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Bitácora de cuarentena

Ya estamos sitiadas

La autora escribe en La Habana una bitácora en tiempos de pandemia para su hija de 18 meses.

La Habana
La calle desde una ventana en La Habana.
La calle desde una ventana en La Habana. DDC

Hija, recién me entero de que estamos en las nuevas 15 manzanas del municipio Plaza de la Revolución que el Gobierno de la ciudad ha aislado más. Prohíben la movilidad de las personas. Hay policías rondando. Todo parece menos drástico de lo que lees, según las experiencias de los amigos de El Carmelo, la primera zona cercana que aislaron. Así que espero puedan entrar provisiones que ya necesitamos para sobrevivir.

Llevo días por contarte. Y voy a distraerme de la noticia anterior. Desde que naciste, para cada uno de tus logros ha habido aplausos, besos, abrazos, cosquillitas, revolcaditas, vuelos en brazos de mamá (son los primeros de esta lista, creo, los que marcan la diferencia con tus tropiezos, frustraciones, enojos). La parte verbo de mi reconocimiento ha sido: ¡Qué grande que estás, Nina!, ¡Ya eres una niña grande! o alguna exclamación similar. Eso te hacía sonreír amplio, no más que las cosquillitas, y hasta orgullosa.

Desde hace unos días, cuando hago referencias a tu crecimiento, cuando lo reconozco en voz alta, dices: "No. Grande, no", frunces el ceño, arrugas la nariz y tomas aire. "Pequeña", continúas y relajas el rostro con esa sonrisita de pícara pilluela. Si se me ocurre insistir con un "has crecido mucho, ya sabes hacer muchas cosas", ahí sí te molestas. Repites las mismas palabras apretando esta vez los brazos contra tu cuerpo. Ya no te insisto. Te abrazo. Te digo que eres mi bebé, que siempre serás mi bebé. Eso te calma.

No sé qué habrás entendido, hija, sobre lo que significa crecer, ser grande. La verdad te he acompañado hasta aquí para que seas independiente, fuerte, protestona, justa, amiga, quizá feminista (es la ideología más justa con la diversidad de seres humanos y con el planeta; la más viable que veo). Aunque te amenace con mudarme hasta de galaxia, si tú te mudas. Con cerrar mi casa para irme a vivir al piso de arriba de donde te rentes. Con aparecer "de casualidad" en tus conciertos, tus bares, tu vida. El tiempo de las madres vuela, Nina. Lo marca el reloj más veloz del Universo. Un día pronto saldrás por esa puerta en modo "mamá, no te necesito". Y ya serás grande y ojalá todo lo demás.

Hablando de tiempos, en la mañana vimos a quien supongo barrió mi calendario de hojas secas. Es un hombre de mediana edad, afrodescendiente. No es el habitual, al que saludas todas las mañanas, con el que entablabas conversaciones en tu jerigonza que, en estos días de encierro, va siendo castellano. Va sin guantes, con el nasobuco verde quirúrgico al cuello. Intento saludarlo desde arriba. No nos ve. Quiero decirle que lo perdono por barrer mi tiempo, nuestro tiempo en cuarentena. Pero se va sin notarnos. Con la vista fijada al suelo.

Sobre las 10: 00 AM pediste tetica en el sillón y te quedaste dormida en mi regazo. Escuché a alguien vociferando desde abajo para que le abrieran la puerta del edificio: "Es Salud Pública", decía. Oí cuando le tiraron la llave, cuando llegó al apartamento de al lado, cuando preguntó cuántas personas vivían y si estaban bien. Todo eso sucedió y mis neuronas pensaban que era un ladrón disfrazado, guarecida su identidad tras su nasobuco. Tocó nuestro timbre de la puerta insistentemente. Pero, como no te inmutaste, seguí en el sillón, muerta de curiosidad por ver por la mirilla al supuesto malhechor. Al representante de la Salud Pública que no dijo a mis vecinos que estábamos en aislamiento social.

Quizá sea porque anoche soñé que entraban a la casa a robarnos. Me desvelé un poco. Pero tío Frank está igual. Hoy me llamó para contarme que tuvo una pesadilla con nosotras. Y, ¿adivina qué pasaba en el sueño del tío?: nos robaban todo. No es que tengamos mucho, te advierto. Pero nada podremos reponer, si algo así sucede. Ahora todo es más vital.

La policía está allá afuera. Eso no me deja más tranquila. Estamos sitiadas, Nina.

PD: Se me están olvidando dos sucesos del día que me prometí contarte. Hasta ahí me da la memoria porque no pude anotarlas, grabarlas... En fin, ya me acordaré o no. Tengo que ir a lavar los pañales ecológicos. Se agotan los desechables. He decidido dejarlos solo para las madrugadas. Luego me baño, cierro todo y voy a abrazarte, hija, antes de que crezcas.

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2 comentarios

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Marta invoca,Marta deja,
Marta viene de una estrella,
Marta sabe, Marta dice,
Marta cabe en lo sublime...

En cuba se vive en un estado de sitio constante, no veo que haya cambiado nada ahora.
Hay decimiles puntos de control en todo el pais, si eso no es estado de sitio que venga dios a verlo.