Desde 1975, fecha de celebración del primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, viene ocurriendo una doble cosificación (la conversión de un objeto inatrapable en una cosa) a manos de una élite cada vez más ensimismada: la cosificación de un Partido y la cosificación del Estado bajo su dominación.
Su consecuencia más estructural es la creación de dos mundos paralelos y superpuestos, distanciados el uno del otro con el transcurso del tiempo y de los acontecimientos, que solo se interceptan de dos maneras: a través de los mecanismos de control, castigo y exclusión con los que el Partido Comunista se relaciona con la sociedad, y mediante los planes ilusorios —ya ni siquiera utópicos— que deja caer sobre ella cada cierto tiempo.
Pero si hasta 2006, principio del alejamiento de Fidel Castro de las riendas visibles del poder, estos dos mundos estaban atravesados por su energía, violencia e imaginación, a partir de 2016, cuando el Partido Comunista intenta ocupar los primeros planos institucionales para sustituir la institución del carisma, se ahonda la distancia entre esos mundos paralelos, que van dejando de superponerse, hasta perderse en el horizonte de la nueva sociedad cubana. ¿Piensa esta en el Partido Comunista?
Lo que nace en esta nueva circunstancia es la noción y la realidad del Partido como tal. Una institución burocratizada, sin solvencia ideológica e intelectual, que actúa desde el Estado y por encima de él como comisario político de una sociedad que entiende menos, que reconoce su obsolescencia declarándose como "partido único" y que se convierte en el ropaje, el vehículo y la justificación institucionales de un nuevo poder económico con sede en la cúpula del Ejército y no en el proletariado.
El VIII Congreso del Partido Comunista va camino de convertirse en la consumación de esa nueva entidad. Un Partido como tal que solo gira en torno de sí mismo, cuyo nuevo contenido es la construcción inventada de una trayectoria de fusión con toda la historia pasada, sin doctrina ni planes quinquenales, y que acaba de agotar el futuro en los últimos dos meses. El fracaso de la Tarea Ordenamiento en los inicios de 2021 actualiza y parece hacer olvidar el fracaso de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución de 2011, actualizados en 2016.
Retro-expectativas (el futuro del partido es vivir de su historia), rito de pasaje en el liderazgo histórico (como antes en el Estado, ya no habrá más Castro en la cúpula del Partido), racionalización y exteriorización del fracaso (Estados Unidos y la burocracia intermedia son los responsables de que el modelo no despliegue sus potencialidades), ratificación de la hegemonía de un grupo minoritario no electo sobre las mayorías sociales (la autopercepción injustificada del Partido Comunista como vanguardia moral y política), y la producción/reproducción de frases edificantes con vistas al mar, es decir, al futuro (las constantes fugas hacia delante retóricas que sustituyen la falta de proyecto de país y de nación del Partido Comunista), es casi todo lo que tendremos en estos cuatro días de Congreso. Fijémonos en un dato sintomático de su vacío presente: las propuestas del Partido-Estado toman prestado el nombre y casi el contenido de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.
¿Qué puede esperar la sociedad del Congreso de un Partido como tal?
Curiosa y paradójicamente, las expectativas en ciertos sectores más dinámicos estarían centradas y justificadas en ver si el Partido Comunista es capaz de dar el salto del capitalismo corporativo de Estado hacia algún tipo de capitalismo social o popular, como ha sucedido en China o Vietnam. En cuánto caminaría hacia el pasado, no el narrado sino el real, previo a la llamada Ofensiva Revolucionaria de 1968. Pero si un campo ilustra y alumbra su juego de improvisaciones es el de la economía social: devolver los timbiriches sin el contexto de mercado que le da sentido y sostenibilidad a la economía de la gente. Economía intermedia sin clases medias, es la fórmula.
