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Emigración

Dos migrantes cubanas y su hija de tres años: abuso policial y mucho miedo en un viaje de Serbia a España

La travesía de Karla Alejandra Fuentes Gómez, Idalmis Pons Ferrer y la niña duró 24 días y fue 'terrible', según cuentan a DIARIO DE CUBA.

Madrid
Idalmis Pons Ferrer y Karla Alejandra Fuentes Gómez con su hija de tres años.
Idalmis Pons Ferrer y Karla Alejandra Fuentes Gómez con su hija de tres años. Diario de Cuba

Las migrantes cubanas Idalmis Pons Ferrer (37 años) y Karla Alejandra Fuentes Gómez (23 años) llegaron a España con su hija de tres años después de atravesar cinco países, en un viaje lleno de obstáculos durante el cual durmieron en las calles y en bosques.

La pareja decidió salir de la Isla con su niña por "la condición general que hay ahora mismo" en el país, explicó Karla en entrevista con DIARIO DE CUBA. "Mi hija se enfermó, le dio una crisis de asma muy grande, la tuve en cuidados terapéuticos dos meses antes de irnos. El pediátrico de Centro Habana, por supuesto, estaba sin condiciones ni medicamentos. A la niña por poco le ponen una sobredosis. Entró por una cosa y salió con otra enfermedad. Ya eso para mí fue lo último, porque no era la primera vez que yo tenía a la niña ingresada en Cuba", relató.

Por su parte, Idalmis señaló que "en Cuba, siendo un país tan lindo, no hay nada. Hay que salir de ahí obligatoriamente. No se puede vivir así", lamentó.

¿Ser homosexuales en Cuba les trajo algún problema?

Karla: En Cuba ser gay es lo peor que le puede pasar a alguien. Supuestamente hay leyes que nos amparan de cierta manera, pero es otra cosa, todo es detrás del telón. Los matrimonios gays que ahora aprobaron son supermal mirados, eso no es secreto para nadie.

Yo estudié Alojamiento Hotelero en Cuba. Cuando fui a entregar mis datos en una bolsa de interesados para trabajar en el turismo que quedaba en Kholy, municipio Playa, me acompañó la que era mi pareja en ese momento. El trato fue horrible, por supuesto nunca me llamaron. Ya después uno se acostumbra a vivir así. Cuando tuve a la niña ingresada, para que a Idalmis la dejaran pasar fue una historia.

Nuestras familias y amistades nos aceptaban como éramos, pero era bastante mal visto el hecho de que estuviéramos juntas. Es tanto el nivel de homofobia que hay en Cuba, que faltando dos días para irnos, eso nos afectó.

Nosotras teníamos pasaje para volar a Serbia el 23 de junio con escala en Suiza. El 21 de junio nos enteramos de que había que presentarse en la embajada suiza para obtener un visado de tránsito. Cuando fuimos, nos pidieron muchísimos documentos y tuve que pagar para legalizarlos más rápido en el MINREX (Ministerio de Relaciones Exteriores). Nos pedían muchísimos requisitos para una estancia en Suiza que no llegaba ni a las tres horas. Entonces, la cónsul me preguntó si la niña no tenía papá. Cuando le expliqué que no, me dijo que si me iba de Cuba con ella y me pasaba algo, ¿quién la reclamaría? Entonces, nos denegaron la visa. Así perdimos 2.800 euros en pasajes, porque la aerolínea nos dijo que eso no era culpa suya y no reembolsarían nada. Solo se pudo ir Idalmis.

¿Cómo pudieron irse tú y la niña?

Karla: Empezaron los vuelos para Serbia con escala en Alemania. Tuvimos que sacar el pasaje a través de una tercera persona en EEUU, porque si lo hacíamos desde Cuba nos daba bateo (problemas) en el aeropuerto y podían denegarnos el viaje. Volé el 6 de julio y no tuve ningún problema porque le pagué en dólares a una persona que trabajaba en el aeropuerto, de los que te hace en check in. Si te quieres ir y la cosa está en candela, tienes que buscarte una amistad allí. De mi vuelo se quedaron ocho personas en Cuba sin poder abordar el avión.

Idalmis: Ya no pensaba ver a Karla, porque como estaban las cosas… había perdido más de 3.000 euros entre todo, y ¿de dónde íbamos a sacar más dinero?

¿Qué hicieron en Serbia cuando se reencontraron?

Karla: Idalmis compartía piso con unas amistades, dos muchachos jóvenes, pero decidimos irnos de allí porque estábamos en la sala. Nos mudamos a una renta pequeña. Idalmis sí quería irse, pero a mí me daba miedo por la niña. Tampoco nos quedaba dinero. Yo no podía trabajar porque no tenía con quien dejar a la niña.

