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Bitácora de cuarentena

Hay que ser generosos

La autora escribe en La Habana una bitácora en tiempos de pandemia para su hija de 18 meses.

La Habana
Pocoyó.
Pocoyó. LA PRENSA

Hija, son las 2:00 AM. Hoy no ha sido tu desvelo. Duermes desde poco antes de las 10:00 PM y has pedido tetica en la cama una sola vez.

Tu amigo Pocoyó, en alguno de los pocos episodios que tenemos, descubre el teléfono. El narrador-personaje, que a veces me parece tan pesado, acota la importancia del teléfono para comunicarse con amigos que están lejos. Tú lo entiendes y me pides tu teléfono de juguete, un celular que mamá te compró en Praga segura de que sonaría, al menos, en inglés, y habla en checo. A ti nada te amilana. Mis amigos se burlan, mientras piensan que esto me hace una mamá más disfrutable, divertida. Llamaste a tía Marian y tío Frank, a tío Víctor, a tía Miriam, a tía Clara, a Nadege, a Diegui, a Cécile, a Abril y a Zoe. También a Pocoyó.

Estuve casi dos horas hablando con una amiga por teléfono. Creo que desde la adolescencia no hablaba tanto por teléfono con nadie. Considero el aparato de Graham Bell un excelente invento solo para acordar verse, mensajes rápidos, solidarizarse... todo breve. Pero hoy no. Hoy fue una conexión con el mundo adulto, con la amistad, con los recuerdos, el presente y el futuro, el tuyo también, por supuesto.

Ya no hay nadie alrededor mío con buenas intenciones que no piense en ti, incluso primero que en mí. Algo así. Ahora esta es tu casa. Son tus galletas. Tus frutas. Tu felicidad... Ahora es: ¿me querrá? ¿Qué pensará? ¿Me reconoce? o ¡Me reconoce! Es emocionante, muy reconfortante que las personas amen a quien tú amas. Es un tipo de aprobación que una no busca. Pero que se siente rica, bien. (Cuando eso no sucede, hay que revisarlo todo con la mirada más crítica, según mis últimas experiencias. Amor es un genérico que sirve para definir otro tipo de quereres.) Y con los hijos todo esto tiene un gran signo de +.

Hoy respondía a un amigo en Facebook sobre el valor de leyes más como garantías de derechos que como castigo. Algo en mi respuesta, le hizo suponer: "¿Qué le pasó a Nina?", me escribió. Le puse: "duerme!!!". Me contestó: "Ahhh. Un beso". Hay personas que nos cuidan a veces sin que lo sepamos hasta que hace falta.

Mi amiga está convencida de que, en este momento, en esta cuarentena, debíamos hacer introspecciones, soltar los lastres y crecernos. La estoy parafraseando. Por lo que he notado desde nuestra prisión preventiva (no como la promueve el Estado peligroso del Código penal cubano) es que en algunos seres humanos ha brotado lo mejor y en otros, lo peor. Veo como esos extremos. Yo no logro encontrar los matices en las puntas. He conocido a los que ayudan aun teniendo muy muy poco, los que protegen a los menos favorecidos, a los más vulnerables, y los que se escudan de mil maneras para no moverse de su zona de confort. Quizá sea un período de saber quién es quién. Aunque eso no signifique una verdad absolutísima, sí es una verdad.

"Hay que ser generosos", me suelta.

Mi amiga es sabia. Tiene poderes. También es muy observadora. Muy inteligente. Muy intelectual. Ya casi no quedan intelectuales aquí. Creo que se consideró a cultivar el intelecto un deje pequeñoburgués.

Nuestro día ha sido sin sobresaltos. Hoy no peleé con nadie o nadie peleó conmigo, que es lo que viene sucediendo. Estoy tan concentrada en acompañarte. La ariana dragona periodista ha encontrado un equilibrio en la felicidad, esa que tú promueves desde la bioquímica y con tus ocurrencias.

Arreglo algunas cositas para tu amanecer. Me bañé antes de empezar a escribirte. En un ratico estaré abrazándote. No hace tanto calor.

Te amo, Nina. No me cansaré de decírtelo aun cuando te agobie.

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