La pandemia de coronavirus ha revelado las grietas de los esquemas de inmigración y empleo irregular en Rusia en los que muchos cubanos terminan explotados a manos de mafias cuyos tentáculos llegan de Moscú a La Habana, y de vuelta.
Yunior Castro y Antonio pagaron 1.500 dólares a un intermediario al que ya conocían de oídas por otros cubanos, relató el diario El País en un amplio reportaje publicado este miércoles.
Ese dinero les daría derecho al billete de ida La Habana-Moscú, alojamiento el primer mes y empleo en la construcción.
"Te dicen que las plazas de trabajo se compran y que luego ya vas cobrando mes a mes", explica Castro, de Isla de la Juventud, quien aterrizó en la capital rusa en diciembre. En Cuba trabajaba en la lavandería de un hotel. En Moscú ha compartido obra con otros seis compañeros de piso. Doce horas al día levantando un edificio de oficinas, sin librar.
"Escogemos Rusia por la facilidad para llegar, sin saber a qué nos exponemos aquí, la vulnerabilidad de no conocer el idioma, las costumbres, la explotación. Ahora lo único que buscamos es un sustento", se lamenta Antonio, hasta hace poco, informático en una fábrica de cerámica blanca de Holguín.
Comprar un vuelo a Moscú es más caro desde la Isla, así que muchos recurren a algún intermediario que les envía el pasaje desde fuera, y que por algo más de dinero les promete alojamiento, empleo y resolver los trámites burocráticos. Ese intermediario, generalmente cubano, proporciona fuerza de trabajo barata a contratistas informales rusos, armenios, azerbaiyanos o serbios que nutren de personal a obras por toda la capital.
Siempre sin contrato, sin seguridad y sin garantía de cobro. Si todo va según lo pactado, el trabajador recibe su salario —que suele rondar el equivalente a unos 300 euros mensuales— de manos del intermediario, que se queda una comisión de lo que ya probablemente es un sueldo mermado.
Según el cónsul de Cuba en Moscú, Eduardo Escandell, en ocasiones han asistido, tratando de localizar ayuda legal, a algunos cubanos que decidieron denunciar la explotación laboral. No es frecuente, dice a su vez Mario Carrazana, consultor jurídico cubano establecido en Rusia. La mayoría tiene miedo a las represalias o a la deportación. Así que callan y se buscan otra cosa.
Las obras en las que trabajan los cubanos de manera informal y donde recibían unos cuantos rublos de vez en cuando se han suspendido por el coronavirus. Sin trabajo no hay alojamiento gratis.
"Vine a Rusia a buscar una vida mejor y al final me van a tener que mandar dinero de Cuba", dice Josué Pérez, "¡de Cuba!".
Cada año, unos 25.000 cubanos entran en Rusia como turistas, según datos de la Guardia Fronteriza de ese país. Gracias al acuerdo entre Moscú y La Habana, no necesitan visado y pueden permanecer en el país euroasiático hasta 90 días; solo visitando, sin trabajar.
Muchos, como Josué Pérez, llegaron para quedarse. Otros, pagaron entre 5.000 y 7.000 dólares por cabeza a las mafias de tráfico de personas por el billete hasta Moscú y los papeles que en teoría les permitirían seguir hasta España o Italia; documentos que nunca llegan porque Rusia no está en el espacio Schengen y no se puede cruzar de manera legal.
Cubanos como Madelaine de la Caridad encontraron trabajo en la limpieza de supermercados.
Empleos de 12 horas al día, todos los días de la semana, por unos 25.000 rublos (300 euros); un poco más del salario mínimo legal en la capital (20.000 rublos), pero por muchas más horas que lo que marca la normativa. "Y eso cuando los cobramos…", dice su compañera Clara Elsi Felipe.
Acceder a esos empleos no es gratis. Para poder trabajar deben pagar a un intermediario 3.000 rublos (37 euros), según distintas conversaciones online a las que tuvo acceso El País. Y otros 3.000 de "multa" cada vez que se ausentan un día. En ocasiones, el pacto incluye que el primer mes es "de prueba" y no se retribuye. El esquema es muy similar al de las mafias de la construcción, y los abusos son constantes, expone el abogado Carrazana.
"Lo que nos sucede es una estafa. Tienes una idea, sabes que a la gente la engañan, pero piensas que a ti no te va a pasar", comenta Josué Pérez, desolado.
"En Cuba yo me dedicaba a la gastronomía turística, las cosas ya estaban muy mal y ahora con el virus irán peor, pero si todo sigue así habrá que buscar la vía para volverse (…)", dice.
Para Madelaine Castillo y su esposo Leodón, regresar a la Isla no es una opción. Vendieron la casita que tenían cerca de La Habana para viajar a Rusia, y ahora el parón laboral y el confinamiento ha devorado los pocos ahorros de los que disponían tras pagar a un intermediario los pasajes de todos y los supuestos trámites.
Llegaron en noviembre con la madre de ella, Nilda Paula, y sus dos hijos, Paula, de 12 años, y Pedro, de tres. Desde entonces, la niña está sin escolarizar. "Sin papeles y sin saber ruso, cómo hacerle", se pregunta Castillo.
Las cosas hay que pensarlas antes de hacerlas nunca las decisiones rapidas dan buen resultado.
¿Y para eso se hizo la Revolución para después de 60 años los cubanos ande como parias emigrando por el mundo??
Si Raúl permitiese en Cuba la empresa privada, esto no sucedería. ¿por qué todos tienes que buscar estas cosas fuera de Cuba, y cualquier cosa que se encuentre es mejor que dentro de Cuba?
Por eso hay que acabar de tumbar a ese régimen genocida. ¿cuánto no harían esa gente trabajando para un contratista cubano?
Esto ocurre en todas partes a los que no tienen papeles en regla. Lo más triste del caso allá, es que los propios cubanos son el primer eslabón en la cadena de estafa a sus coterráneos.
Entiendo la necesidad de migrar de muchos hermanos cubanos, pero viajar a un país tan lejos, lleno de mafias y con otro idioma, mejor buscar mejores opciones.
¿Y qué podían esperar de los solidarios y camaradas rusos... solidarios del régimen de La Habana?