Idalmis: En Serbia el mismo cubano te estafa. Te cobran comisión por buscarte trabajo o renta. Mi trabajo consistía en limpiar a la semana 15 o 16 edificios.

Quien nos buscó la renta fue una pareja de cubanos que exigieron una comisión del depósito. Resulta que la casa estaba pagada hasta el 26 nada más y nosotros entramos el día 15. El dueño nos escribió y nos dijo que nos teníamos que ir. Los cubanos se quedaron con el dinero y desaparecieron. Nosotros no sabíamos nada de ellos. El día 25 nos botaron.

Nos fuimos para un apartamento muy pequeño, y la primera noche no dormí porque la vecina de al lado le daba golpes a la pared. Se escuchaban gritos de un hombre también. Al día siguiente, la muchacha, que era serbia, me explicó que hizo eso porque quería vengarse de la bulla que generaban los inquilinos anteriores en ese piso. Al final, terminamos siendo amigas y nos ayudó muchísimo.

Allí, por ser migrantes, pagábamos 160 euros. Mi vecina pagaba 100 euros por una casa igual. Al final, siempre se abusan de los extranjeros.

Esa muchacha nos ayudó a encontrar otra renta más barata y mejor. El problema estaba en que frente a la nueva renta vivía la mamá del dueño, y esa mujer nos hizo la vida un yogurt. Nos decía que le cortáramos la lengua a la niña porque le molestaba el llanto. La niña tenía los horarios cambiados, se levantaba a las 12:00 de la noche y no se acostaba más hasta las 8:00AM.

Idalmis: En Serbia había mucha homofobia. La mujer esa nos mandaba a buscarnos un marido, porque ella no entendía cómo nosotras éramos pareja.

Ahí fue que decidimos salir hacia España. Esos últimos días en Serbia hubo problemas con Kosovo y sonaban las alarmas de guerra todo el tiempo. Fue terrible para nosotras.

¿Cuándo salieron de Serbia y cómo planificaron el viaje?

Karla: Le pedimos dinero a las amistades y la familia. Juntamos como 2.000 euros y con eso organizamos la travesía. Pero dos días antes de salir nos quedamos en la calle porque la señora esa ya no quería que viviéramos allí. En ese momento nos recogió una Iyawó que había ido en el mismo vuelo que yo para Serbia y trabajaba con Idalmis limpiando edificios.

Para salir de Serbia, cogimos un bus desde Belgrado hasta un punto cercano a la frontera con Bosnia y Herzegovina. Desde ahí tuvimos que caminar siete u ocho kilómetros por una carretera. Llegamos a un punto (río Drina) y nos recogió un bote con motor para cruzar la frontera.

A ese bote le han caído a tiros en varias ocasiones, pero nosotras en ese momento no sabíamos nada. Nos fuimos enterando de esas cosas cuando encontrábamos a algún cubano que había pasado por eso.

Quienes estaban en el bote eran unos hombres encapuchados, a mí se me quería salir el corazón del pecho. El viaje duró menos de un minuto y al bajarnos ya estábamos en Bosnia. Nos cobraron 50 euros por cada una, incluso por la niña, nos cayeron detrás para reclamarnos el pago de ella.

Todo eso lo cuadró un guía que nosotros teníamos. Él nos dio un mapa con una ruta marcada por varios puntos que debíamos seguir.

¿Y una vez en Bosnia?

Karla: Si en Bosnia te coge la Policía no te pasa nada, porque te dan refugio internacional. El trato de las autoridades de ese país con los migrantes es muy profesional. El guía nos dijo que debíamos coger un carro que nos llevara al primer campamento para migrantes. Allí había que obtener una identificación que permitía estar legal en Bosnia.

Ese viaje en carro hasta el campamento nos costó 150 euros a cada una. Fue la cosa más impresionante del mundo, llegaron dos Audi a mucha velocidad, chillando goma.

Idalmis: Nos decían "¡Go! ¡Go! ¡Go!", para que nos apuráramos.

Todo con las puertas abiertas, como en las películas. Yo me quedé impresionada porque estábamos esperando un taxi. A Idalmis le temblaban las manos, yo no hablé en todo el camino, fueron cuatro horas con esa gente. Teníamos miedo porque en todos los países hay tráfico de personas, de órganos, de niños…

Nos dejaron en los bajos del campamento y tuvimos que subir una carretera muy empinada por dos kilómetros aproximadamente. Era tarde, la niña estaba dormida y hacía un frío tremendo.

¿Cómo les fue en ese primer campamento en Bosnia?

