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Bitácora de cuarentena

¿Qué clase de aislamiento social es este?

La autora escribe en La Habana una bitácora en tiempos de pandemia para su hija de 18 meses.

La Habana
Remedo de torticas de acelga y papa.
Remedo de torticas de acelga y papa. DDC

Hija mía, el primer día de aislamiento social, impuesto por el Gobierno, casi termina. Te cuento las novedades. El taxista de Cuber nos trajo a la puerta del edificio las compras del agro que encargamos el lunes.

Tuve que bajar contigo en el fular, sin lograr ponerte el nasobuco ni un pañuelo —sí con gafas de sol—. Esas sí te encantan. Los choferes de la compañía tienen prohibido entrar a las casas, me dijo, cuando le mencioné si podía subir.

Nos mantuvimos a metro y medio del señor, que gentilmente entró todo a una bolsa enorme de mamá. Estiré mucho el brazo, él también el suyo para pagar los 117.00 CUP, mientras le preguntaba si le había costado trabajo pasar las postas de vigilancia.

—No vi ninguna, me soltó tranquilo tras un nasobuco blanquísimo (en Cuba, sin buenos jabones ni detergentes, las personas —seguramente mujeres— logran un blanco que hiere la vista cuando le da el sol. Es algo que envidio sin mucho entusiasmo).

Di las gracias con el ya habitual cuídense allá afuera, como si estuviera en una película de francotiradores abatiendo a cualquier objetivo móvil. Subí las escaleras al vuelo para lavarnos y cambiarnos de ropa. En ese trayecto pensaba: ¿Qué clase de aislamiento es este? ¿Por qué generar esta alarma, si no se cumple limitar la movilidad, controlar quién entra y sale del perímetro estipulado?

Podría asegurar que hoy nuestra calle tuvo el mismo tránsito de vehículos de todo tipo (menos bicitaxis y de tracción animal que aquí no son comunes), y de peatones con nasobucos mejor o peor situados. Hoy no vino nadie a preguntar cómo estábamos ni si habíamos tenido contacto con extranjeros ni cuántas personas somos. (Aquí cada día ha venido alguien distinto y es como si la vida se reseteara desde detrás de la mirilla de la puerta.)

Desde que se tomara hace unos días la medida similar con El Carmelo, que nos queda cerquita, y los comentarios de amigos sobre la distensión de las autoridades, me pregunto todo esto, tanto como el por qué de estas decisiones, si la cantidad oficial de nuevos casos no parece alarmante en estas zonas.

El director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, Dr. Francisco Durán, debe tener respuestas a mis preguntas, hija. Pero cuándo interpelo en los comentarios de las transmisiones en vivo en la fanpage de Facebook del MINSAP, nadie responde (nadie oficial, quiero decir). Quizá las tenga desde fines de los 90 del siglo pasado cuando confinaban obligatoriamente en llamados sanatorios a todas las personas seropositivas al VIH. Gracias a la medida discriminatoria y de aislamiento social, Cuba mantuvo una baja tasa de incidencia de este virus. Pero no ha logrado mucho en temas de percepción de riesgo. A eso le temo, hija, al paternalismo, a la falta de transparencia, a las medidas incorrectas.

En eso andaba mi cabeza mientras jugábamos, Nina. Y te pido perdón por estas distracciones. Pero necesito procesar todo y hacer memoria para entender cómo llegamos aquí, para encontrar una salida.

Por eso, más las mil ocupaciones de mamá, no revisé las bolsas al instante. La cuenta es correcta, según los precios publicados, pero no está todo lo que pedimos. Quiero escribirle a Alex para preguntarle si se debe a la escasez de todo o a un olvido y, a la vez, me da pena. Mamá es tremenda pesada (lo oirás muchas veces y de tanto, será verdad). Preguntona. Protestona. Criticona. Peleona. Pero, esta vez, aun pagando, siento pena. Quiero encontrar un modo sin dudas amable de preguntarle. Ya lo hago.

Debo bajar la basura que se pudre de tanto calor. Creo que la cerraré bien y la bajaré mañana. Estoy muy agotada y aún me queda mucho por hacer de trabajo y de madre. Quizá hoy duermas mejor. Afuera corren aires de lluvia que ojalá caiga y lo limpie todo, lo refresque.

PD: Estás en la etapa descrita por pediatras de inapetencia. Recomiendan no se te obligue ni siquiera se te insista. Varias opciones, como si aquí se pudiera. Así que busqué una receta con lo que teníamos para tu almuerzo. Nos hice unas torticas de acelga y papa del chef vasco Karlos Arguiñano. Bueno, un remedo, que no me dio tiempo a todo tu siesta corta y el trabajo. Pero quedaron ricas, me dijiste. Quizá me anime y haga Martazos culinarios para madres solas.

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