La salida oficial de Raúl Castro como líder del Partido Comunista de Cuba (PCC) ha generado —como ocurrió con su salida formal de la presidencia del Estado y del Gobierno cubano hace una década— una gran expectativa en la prensa internacional. Los titulares anuncian el cambio formal de liderazgo en el PCC como un hito que marcará una nueva era en la historia del país, con un cambio generacional que para muchos modificará la manera de gobernar.
Corresponsales extranjeros destacados en Cuba para medios en inglés, como Patrick Oppmann de CNN International, han reportado la noticia con tal entusiasmo que incluso han llegado a decir de que la partida del general de Ejército "pondrá fin a la era de su famoso clan", y que a partir de ahora "nadie con el apellido Castro ocupará una posición de liderazgo de alto nivel en más de 62 años".
José de Córdoba, reportando el hecho para un medio de tradición conservadora como The Wall Street Journal, llega a anunciar que "la retirada de Raúl Castro como líder del Partido Comunista, marca el fin de una era. Marca un cambio generacional".
Otros, cubriendo la nota para medios en español como Milenio, van aún mas lejos, al plantear que la sucesión de Raúl Castro por Díaz-Canel al frente del PCC haría a este último convertirse en "el hombre más poderoso en la estructura de mando en la isla".
En el caso de un veterano periodista de origen cubano que ha cubierto el tema Cuba por años, Jorge Dávila Miguel —ahora con CNN en Español—, primero en una entrevista televisiva llegó a decir que la retirada de Castro del poder es definitiva, mientras en un artículo de opinión escribía que "ya en pocos días no habrá ningún Castro en las estructuras del poder cubano", lo que podía incluso implicar una flexibilización de las políticas estadounidenses hacia la Isla.
Lo que todos estos corresponsales olvidan es que Cuba no es un país democrático, ni siquiera autoritario. Cuba es una dictadura totalitaria, que se define así porque ha eliminado todo pluralismo político, económico y social preexistente, un hecho que ya dura 62 años. Durante ese tiempo se ha regido por una ideología única, articulada, orientadora, utópica, que ha sido impuesta, de manera forzada y sin opciones, a toda la ciudadanía; el régimen mantiene una movilización intensa y extensa, propiciada por la utilización de organizaciones políticas y de masas como el PCC, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), entre otras, encargadas de movilizar, vigilar y mantener la obediencia hacia su poder absoluto. Por último, pero no menos importante, el país ha tenido un liderazgo marcado por un líder único y todopoderoso que ha gobernado con límites indefinidos y muy imprevisibles para todos.
Ese líder, en las últimas seis décadas, ha llevado el apellido Castro.
Este último punto es muy importante para entender este cambio supuestamente sucesorio que comenzaría en 2018 con la salida de Raúl Castro de la jefatura de Estado y de Gobierno, y culminaría con la entrega de la estafeta en el liderazgo partidario, en última instancia el más importante por mandato constitucional en el país.
Hasta la ascensión al poder de Raúl Castro, Cuba estuvo regida desde 1959 por el liderazgo único de tipo mesiánico de Fidel Castro, que se caracterizó por ser personalista, autoritario, centralizador, populista, hegemónico, efusivo en su comunicación y reiterado en sus ansias de poder. En este tipo de liderazgo todos los poderes del Estado, incluso el del Partido Comunista, se supeditaban a la voluntad del caudillo, donde la continuidad y sus visiones del poder y la política se ejercerían desde la óptica del líder y mentor.
La sucesión de Fidel Castro por su hermano trajo algunos cambios en este sistema de mando autoritario, que dada la personalidad poco carismática de Raúl Castro, poco dado a la oratoria y a las apariciones públicas, tuvo que ser ajustado hacia uno donde lo efusivo en la comunicación pasase a un segundo plano.
La edad del nuevo líder también influiría en esta nueva redefinición, en la que se eliminarían cargas de trabajo a Raúl Castro, léase la presidencia del Estado y del Gobierno, transferidas a lugartenientes, quienes se encargarían de ejecutar tareas burocráticas en una etapa inicial, que se extenderían a las del PCC en un plazo no muy extenso. Esta nueva configuración no significó que no se mantendría lo personalista, autoritario, centralizado y hegemónico del anterior modelo.
Raúl Castro continuaría como el líder único e indiscutible, con un poder sin límites, pero ahora dedicado a trazar líneas estratégicas, a tomar las decisiones transcendentales y, sobre todo, a vigilar las funciones de los nuevos lugartenientes designados: el presidente de los Consejos de Estado, el presidente del Consejo de Ministros, y a partir de abril de 2021, el primer secretario del PCC.
En este nuevo reacomodo de las funciones de liderazgo —algo inédito durante el largo mandato de Fidel Castro— serían las Fuerzas Armadas (FAR) y el Ministerio del Interior (MININT), instituciones bajo el control total del nuevo líder, las que asumirían un rol protagónico. Los otros poderes del Estado y del Partido pasaron a tener roles secundarios, lo que contradecía el propio orden constitucional. Serían las FAR, y por ende el MININT como institución supeditada de la primera, quien además de las funciones de seguridad y defensa, controlarían las fuentes primarias de ingreso de recursos financieros. El Estado y el PCC serían, bajo el mandato raulista, instituciones subordinadas y no hegemónicas en lo real, aunque no en lo formal.
