La mayoría de los emigrantes que esperan en la ciudad mexicana de Matamoros una oportunidad para cruzar la frontera con Estados Unidos son cubanos.
Viven en un campamento improvisado, compuesto por una decena de casas de campaña que acogen a unas 150 personas, incluyendo niños y dos embarazadas. Se alimentan gracias a la caridad de iglesias y ONG. Se bañan y lavan su ropa en el río que sirve de frontera a ambos países. Usan cinco sanitarios portátiles o la ribera del Bravo para sus necesidades fisiológicas.
Muchos llevan meses esperando para pedir asilo político en Estados Unidos. Aunque la Administración de Donald Trump ha arreciado su discurso contra La Habana y llevado las relaciones entre ambos gobiernos a un punto anterior al deshielo de la etapa de Barack Obama, los cubanos que huyen de la Isla no han recuperado las ventajas de antaño…
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