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Bitácora de cuarentena

Vivir este encierro en soledad

La autora escribe en La Habana una bitácora en tiempos de pandemia para su hija de 18 meses.

La Habana
La calle, desde la casa de la autora.
La calle, desde la casa de la autora. DDC

Ha sido un día arduo. A las 3:45AM vi el reloj del celular. Hacía más o menos una hora había logrado dormirme, no sin dejar algunos asuntos pendientes y tú reclamabas teta. No en la cama, como siempre, sino "Teta en el sillón", "teta en el sofá" y así. Te revisé toda. Te tomé la temperatura. Nada. Ningún signo visible de tu malestar. Tú dormías plácida en mi regazo. Yo imaginaba mis párpados con palitos de tender la ropa. Pensé en todo para no dormirme. Casi tuve tiempo de repasar mi vida, la vida buena incluso con final triste. La mala que la repasen los que me la malearon. Me niego.

El tiempo vuela siempre, menos hoy. Hoy hice un esfuerzo por ser la madre energizada, alborotada, divertida que esperas cada mañana. Creo que lo logré. Postergué una reunión y anduve lenta con todo lo del trabajo. La conexión a internet tampoco contribuye. Fue más mala e intermitente en esta jornada. Tú tampoco estuviste en modo independiente muchos ratos. Y yo quería apapacharte y revisarte y revisarte y revisarte, aunque siguieras sin signos de nada.

En algún momento de la mañana me pediste huevito y te lo hice de almuerzo. No lo quisiste. Desde hace semanas no te interesa el huevo y yo me pregunto cómo se puede vivir omnívoramente en esta isla sin comer huevos. Ya tendremos la respuesta.

Llegó la hora de la cenita, del baño más divertido del mundo en tu palangana, apodada por Tía Marian "la piscina olímpica": burbujas, cosquillas, juguetes que hacen travesuras y espejo para verte en medio de toda la fiesta acuática. Todo fue bien hasta que llegamos a la cama. El secado, que suele ser igualmente divertido, se convirtió en una pesadilla para Mamá. Comenzaste a llorar y con mi abrazo no hallaste consuelo. Repasé toda la lista de cosas que provocan llanto para no errar: sueño. Es sueño, concluí más aliviada. En estos días todo me alarma, hija. Te sequé lo menos mal que pude y te vestí urgente, no sé cómo.

(Dicen las personas mayores y las médicas que las corrientes de aire son las que enferman.) Fueron los segundos más largos de mi vida, más largos que este día.

Una breve tetica y quedaste rendida. Justo tres minutos antes de que empezaran los aplausos cada vez más fuertes y abundantes, que te hicieron volver a la teta de mamá, en la cama esta vez. Diez minutos antes de que una vecina, según sus propias palabras, "con problemas de los nervios" y "sola", comenzara a gritar a nuestros vecinos de al lado que le abrieran la puerta del edificio.

Ante la negativa de abrir o bajar las escaleras, de cualquier tipo de contacto físico, más gritos que serían oídos más allá del tercer piso. Luego de vociferar horrores, se marchó. No es la primera vez y temo que regrese porque no sé cómo ayudarla. Los locos, como les llaman, son personas más honestas. Por eso me gustan. Los locos no han podido lidiar con esta realidad. Por eso siento compasión por los verdaderos, no por los que fingen serlo para manipular o atemorizar o dejar de cumplir con su parte del trato.

En Cuba debía de haber un psiquiatra por familia. E instituciones que pudieran cuidar a nuestra vecina. Debe ser horrible vivir este encierro en soledad. Horrible aun con salud mental.

Te iba a contar otra cosa que ya ni recuerdo, hija. Duerme rico. Durmamos rico. Espero que quede menos.

PD: Me quedé sin conexión a datos móviles, teniendo 800 Mb por consumir. Siempre me pasa con ETECSA. Un día de estos le hago una huelga. No puedo más.

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2 comentarios

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A como marcha la situación, podría sacar dos o tres tomos de más de 400 páginas cada uno.

Lo leo día a día, me gusta la simplicidad del escrito y a su vez la tranquilidad que expresa.