Cuando el pasado 20 de abril el Gobierno provincial anunció "nuevas medidas para la compra en tiendas de La Habana", los habaneros intuyeron el advenimiento de otra vuelta de rosca a la ya severa escasez y desabastecimiento de alimentos.
La justificación gubernamental —"hacer más viable la venta, lograr mayor equidad y disminuir la aglomeración de personas en los establecimientos"— ha sido interpretada por los habaneros como "una mentira más" y una "cortina de humo" para ocultar el temor del régimen a otro estallido de protesta nacional similar a la del 11 de julio de 2021 (11J).
"Ni siquiera se trata de controlar a los coleros, acaparadores o revendedores, sino de ocultar las enormes colas, donde los ánimos caldeados puedan subir de tono y una cola se convierta en la chispa para otro 11J", especula Dionisio Martín Quiroga, residente del municipio San Miguel del Padrón, una de las muchísimas barriadas donde hace casi dos meses "no surten pollo, por ejemplo".
"El Gobierno tiene la misma cantidad, o menos, de productos a ofertar. Tiene los mismos transportes, o menos, para las operaciones de abastecimiento. Y tiene la misma cantidad, o menos, de trabajadores. Si nada de esto alcanzaba para surtir cuatro tiendas en seis municipios, cómo podríamos creer que se logrará 'mayor equidad' en los 15 municipios que tiene La Habana. En poco más de un mes de aplicada esta última medida, los habaneros de a pie, que solo podemos mirar desde lejos las tiendas en MLC, seguimos en los mismos puestos: haciendo colas durante días, sin tan siquiera saber cuándo y cuáles mercancías llegarán a las tiendas de nuestros barrios", fustiga Martín Quiroga, en referencia directa al primer experimento del régimen, hace dos años.
En septiembre de 2020, como parte de las medidas paralelas al toque de queda, las autoridades de La Habana establecieron la restricción de comprar en mercados y tiendas que no fueran del municipio de residencia de la persona. Para cualquier tipo de compra se exigía, como documento acreditativo, el carné de identidad. El jefe del grupo temporal de Comercio del Consejo de Defensa Provincial en La Habana, Luis Carlos Góngora Domínguez, admitió entonces que los suministros no eran equitativos desde el punto de vista geográfico, pues "favorecen más a los municipios centrales de la ciudad y menos a la periferia".
Este funcionario también aseguraba entonces: "Las colas van a existir siempre. Ninguna de estas medidas tiene la capacidad de evitarlas porque los suministros no nos lo permiten".
En los casi dos años transcurridos desde entonces, el panorama continúa siendo el mismo. La actual justificación del régimen no se sostiene más allá de las promesas. Una fuente en la dirección provincial de Comercio Interior en La Habana, asegura que el retorno de esta medida tiene un único objetivo: "evitar a toda costa cualquier concentración de ciudadanos que pueda catalizar una protesta multitudinaria, pues el fantasma del 11J le roba el sueño al Partido [Comunista]".
"Cualquier otra justificación es totalmente mentira. La prueba del fracaso quedó más que demostrada durante el arrecio de contagios por Covid, cuando se utilizó como medida de aislamiento y evitar la movilidad ciudadana, que la población adquiriera los productos en sus respectivos municipios de residencia. Esto provocó, como se sabe, millares de quejas porque el abastecimiento y surtido no era ni equitativo ni regular para aquellas comunidades de la periferia. Los mismos motivos por los cuales se quejan hoy los habaneros. Es decir, el cuartico sigue igualito", refiere esta fuente.
Mientras esto ocurre, los precios en el mercado informal, a consecuencia de la inflación que atraviesa el país, se disparan "casi diariamente" en un país donde el salario medio no supera los 3.838 pesos, y cualquier libra de pollo, carne de cerdo o pescado se cotiza entre los 130 y los 200 pesos. Por su parte, la carne de res llega a costar hasta 350 pesos la libra.
"El último módulo de la compra del mes, además de carísimo, no incluyó nada de alimentos", critica Arletis Castro, madre de una menor, y una de las habaneras que, bajo las nuevas medidas, solo puede comprar en la plaza Cuatro Caminos.
"Todo fue aseo personal, a excepción de dos tubos pequeños de picadillo y dos litros de aceite. El costo total fue de casi 2.000 pesos. Ni leche, pollo, carne, café, puré de tomate. Ni siquiera condimentos. Si eso es lo que hay en Cuatro Caminos, no quiero imaginar qué es lo que llega a las tiendas de municipios más lejos", señala Castro.
Adalberto Chaviano, vecino de la barriada Buena Vista, Playa, no ha podido averiguar cuál tienda le fue asignada para realizar sus compras.
"Pensé que podría comprar en cualquier establecimiento de mi municipio, pero resulta que mi bodega está asignada a una tienda específica y que nadie sabe cuál es con exactitud. Cuando regreso de mi trabajo ya la bodega está cerrada y ni el delegado sabe esta información. Llevo un mes sin poder comprar siquiera los cigarros, y tengo que pagar a 180 pesos por la misma cajetilla que el mes pasado me costaba 130 pesos", relata Chaviano, padre de dos menores de edad, y trabajador en una entidad del Ministerio de Cultura.
"No creo que estas restricciones sean para 'alcanzar mayor equidad según la disponibilidad de productos'. Es evidente que les urge minimizar la aglomeración de personas en torno a cualquier actividad no festiva, donde la gente pueda intercambiar sus opiniones sobre la sobrevida que les obliga a estar días haciendo colas, y que de esa acumulación estalle otra manifestación popular en torno a una escasez de alimentos como nunca se había visto en Cuba después del 59", concluye Chaviano.
Dos meses sin pollo; facilito: El USA le da créditos a las estaciones de policía para que compren pollos y el Estado cubano le pasa el crédito al pueblo. Free chicken for all