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Opinión

Ricardo Alarcón, el último talibán del castrismo

'¿Qué nos dice él de los nuevos ricos cubanos, de la nueva burguesía, los militares que de administradores estatales han pasado a comprar casas, a montar negocios privados?'

Madrid
Ricardo Alarcón.
Ricardo Alarcón. EMBAJADA DE ECUADOR

Hace unos días, el defenestrado diplomático cubano Ricardo Alarcón Quesada reapareció en La Habana en un foro público sobre la entrada en vigor del Título III de la Ley Helms-Burton, donde llamó "ladrones" a los cientos de miles de ciudadanos cubanos que eran dueños de propiedades privadas (grandes, medianas y pequeñas) en la Cuba prerrevolucionaria, cuyos bienes fueron confiscados por el régimen castrista en la década del 60, erradicando al capitalismo (de entonces) en la Isla.

Ante tal despropósito, cabría preguntarse, ¿eran ladrones todos los expropiados por la Revolución o se les confiscó sus bienes solo por el hecho de ser capitalistas, por ser comerciantes y hombres de negocios, como se decía entonces?  

En este sentido, la meta del castrismo estuvo bien definida: erradicar a la burguesía nacional y a la propiedad privada, instaurando la propiedad estatal. Pero no solo pensemos en  los cubanos, ¿eran ladrones los cientos de miles de españoles dueños de bodegas, de panaderías, de restaurantes y de otros comercios o industrias en todo el territorio nacional?

¿Eran ladrones los chinos propietarios de fondas y tintorerías por todo el país?

¿Eran ladrones los joyeros judíos en la habanera calle Muralla o los que tenían tiendas de telas por toda la Isla? 

¿Eran ladrones el zapatero remendón, el dueño de un puesto de frita o los populares vendedores ambulantes de tamales, de granizados, de torticas de Morón?

Cabe preguntarse si  los dueños de los colegios, academias y demás instituciones educativas, privadas o religiosas, que fueron confiscadas por la Ley de Nacionalización de la Enseñanza en 1961,  eran una pandilla de ladrones. 

¿Se intervinieron todas las clínicas y hospitales privados de Cuba, todos los cines  y teatros en todo el país, todos los hoteles y moteles, todos los bares, cafés y restaurantes porque sus propietarios eran ladrones o porque atacaban a la propiedad privada —con dueños legítimos— que había que estatalizar?

Qué decir de la Ley 851 de octubre de 1960, cuando se estatalizaron de un solo golpe las casi 400 más grandes empresas cubanas (comercios e industrias), ¿se confiscaron porque sus dueños eran ladrones? ¿O porque representaban a la gran burguesía comercial e industrial cubana?

De igual forma, ¿qué pasó con la irresponsable Ofensiva Revolucionaria del 13 de marzo de 1968, cuando se intervinieron —y pasaron  a manos del Estado castrista— 55.636 pequeños negocios, operados por uno o dos personas, todos ciudadanos cubanos? ¿Eran todos estos pequeños comerciantes ladrones o la idea fue lograr el colapso comercial que se deseaba para instaurar el totalitarismo estatal de partido único?

Según, el periódico Granma, el antaño alto dirigente del castrismo (quien siempre estuvo en la nomenclatura, desde los inicios revolucionarios, como dirigente estudiantil del Movimiento 26 de Julio hasta representar durante años a la oficialidad castrista en la ONU) se refirió "a los ladrones que se llevaron el dinero de la República en 1959", lo cual es una gran mentira y un disparate colosal. Cuando la burguesía cubana fue expropiada desde 1960 a 1968 no recibió ninguna indemnización por la confiscación de sus empresas, casas, fincas rústica u otras propiedades privadas, y los que optaron por el destierro salieron con lo puesto, sin un centavo, porque no se podía vender ni sacar nada de Cuba.

Quien logró tener algún dinero fuera, después del 59, es porque lo había sacado antes de esa fecha.  Además, muchos de estos prósperos comerciantes, propietarios de varias  casas, guajiros con su finquita, murieron en la pobreza en su país o afrontaron un exilio desde cero, después de muchos años de trabajo y ahorro, de décadas de sacrificios, laborando por sus familias en la Isla.

¿Confunde, Alarcón, la realidad  cubana actual, donde muchos "cuentapropistas" si sacan el dinero del país con los años 60 donde no se podía sacar ni un centavo de Cuba?

El propio Alarcón procede de una familia burguesa, propietaria antes del 59,  que suponemos el feroz castrista catalogará también de ladrones. Esta interpretación de odio a la propiedad privada (léase capitalismo), radical y canallesca, no se sustenta con una somera lectura  de Karl Marx y más bien nos remite al tiránico Lenin, al más puro estalinismo, donde el ataque y aniquilación de  la propiedad privada es esencial para los planes colectivistas del papá Estado.

Pero algo más grave es que se afirme esta canallada en La Habana de hoy, en el posraulismo, que ha aceptado —aunque sea a regañadientes— al emergente sector privado, los cuentapropistas, que son los propietarios actuales (más de medio millón de cubanos) de cuyo auge depende la futura solución económica de la Isla. ¿Es que acaso, estos nuevos emprendedores privados son también ladrones, como Alarcón tilda a los propietarios confiscados de los años 60?

¿Qué nos dice él de los nuevos ricos cubanos, de la nueva burguesía, los militares (generales y coroneles) que de administradores estatales han pasado a comprar casas, a montar negocios privados? A propósito, ¿de dónde sacaron el dinero estos combatientes para estas inversiones? De su salario de militar, imposible, luego solo nos queda pensar en la corrupción, en el robo descarado al Estado.

Si del plan pijama Ricardo Alarcón pasó al más puro ostracismo —o como le gustaba decir a Reinaldo Arenas a una no persona en la Isla— la actual vuelta a la escena cubana de este notable miembro de la nomenclatura castrista lo convierte ahora en un emergente talibán del estatalismo, en un feroz enemigo de la propiedad privada, en un defensor de uno de los atropellos más criminales y absurdos del castrismo. Porque,  ¿de qué sirvió erradicar el capitalismo en Cuba, aniquilar a la burguesía, a la clase media, perjudicar a todos los cientos de miles de propietarios del país y a los trabajadores que laboraban en esas empresas o negocios privados? De esta forma tan fulminantemente represora, la sociedad cubana  pasó de legítimos y  prósperos comerciantes en la Isla prerrevolucionaria a un solo patrón: el Estado totalitario actual. Pero, acaso, ¿el eufemismo de cuentapropistas, de emprendedores, no significa el resurgir del comercio privado y de jóvenes empresarios privados por todo el país? O sea, el renacer de un nuevo capitalismo, capitalismo que se pretendió eliminar en los años 60 y que hoy existe, muy a pesar de las autoridades castristas actuales.

En definitiva, los verdaderos ladrones (sin comillas) en estos 60 años de poder totalitario en Cuba han sido los hermanos Castro y la camarilla familiar gobernante, la actual junta militar, que son los únicos y verdaderos dueños de toda la Isla.

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