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Emigración

Dos niños cubanos nacidos en medio de la tragedia y la selva

Así es hoy la vida de Darién Reyes Pérez y Deiby Eneid Quintana Roche, venidos al mundo durante la migración de sus familias.

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Darién, al centro y con mono azul, recibe junto a otro niños regalos de navidad en un albergue de Cáritas Panamá.
Darién, al centro y con mono azul, recibe junto a otro niños regalos de navidad en un albergue de Cáritas Panamá. DDC

Darién Reyes Pérez y Deiby Eneid Quintana Roche, hijos de emigrantes cubanos, tienen en común haber nacido en medio de la selva y la tragedia.

Los familiares de Deiby Eneid llegaron a Colombia desde Trinidad y Tobago para intentar seguir camino por tierra hacia Estados Unidos. Entre ellos iba su bisabuela, Eneida Milián, de 81 años.

Eneida no vio nacer a su bisnieto. Murió en la crecida del río Turquesa, en la selva del Darién, el 23 de abril de 2019. El segundo nombre del niño es un homenaje a ella, según dijo a DIARIO DE CUBA Bárbara Enríquez, hija de la fallecida.

La madre del niño, Solach Roche, nuera de Bárbara, estaba entonces embarazada. El bebé nació en agosto en Neily, Costa Rica, adonde llegó la familia sin un centavo.

Bárbara Enríquez, su esposo, sus hijos, nietos y nueras no han podido continuar viaje por temor a lo que escuchan de México.

"Las historias de secuestro, asesinato, deportación y muertes de migrantes son terribles, nos quitan fuerzas para llegar a la frontera entre México y Estados Unidos, y somos 11, seguir cuesta mucho dinero", explica Bárbara.

El bebé Deiby Eneid y su familia viven hoy en Paso Canoas, Costa Rica, en la frontera con Panamá. Allí subsisten con la ayuda de amigos cubanos y familiares residentes en Estados Unidos. De cuando en cuando, el esposo y los hijos de Bárbara consiguen algún trabajo temporal.

Darién, el niño que debe su nombre a la selva

Darién Reyes Pérez debe su nombre a su nacimiento en la selva. Vino al mundo después de que su madre, Gladys Pérez, tuviera que someterse a una dura travesía con ocho meses de embarazo.

Junto a su esposo, Yusnel Reyes, Gladys salió de Necoclí, Colombia. Traficantes de personas les habían asegurado que solo tomaría un día llegar a Puerto Obaldía y que allí podrían abordar un avión hacia Ciudad de Panamá, o una embarcación hasta el puerto de Colón para posteriormente viajar en ómnibus hasta la capital panameña.

Pero la noche del 5 de abril de 2019, a escasos metros de Puerto Obaldía, militares del Servicio Nacional de Fronteras de Panamá les cortaron el paso. El avanzado estado de gestación de Gladys y las súplicas de Yusnel no sirvieron de nada. En medio de una fuerte lluvia, fueron obligados a tomar una trocha y continuar a su suerte junto a otros emigrantes por la temida "Ruta de la Muerte".

Los militares les dijeron que en un día llegarían al poblado de Membrillo, pero Gladys afrontó cinco jornadas de camino en la inhóspita selva, y allí le comenzaron las contracciones.

Gladys llegó a Membrillo cargada por otros emigrantes y atendida por una enfermera cubana, Bárbara Guerra Barrizonte, que formaba parte del grupo.

DIARIO DE CUBA localizó a Guerra Barrizonte en Tapachula, Mexico. "Al llegar a Caná, Membrillo, le avisamos al sanitario de la localidad, pero nunca llegó", recordó la enfermera. "Una indígena nos facilitó su choza y, en medio de la selva, Gladys parió a Darién a las 6:15 de la mañana, en la tierra, sobre una tabla".

Hoy, Guerra Barrizonte y su esposo subsisten en Tapachula como estilista y barbero. Darién Reyes Pérez y sus padres se encuentran junto a diez cubanos y 30 migrantes diferentes nacionalidades en el albergue de Cáritas en Ciudad de Panamá.

Aunque Darién tiene la nacionalidad panameña, a sus padres, que cuentan con estatus de refugiados de la ACNUR, no se les permite trabajar.

DDC habló con Lilian González, madrina de Darién y administradora del albergue, quien por más de ocho años ha sido mano amiga y desinteresada de emigrantes a los que ha brindado refugio, alimento, atención médica, asesoría jurídica, recreación y, lo más importante, respeto.

"Acá llegan los migrantes enfermos, desnutridos, cansados y sin un dólar. Nuestra misión es recuperarlos física, mental y moralmente. La mayoría decide continuar su camino, otros buscan refugio en Panamá", explica González.

"Nuestro mayor apoyo viene de la Iglesia Católica, de la mano del diácono Víctor Berrio, pero sostener este recinto de forma digna es costoso. Hay noches en las que me acuesto sin saber de dónde saldrá el dinero para llenar las necesidades de decenas de migrantes, y en transcurso del día, gracias a la divina providencia, llega un alma caritativa a socorrerlos. Siempre les celebramos los cumpleaños. En estas fiestas decembrinas, les hicimos la cena de Navidad y Año Nuevo, y hasta regalos hubo para los niños".

Según los registros de Lilian González, más 600 migrantes fueron atendidos por Cáritas Panamá en 2019. Gladys se ha convertido en su mano derecha en el albergue.

El sueño de la familia Reyes Pérez es contar algún día con documentos legales que les permitan rehacer su vida y dar un futuro digno a Darién.

El porvenir de este niño, como el de Deiby Eneid Quintana Roche, es incierto, igual que el de decenas de menores cubanos que, si bien no nacieron el camino, viajan junto a sus padres en busca de un lugar en el que establecerse, lejos de Cuba.

 

 

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1 comentario

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Estas son las tragedias que los que no "son politícos y lo mío es la música" debía ver una y otra vez a ver si acaban de convertirse en políticos.