La reciente visita de Leonardo Padura a Curitiba, en Brasil, ha dejado al menos dos imágenes realmente simbólicas. En una de ellas, el escritor cubano estrecha la mano del expresidente ahora en prisión, Lula da Silva, y en la otra aparece protestando con un megáfono en una calle, diciendo que su amigo es inocente.
Cada una de esas imágenes tiene mucho simbolismo por dos razones.
En primer lugar, Padura explícitamente se ha negado a hablar de política en sus giras literarias por el mundo, y en este caso, estando justamente de visita en Brasil para presentar su nuevo libro La transparencia del tiempo, ha terminado por sumergirse de lleno en la piscina de la política brasileña.
La celosa discreción del autor de El hombre que amaba a los perros ha sido rota por su propia decisión, con lo cual pasa a ser también un escritor con opiniones políticas públicas. De esa línea que ha cruzado, de forma tan abierta, tan partidaria, no hay vuelta atrás.
Todos tenemos opiniones políticas, incómodas o con puntos de vista parciales o visiones parcializadas. El escritor, por ser intelectual, no escapa de ello. Ser escritor no es una patente de corso en la torre de Babel que es el mundo político latinoamericano.
Padura ahora deberá responder preguntas políticas o sería sencillamente muy hipócrita decir que no habla de política después de su visita a Curitiba. Aquella no fue otra cosa que acción política y cada acción política trae consecuencias. Quien haya escrito un libro tan documentado y contundente como El hombre que amaba a los perros bien lo sabe.
Lula da Silva está en prisión desde hace año y medio. Envuelto en dos procesos diferentes por casos de corrupción, y con otros seis procesos penales abiertos.
Incluso si él, Lula, personalmente fuese inocente, si él no tuviese participación directa en todo lo que se le acusa, en realidad también sería responsable. Toda la trama de corrupción que corroyó a su partido, el PT, y que terminó acabando con el mandato de su hija política, Dilma Rousseff, ¿ocurrió delante de sus ojos sin que siquiera se diera cuenta?.
No vamos a discutir sobre si Lula es inocente o no. Lo que sí tengo, como venezolano y periodista, es una clara imagen de cómo siendo él presidente de Brasil desembarcó en varias oportunidades en Venezuela junto a los propietarios de Odebrecht. La constructora brasileña recibió muchísimos dinero del chavismo por diversas obras, 11 de las cuales aún siguen inconclusas a pesar de haber sido pagadas por el orden de los 13.000 millones de dólares.
El nuevo canal de Panamá costó 5.000 millones de dólares. Con este ejemplo el capítulo venezolano de Transparency International intenta dejar en claro la magnitud del dinero no ejecutado en Venezuela en contratos que fueron suscritos con el aval público de Lula.
Volvamos a Padura. La segunda imagen que cobra mucha fuerza es la del escritor junto a dos docenas de personas, megáfono en mano, gritando que Lula es inocente, que en realidad es un preso político.
Y termina siendo una fotografía sumamente simbólica. Una protesta, de pocas personas, con un altavoz sencillo, puede ocurrir en Curitiba sin que eso tenga ninguna secuela negativa para Padura y para los fieles de Lula que participaron de esta protesta.
Manifestaciones públicas de este tenor no podrían ocurrir, y de hecho no ocurren, en Cuba. Son sencillamente reprimidas. Quienes salen a denunciar la existencia de presos políticos en la Isla pueden terminar, ellos mismos, tras las rejas por el simple hecho de manifestarse, incluso sin un megáfono como el que ha usado Padura en Curitiba.
El Padura que sale a la calle en Brasil, sin temor a ser reprimido y decir a viva voz lo que piensa, no es posible dentro de Cuba. Y eso sin duda es lo peor de toda esta historia, aunque el escritor no quiera hablar de política.