Por ello, la entrega de las funciones a Miguel Díaz-Canel, primero como presidente de Estado y de Gobierno, y después a Manuel Marrero como jefe de Gobierno, no implicó una transición de poder político y menos una pérdida de poder para Raúl Castro, sino un reajuste del modelo de liderazgo autoritario, acondicionado a las nuevas realidades del líder y del país. El mismo análisis aplica para esta nueva transferencia en el plano formal del liderazgo partidario de Raúl Castro a Díaz-Canel. Especular sobre el fin de una era en el control de los Castro sobre el poder político en Cuba es un sonado disparate.
Esto, en Cuba y entre quienes están en el exilio, es de dominio popular y por ende debería ser el punto de partida de cualquier análisis de contexto de los corresponsales de prensa en la Isla y de aquellos que cubren las noticias sobre Cuba desde fuera. Sin embargo, parece que muchas de estas corresponsalías padecen de una suerte de lo que aquí llamaré "Síndrome Mauricio Vicent" —en honor al longevo corresponsal en la Isla del diario español El País.
Este es un síndrome que produce varios síntomas, todos experimentados por Vicent durante su estancia en Cuba, y que continúan en su actual cobertura: reproducir noticias oficialistas sin analizar su contexto real; experimentar un optimismo poco justificado por procesos que no lo ameritan; y sobre todo informar sin apego a la verdad, ya sea por desconocimiento o romanticismo, o temor hacia el régimen totalitario objeto de sus reportes.
Este es un padecimiento que tendría cura para los medios de prensa que cubren temas cubanos: deben contratar periodistas sin miedo y con la destreza para entender el país; o, la más apropiada, la contratación de periodistas independientes cubanos en la Isla, que tantos deseos de trabajar tienen. Ya medios como The Washington Post se han inclinado por la segunda opción. Es hora que otros medios internacionales asuman su rol, desde su independencia e imparcialidad, de contribuir a una pluralidad de la información veraz.
Mauricio Vincent es como los yeguas comunistas que vienen a relinchar aquí: con una capacidad enorme de doblar la cerviz ante sus amos habaneros...un perfecto eunuco moral.
Una muy posible y probable muestra de cuánto cambian las cosas al irse Raúl va a ser su hija: desde su organismo, supeditado y secundario al minsap, mea, dirige y dice más alto que el propio ministro. Y cuidado el que la contradiga.
Excelente, al fin leo algo claro, conciso y directo. Excelente!
Papa Vicent debe estar muy orgulloso de que su hijo se haya convertido en portavoz de la Junta Militar castrista,leyendo su biografia el chivaton Vicent lleva solo desde el año 1991 como corresponsal de "Lo Pais" en La Habana es decir es un ignorante del jineteo cubano,al principio fue critico con el regimen hasta que el 2011 le retiraron la acreditacion,como convirtieron a un discolo con la dictadura en un portavoz de las momias? todos sus articulos son del nivel de los carneros de Cubadebate o Granama ,verguenza ninguna al corralito ni al paquetazo comunista,para cuando le veremso lamerle el culo a Randy en las Mesaredondacuba?.
Mauricio Vicent todavía sigue dando la tabarra en El País. Es el comodín perfecto del régimen castrista en España. Cada „novedad“ del gobierno las comenta con la ingenuidad del observador que pretende ser „imparcial“, cuando todos en Cuba saben que el personaje, si no es un agente, es alguien a quien el régimen le sabe algo.
Lleva años tirándole la toalla a la dictadura de una manera sutil, para no parecer de demasiado comprometido, pero todos sabemos que qué pie cojea.
Este escrito esta redondo, sin fallos, impecable en la descripción de un fenómeno que contribuye a desinformar sobre Cuba, y que por ello ayuda al régimen.
Excelente
Lo que se ha hecho es como lo que hace cualquiera en su casa, cambiar los muebles de lugar para que luzca diferente y decir que todo se ve como nuevo.
Lo mejor de todo es que por cambiar los muebles y decir que renovaste, estás pidiendo créditos, ayudas y reconocimiento político para seguir acabando con la quinta y con los mangos detrás de esos muebles.
Con Raúl vivo -y mandando- eso no se vale. Cada periodista acreditado en la isla pasa por 350 filtros del G2, el minint y la seguridad del estado.
Ese tema se ha abordado en innumerables ocasiones y no es para nada un debate fresco.
Basta que ese candidato, en su país de origen o su carrera sea medianamente conservador o crítico de las cosas y no lo admiten en Cuba. No digamos ya contratar a profesionales independientes.
Excelente análisis! Mi lectura de la cobertura del tema de la supuesta sucesión de Raúl Castro es la misma. He tenido que dejar de leer las noticias para proteger a mi hígado. Muy de acuerdo con el planteamiento que hace el autor de que lo de Raúl es el mismo tipo de liderazgo autoritario del que tenía el Cagandante, solo que con un nuevo ropaje dadas las características de la China, que le gusta hacer las cosas mas a lo oscuro, sin tantos reflectores, pero con igual sadismo. Felicidades por tan buen artículo.
El señor Oscar Grandío pasa por alto a Sarah Marsh, la corresponsal de Reuters en Cuba que ha seguido la misma línea de los periodistas mencionados. Su estilo de cobertura es el mismo de Mauricio Vicent. Omisión imperdonable.
El único que puede hacer cambios sustanciales y radicales en Cuba ES SU PUEBLO.