Karla: Allí nos dieron habitaciones, mucha comida y culeros para la niña. Había hasta una escuela para que ella fuera. Los juguetes estaban botados. Había de todo en ese campamento, cosas que en Cuba no hay. Nos dieron mucha ropa también. En la peluquería podías hasta teñirte o cortarte el pelo.

Después de estar varios días allí cogimos un bus para ir para el segundo campamento de Bosnia, en Bihac, cerca de la frontera con Croacia. Ese bus lo revisó la Policía cuando llevábamos tres horas de camino. Esa gente te huele, tú puedes andar vestido con la mejor pinta, que ellos saben. Nos pidieron la documentación, pero nosotros la habíamos escondido porque a muchos cubanos les estaban quitando el pasaporte, y si tú llegas a este país sin pasaporte…

Entonces, la Policía nos bajó del bus, nos metió en una caseta de la Cruz Roja como cinco horas. Allí esperamos a la gente de OIM (Organización Internacional para las Migraciones), y ellos nos llevaron para el segundo campamento.

¿Cómo les fue en ese campamento?

Karla: En ese segundo campamento había muchos cubanos. Las condiciones eran buenas allí también y había hasta psicólogos para tratar a los migrantes. El problema es que cuando te viran de Croacia a donde te regresan es allí. Había cubanos con cortadas en los pies, con espinas. Algunos llegaban y se arrodillaban en la puerta del campamento.

Yo tuve ataques de ansiedad. Los cubanos hacían cuentos de que vieron osos y lobos, de que sufrían hipotermia en el medio de monte. Nos quedamos una semana porque la lluvia no nos dejaba avanzar. Esa semana que nosotros estuvimos allí no vimos que nadie coronara (llegar a Croacia sin ser detectado por las autoridades), a todos los viraban para atrás. La travesía era conocida en el campamento como "The Game" (El Juego).

¿Cuándo salieron para Croacia?

Karla: Yo no lo quería hacer porque esa parte era muy peligrosa y no quería exponer la vida de mi hija. Al final, cruzamos hacia Croacia el 6 de septiembre. Nos recogieron unos carros negros.

En el campamento solían decir que en Croacia hasta los perros tienen celular, porque allí todos te echan para adelante. En Croacia no te puede ver ni una mosca mientras haces la travesía. Por eso, en cuanto nos bajamos de los autos, entramos al monte. Nos tiramos por una loma y las nalgas se me llenaron de espinas. Cuando yo vi aquello empecé de nuevo con lo de virar para atrás.

Ese bosque era la cosa más espantosa que he vivido yo en mi vida. No te veías ni las manos. No podías encender el teléfono porque los drones te detectaban, había muchos vigilando. Se podían ver por el bombillito rojo ese que parpadea. Yo realmente no vi ningún animal, pero los sentíamos trotar. El bosque se estremecía. La noche para mí fue negra, con mi hija, tiradas en suelo. Así estuvimos desde las 8:00 de la noche hasta las 6:00 de la mañana, sin pegar un ojo.

En cuanto amaneció empezamos a caminar para llegar a Croacia. Se nos quedaron sin internet todos los celulares, no teníamos agua, estábamos mal… Por suerte, vimos un terraplén y lo cogimos porque eso estaba marcado en el mapa. Decidimos llegar hasta una carretera para que la Policía nos cogiera y nos virara para atrás.

¿Cómo lograron salir de esa situación?

Karla: Empezamos a buscar algún pueblo o casa para poder tener internet. Idalmis empezó a pedirle a sus santos que pudiéramos encontrar a alguien. La niña tenía hambre. Cuando íbamos a prepararle un biberón en un descampado, sentimos un trote muy fuerte que se acercaba. Escuchamos tiros. Eran ocho Policías que venían con las pistolas en la mano. Nos dijeron que nos mantuviéramos en el piso y preguntaron de dónde éramos.

Idalmis: Ahí nos revisaron todo, pero yo tenía escondido mi pasaporte. Porque el problema es que ellos te quitan la documentación y te sueltan, pero no te la devuelven.

Karla: Idalmis escondió 500 euros y nuestros tres pasaportes en el fondo de una mochila. Le levantó el forro, metió todo eso, y coció después. Cuando me preguntaron qué edad tenía la niña, yo empecé a llorar porque me apuntaron con la pistola y la niña comenzó a gritarme: "¡Mamá nos van a matar, nos van a matar! Los policías son malos, nos quieren matar". Del susto, la niña se orinó encima de mí. El policía me gritaba: ¡Don't cry, shut up! (No llores, cállate). Esa gente era como perros. Todo el tiempo con la pistola en la mano. A raíz de eso actualmente la niña no puede ver a un policía, se pone mal.

