Los demás podemos hasta sentarnos y empezar a comer, porque a veces llega a las 10:00 de la noche. Y cuando esa persona que llegó tarde se sienta a comer, pues nos sentamos y lo acompañamos", detalla su madre, Ibis.
En cuanto a los baños, Melisa explica que hay dos; por tanto, no se crean situaciones incómodas a la hora de usarlo.
Los padres de Melisa, Ibis y Carlos, también supieron del proyecto Cobijo desde Cuba. Tenían la nacionalidad española, pero no dónde quedarse en España. Cuando se lo contaron a Bladimir, él les dijo que, si sacaban los pasajes y volaban a Madrid, él les daría alojamiento.
"Nos dimos a la tarea de preparar todos los documentos. Eso demoró un tiempo. Cuando todo estuvo listo sacamos el pasaje y vinimos. Él nos mandó a buscar al aeropuerto y nos llevó hasta su casa y ahí supimos que Cobijo estaba lleno. Las casas estaban llenitas. Y él nos alojó en su propia habitación, que nos dio muchísima pena, pero le estamos muy agradecidos. Él dormía en un sofá en la sala de su casa, y nosotros, en su cuarto. Ahí estuvimos 15 días, hasta que aquí hubo un espacio y nos pasaron para acá", cuenta Ibis.
'La verdadera solidaridad'
Desde principios de agosto de 2022, cuando el padre Bladimir recibió las llaves de la primera vivienda, donada por una señora de su parroquia, las casas de acogida de Cobijo se han multiplicado hasta llegar a 18 (en septiembre eran 19, pero hubo que cerrar una). Una de las que fue abierta más recientemente, en agosto, es "para niños cubanos que estén enfermos y lleguen aquí", explica el sacerdote.
También se han multiplicado los cubanos que necesitan alojamiento, tanto que no siempre hay espacio para todos los que llegan. A mediados de septiembre eran 127 los cubanos que se encontraban acogidos por el proyecto. Hoy son 125, porque dos lograron independizarse.
Si se suman todos los que han recibido comida y ropa, orientaciones, tarjeta de transporte (277), son casi 400 los atendidos en lo que va de año.
Pero Cobijo ha hecho más. "Con la ayuda del Banco Santander y de otras fundaciones, hicimos posible que los niños tuvieran un verano digno. Lo primero que hicimos fue un campamento urbano en Alcobendas, con más de 30 niños, de los cuales 15 eran cubanos".
El campamento se llamó "Despertando talentos" y fue una oportunidad para que los niños descubrieran su talento para la pintura, el baile, el deporte y otras actividades.
"Luego, tuvimos la dicha de mandarlos a Valencia", cuenta el sacerdote. Allí los niños estuvieron 12 días y, según el padre Bladimir, "no querían regresar".
¿De dónde sale el dinero para contar con 18 casas y ayudar a tantos cubanos? El padre Bladimir aclara que no recibe nada de la administración pública y que "Cobijo es fruto de las alianzas entre muchas fundaciones, asociaciones". Muy recientemente, el Ayuntamiento de Alcobendas decidió ayudar al proyecto, pero la ayuda aún no se ha materializado.
Sobre las fuentes de financiamiento, el sacerdote asegura, respetando a quienes no son creyentes, que "una es que Dios nos provee. Cuando estamos a punto de quedarnos en rojo, siempre aparece alguien que dice: 'mira, te damos una donación para que puedas pagar los pisos'".
A la otra le llama "el ecosistema de amigos". Uno le da un poco de arroz, dice; otro, un colchón; otro, un televisor.
El sacerdote destaca que "los españoles quieren a los cubanos", y por eso muchos ayudan al proyecto.
Pero también, los cubanos que pasan por Cobijo, una vez logran independizarse y tener estabilidad económica, hacen su contribución.
"Esa es la verdadera solidaridad", señala el padre Bladimir. "Ese es el verdadero sacrificio por el otro. Estos cubanos, que llegan a Madrid y van saliendo adelante, van pagando sus deudas y ya van teniendo un dinerito, están ayudando a otros cubanos que van llegando".
"Eso también es digno de decir. Cobijo existe por esos que ya se han ido de Cobijo y están dando sus aportes para que esta obra siga en Madrid", recalca.
Ejemplo de esta solidaridad entre cubanos fue la Expoventa benéfica Esperanza de los cubanos, realizada en septiembre, en la que se subastaron obras de 17 artistas de la Isla.
En total, se vendieron 15 obras y el 30% de lo obtenido por los artistas fue donado a Cobijo. Varios de esos artistas habían recibido la ayuda de Cobijo. Una de las personas que pudieron adquirir cuadros, también fue beneficiada por el proyecto cuando se encontraba desamparada con su hija en Madrid.
La curadora de la exposición fue Wendy Ramos Cáceres, quien ahora vive con miembros de su familia que llegaron a Madrid.
Jerislandys, quien ya tiene un empleo fijo como programador, aunque aún vive en un piso de Cobijo, hace un aporte monetario a Cobijo cada mes. También fue el creador de la página web del proyecto.
Si no es con un piso, será con comida, ropa, una orientación, pero el proyecto seguirá cobijando a los cubanos
El sacerdote está consciente del "efecto llamada" que puede tener el proyecto entre los cubanos que están dentro de la Isla, y de que puede verse desbordado y obligado a decirle que no a alguna familia necesitada de alojamiento. Pero asegura que el miedo no lo frena y que cuando deba decir "no" será "un no pasado por un abrazo, un '¿en qué te puedo ayudar?'".
Si no es con un piso, será con comida, ropa, una orientación, pero el proyecto seguirá cobijando a los cubanos, asegura el padre Bladimir.
Las personas interesadas en apoyar a Cobijo pueden comunicarse con el proyecto a través de sus redes sociales. El sacerdote aclara que no solo se puede ayudar con dinero, ropa o comida, sino también con tiempo. Se agradece que una persona deseosa de ayudar a Cobijo dedique una tarde a sacar a los niños de una casa a pasear o a conversar con los acogidos.
El sacerdote cuenta con satisfacción que a finales de octubre Melissa y sus padres consiguieron independizarse y ahora viven en Córdoba.
Diana María continúa en el piso de Alcobendas, con la esperanza de lograr también la independencia y la estabilidad económica que le permitan traer a su hija a Madrid.
Pues si, muy interesante esta historia. Perdonen el poco caso en este foro. Aquí los dinosaurios solamente se motivan para expresar su reconcomio. Que los cubanos se ayuden unos a los otros no es motivo de interés para la mayoría de los foristas 😞. Lo siento.
Esa es la verdadera identidad que nos une más allá de las causas políticas.
Esa es la verdadera caridad cristiana.