Otro tanto cabría haber esperado en el ámbito de la sociedad civil y de los espacios de identidad. La recaptura partidista —insistiría que no ideológica— del Estado parece liquidar las esperanzas de que el reconocimiento constitucional de ciertos derechos abriría las opciones para el reconocimiento institucional de cientos de miles de proyectos y organizaciones cívicas que han venido cambiando el panorama completo de la sociedad cubana, y de otras tantas que por origen, temporalidad y cultura anteceden a la existencia e historia mismas del Partido Comunista en cualquiera de sus versiones, y representan a muchas más personas, adscritas sin mecanismos de coacción, de las que este podría estar representado ahora mismo.
Pero para la ciudadanía y la sociedad civil deliberadamente articulada en el campo de los derechos, este Congreso es el del Partido-Estado socialmente fallido y el de la contra cultura cívica y política.
Es el Partido el que está detrás de la constante reinterpretación política y policiaca de derechos reconocidos y crecientemente ejercidos por parte de grupos articulados de ciudadanos. Y es el Partido el que precede y preside a la incapacidad del Estado de garantizar los bienes básicos de la población.
Ni siquiera en el umbral de la geopolítica interna del hambre, en el que muchas familias solo satisfacen una sola comida al día, y no por elección, el Partido-Estado se anima a tocar las estructuras desvencijadas de un modelo en implosión. ¿Por qué abrigar esperanzas de una reunión de cuatro días de un Partido como tal que tiene ante sí y para sí el desafío de legitimar la rotación generacional del poder más importante, el del politburó?
No siempre es verdad que las grandes crisis son el aguijón de las grandes oportunidades. Si fuera cierto, no habrían, al mismo tiempo, oportunidades pérdidas.
Estas se vienen perdiendo, si queremos poner a Fidel Castro en el pasado más alejado, al menos desde 2008. 2011 y 2016 fueron la confirmación del ciclo repetido de construcción ideológica de la derrota.
El VIII Congreso, 2021, solo celebrará el divorcio entre el discurso oficial del poder y el curso real de la sociedad. Esta —una diferencia importante con momentos precedentes—, reconstruyéndose ahora a sí misma. Gracias también al poder de la información, o desinformación, como se prefiera, que consume instantáneamente. Una de las preocupaciones, por cierto, más importantes del Partido como tal en este Congreso.
Los altos burócratas civiles del PCC enfrentan en estos momentos el mayor de sus peligros, el probable ascenso de los militares y el establecimiento de un Estado claramente fascista, donde estos empresarios-generales tomen las riendas del poder en favor de sus intereses.
En un escenario de gobierno regido por los militares bendecidos por el entorno familiar Castro, obviamente el aparato civil del PCC y todas sus líneas de mando cambiarían de configuración, pasando progresivamente a la nada, tal como hoy la sociedad civil.
Es imposible, siquiera en pleno delirio hipotético, visionar qué reformas estarían dispuestos a realizar estos enigmáticos hombres y su opaco universo, pero como empresarios al fin y no burócratas políticos, es esperable alguna racionalidad.
Gracias al señor Manuel Cuesta Morúa.
A partir de este 8vo. Cangrejo del PCC les permitirá una fachada para ATRINCHERARSE AÚN MÁS , reprimir más a las ''maltrechas fuerzas productivas NO estatales'' y sobre todo , ''harán todo lo posible'' por aplastar la ''disidencia'' a través de las redes sociales. Viene un ''apagón informático'' y serán más agresivos en el cumplimiento de esto. Raúl Castro pretende , al salirse de todas las funciones VISIBLES DE PODER, dejar caer las responsabilidades de todas las atrocidades cometidas confiando en que ''el tiempo borra las heridas'' a la que muchos llaman ''la nueva generación de cambios(?)'' y lo que son -y lo han dicho y repetido muchas veces- CONTINUADORES DE LAS IDEAS DEL COMANDANTE EN JEFE. Un régimen totalitario, genosida y autoritario NO CAMBIA, HAY QUE HACERLO CAMBIAR. Hablar de ''cambios por el régimen'' es como aceptar estar ya cansados...