Nos echaron un spray como para desinfectarnos y nos metieron en una furgoneta donde no se veía la luz del sol. Terminamos dentro de un contenedor en una estación de Policía. En ese lugar había muchas moscas y abejas. Idalmis llegó con la presión baja. No había ni agua, teníamos que coger la del baño. Nos quitaron todo. Al rato nos soltaron con una orden de deportación que decía que teníamos siete días para salir de Croacia. Si al octavo día ellos nos volvían a detener iríamos presas hasta que nos pudieran devolver a Cuba.

¿Qué hicieron entonces?

Karla: Con ese papel nos fuimos directo para la capital, Zagreb, cogimos un taxi. A los diez minutos de viaje nos paró la Policía. Los oficiales estaban vestidos de civil y andaban en un carro particular. Eran de Inmigración. Nos dejaron seguir.

En Zagreb nos quedamos en un hotel que estaba lleno de literas, parecía un albergue. Al otro día, salimos sin ropa limpia y aún cansadas, para la terminal de autobuses. Cogimos una guagua hasta un pueblo fronterizo y nos metimos igual en el monte. Ahí estuvimos desde las 10:00 de la noche hasta las 6:00 de la mañana dando vueltas. La niña se cayó tres veces. Todo estaba mojado porque había llovido.

Idalmis: Yo me caí por un barranco y por poco me mato. Caí en un río seco, yo estoy haciendo el cuento aquí hoy de milagro.

¿Cómo fue la entrada a Eslovenia?

Karla: Vimos a una mujer paseando un perro. Y le pedimos que llamara a la Policía porque ya no podíamos más. Nos llevaron para una estación y en una sala nos echamos a dormir sobre unos colchones que nos dieron. Dormimos como seis horas así mismo con todo ese fango que traíamos encima. De ahí nos llevaron para un campamento de migrantes.

En ese lugar el desayuno era bufet. Los cubanos tú sabes cómo vivíamos eso. Aquello era una cosa loca, como estar en un hotel de Varadero. Los yogures de vasito, el queso, el jamón, súper todo. Estuvimos 13 días en ese lugar porque ahí iniciamos un proceso de asilo. Salimos cuando nos dieron un carnet y cogimos un autobús para Trieste. Desde ahí tomamos un tren para Milán.

La primera noche en Milán tuvimos que dormir en la calle porque no teníamos dinero. Ahí todo era supercaro y vimos mucha delincuencia. Pasamos tremendo frío en una parada de autobús. Nos metimos en los bajos de un edificio y llegó un negro con tremendo mal carácter a botarnos de ahí. Nosotras temíamos que nos llamaran a la Policía.

Para coger el autobús que venía hasta Barcelona fuimos hasta Génova. Allí sí nos quedamos en un hotel gracias al dinero que nos mandó mi familia. Cuando llegamos a Barcelona yo tenía los pies tan hinchados que no podía ponerme los zapatos. Estuvimos cinco días en un centro de refugiados. Una amistad de la infancia trató de resolverme una habitación, pero por gusto.

Decidimos venir para Madrid y aquí nos acogimos a varios programas de ayuda que ofrece el Gobierno.

¿Qué planes tienen ahora?

Karla: Yo no me quisiera ir de aquí porque España fue el país que me abrió las puertas. Quiero que mi hija crezca aquí, quiero estudiar. También quisiera tener una fundación para ayudar a los migrantes porque lo que yo pasé no se lo deseo a nadie. Yo tengo que ayudar a la gente, porque emigrar de la forma en que nosotras lo hicimos es terrible.

No es fácil verse en la calle sin un par de zapatos, sin blúmer y sin dinero en la cartera; sin saber para dónde coger. Nosotros nos bañamos en toda la travesía como ocho veces y estuvimos 24 días de camino. La niña de tantos sustos que pasó se orinaba por las noches. El tema de los policías a ella le afectó muchísimo.

¿Volverían a hacer lo mismo?

Karla: ¿Para salir de Cuba? Por supuesto, 2.000 veces lo volvería a hacer. Allá no hay nada, si no hubiese sido de esta manera, me hubiese ido en una lancha. Al final en Cuba no hay libertad y no vives, ¿quién vive sin libertad? Entonces, morir y vivir sin libertad viene siendo lo mismo.

Idalmis: A mí lo único que me interesa en Cuba son mis santos que los tengo que sacar de allá. Yo salí de Cuba por la homofobia, porque quiero ser feliz con mi familia. Si Dios me permite, ponerle a mi hija mis apellidos, tener otro hijo y crear una familia para mí. Eso en Cuba no lo podía crear.

Si alguien desea ofrecer cualquier tipo de ayuda a esta familia puede hacerlo a través del teléfono de Karla: +34 671722310.

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