Los abusos policiales se han incrementado durante el último año en Cuba, con la fuerte presencia de las Fuerzas Armadas y de elementos del Ministerio del Interior en las calles, sobre todo en La Habana. Centenares de denuncias circulan en las redes sociales, en las que también se exponen los niveles de impunidad de las actuaciones violentas de policías y militares, contra una ciudadanía que se siente desahuciada por las estructuras de Justicia del país.
El relato de Andrés Guerra Quintana, de 54 años de edad, padre de dos menores y un adolescente, ejemplifica el uso excesivo de fuerza y la arbitrariedad para imponer "el orden" y unas leyes que condenan a la familia cubana a la indefensión.
La noche del 20 de marzo, mientras disfrutaba con su esposa y sus tres hijos, un oficial de la Policía se presentó en la puerta de su domicilio en Romerillo, Playa, con la excusa de una presunta queja de vecinos por el volumen de la música.
"Le pregunté por qué debía bajar la música, si era sábado y eran apenas las 8:00 de la noche. Le dije que simplemente estaba divirtiéndome con mis hijos, que llevan un año encerrados en la casa por la pandemia" de Covid-19, dijo Guerra Quintana, trabajador por cuenta propia dedicado a la venta de granizados.
El oficial se retiró, pero unos 15 minutos después regresó y le volvió a requerir a Guerra Quintana por el volumen de la música.
"Ni siquiera se percató de que ya lo habíamos bajado. No obstante, me dispuse a llamar al vecino cercano, el único que habría podido quejarse, y que yo estaba seguro que no había sido, porque nos llevamos muy bien desde hace años. Abrí el candado de la reja y me asomé, pero mis vecinos [una pareja de jóvenes] no estaban. Justo cuando me disponía a cerrar la puerta y poner el candado, se me abalanzaron otros policías que estaban ocultos porque ni cuenta me había dado que estaban allí", relató Guerra Quintana.
Según el testimonio de su esposa e hijo, todo el atropello policial comenzó dentro del domicilio. Guerra Quintana no se resistió ni devolvió uno solo de los golpes que le propinaron los policías, dijo la familia.
"Mis hijas estaban gritando de pánico, mi hijo halándose los pelos y, cuando salió a intentar defenderme, uno de los oficiales le iba a dar con el bastón, pero mi esposa se interpuso diciéndole que era un menor".
Finalmente, entre los gritos y la desesperación de sus hijos y su esposa, Guerra Quintana fue reducido, esposado y conducido a un coche policial que ya estaba apostado en la esquina de la calle.
"Ya estando dentro de la patrulla, el oficial que se presentó por la supuesta queja le gritó a otro de los oficiales que si yo abría la boca me diera un trompón y me sacara los dientes. La patrulla no fue directo para la estación de Policía, sino que primero fueron a merendar. Todo ese tiempo, además de esposado, tuve la rodilla de uno de los oficiales sobre mi espalda".
La familia de Guerra Quintana no puede permitirse el lujo de costearse las tarifas del monopolio estatal ETECSA para acceder a internet; por tanto, su denuncia no tuvo el beneficio de la inmediatez de las redes sociales. Una realidad que afrontan no pocas familias cubanas, que a duras penas logran sobrevivir día a día.
A consecuencia del excesivo uso de la fuerza, Guerra Quintana sufre secuelas en la zona de la clavícula.
Fue conducido horas después del arresto al Hospital Militar. Al llegar, y ante la presencia de un médico, intentó explicar lo sucedido, pero fue acallado por uno de los policías, que dijo que era "un descarado y un opositor".
"De regreso a la estación policial me notificaron que sería conducido a los calabozos. Les dije que, si de esa manera iban a ser las cosas, yo me 'plantaba'. Me liberaron al día siguiente con la condicionante de tener que ir a firmar todas las semanas hasta que se determinara si iba a juicio o sí me ponían una multa ", narró Guerra Quintana, quien aseguró no pertenecer a ninguna organización opositora ni haber protagonizado ningún acto público contra el Gobierno.
El Artículo 8.3 del Código Penal vigente en Cuba otorga a la Policía, en aquellos delitos en los que el límite máximo de la sanción aplicable no exceda el año de privación de libertad o la multa superior a 300 cuotas o ambas, la autoridad para, en lugar de remitir el conocimiento del hecho al tribunal, imponer al infractor una multa administrativa, siempre que en la comisión del hecho se evidencie escasa peligrosidad social, tanto por las condiciones personales del infractor como por las características y consecuencias del hecho.
Las hijas de Guerra Quintana aún están afectadas por el incidente, y se inquietan cada vez que ven un coche policial, o algún uniformado por las cercanías de la casa.
Guerra Quintana finalmente fue acusado por el delito de Resistencia. El Artículo 143 del Código Penal establece que, el que oponga resistencia a una autoridad, funcionario público o sus agentes o auxiliares en el ejercicio de sus funciones, incurre en sanción de privación de libertad de tres meses a un año o multa de 100 a 300 cuotas.
En su apartado segundo, dicho Artículo refiere que, si el hecho previsto en el apartado anterior se comete respecto a un funcionario público o sus agentes o auxiliares, o a un militar, en la oportunidad de cumplir éstos sus deberes de capturar a los delincuentes o custodiar a individuos privados de libertad, la sanción es de privación de libertad de dos a cinco años.
El cuentapropista fue varias veces a la unidad policial para intentar ver al mayor responsable y "reclamar por el maltrato y la injusticia que cometieron" los agentes contra él y su familia.
Finalmente, las autoridades lo citaron. "Casi me piden disculpas al imponerme una multa de 200 pesos y descartar un juicio. La cifra puede traducirse como un empate, y la acepté, porque en definitiva había decidido ir a la prensa independiente cualquiera que fuese el resultado del proceso".
"Los cubanos ya no estamos seguros ni dentro de nuestros propios hogares. Tengo temor de que, si no hago esta denuncia, quede expuesto a que se cometa una injusticia que podría costarme la prisión y el desamparo de mi familia", concluyó Guerra Quintana.
Fascistas miserables. Cada dia me alegro de haber tomado la decision hace muchos años de largarme de aquella mierda de pais. Vivir en aquel lugar hace años no era vivir. Hoy es simplemente inaguantable.
A este cubano lo MOLIERON A GOLPES por tener alta la música dentro de su casa. Otro, por tener en ''jaque'' al régimen, pasan los días y días y ni lo tocan... suerte, ¿verdad?
Error de cálculo ... dilo sin ambages ... esbirro encubierto ...
Al menos no le metieron un tiro por la cabeza o espalda, como sucede por estos lares!!.
¿Donde, allí donde tú sabes ...?