El cambio es la ley más general que rige el universo. Todo, la naturaleza y la sociedad cambian, la segunda de forma cada vez más acelerada. El desenlace del caso cubano confirmará la regla.
Con la intención de conservar el poder, el Gobierno cubano le otorgó carácter irreversible y constitucional a un modelo inviable. De ese quimérico sueño, devenido pesadilla por su prolongada duración, Cuba podría despertar inmersa en el caos y la violencia. Para evitarlo se impone regresar de una vez por todas y tomar el rumbo que la realidad demanda.
El modelo totalitario vigente al que derivó la revolución de 1959, nació condenado al fracaso. La suspensión de las libertades fundamentales, la eliminación de la sociedad civil, la conversión de la persona en masa, la estatización casi absoluta de la economía, la implantación de un partido único y la concentración del poder en una persona, no podían conducir a otro resultado.
Su permanencia durante seis décadas no guarda relación alguna con la eficacia. Su explicación está, primero en la Guerra Fría que proporcionó el clima favorable para que Cuba se convirtiera en una pieza del conflicto entre la URSS y EEUU; y segundo en el intento, también fallido, de exportar la experiencia cubana a la región, lo que permitió que, con el ascenso de Hugo Chávez, las subvenciones soviéticas fueran sustituidas por las de Venezuela. En ambos casos el modelo logro sobrevivir sin economía propia y sin recurrir a cambios estructurales.
Pero la historia no se detiene. La desaparición de la URSS y el inminente hundimiento del salvavidas venezolano, unido a la reducida inversión extranjera, al decrecimiento de los ingresos del turismo, la disminución de los jugosos ingresos provenientes del alquiler de los trabajadores de la salud en condiciones de esclavitud moderna después del descalabro ocurrido en Brasil y la fuga del emergente capital cubano fuera de sus fronteras han conducido al país a depender esencialmente de las remesas familiares.
El futuro no solo es incierto, sino suicida. Blindar ese modelo constitucionalmente con la Carta Magna que se proclamará el próximo 10 de abril, será inútil. El creciente descontento ante el empeoramiento de las condiciones de vida está generando un estado de ingobernabilidad latente. El cambio es inexorable. No se trata esta vez de "independencia o muerte", "libertad o muerte" o "patria o muerte", sino que fiel a esa historia de consignas necrológicas, será de "cambio o muerte".
Sin tener en cuenta las violaciones de la ley electoral cometidas y el hecho de que el autor del texto, el que convocó al referendo y el que contó los votos en ausencia de observadores independientes nacionales o extranjeros, es el mismo sujeto, los resultados del reciente "referendo" así lo confirman.
A pesar de propaganda abrumadora por los medios de comunicación oficiales a favor del Sí, la prohibición de cualquier campaña por el No, las medidas represivas contra los opuestos al texto constitucional, en las últimas cuatro "elecciones" parlamentarias el porciento aumentó del 6,13% en 2003 al 19,93% en 2018. Sin embargo, en la consulta constitucional del pasado 24 de febrero, según el primer informe fue de 26,69%, y luego de ser rebajado, en el segundo informe de 21,70%, lo que representan 2.482.108 cubanos en el primer caso y 1.889.554, nada comparable con los 54.000 que se opusieron a la Constitución de 1976.
Esos hechos y estos otros invalidan la Constitución: el texto no fue confeccionado por una Asamblea Constituyente elegida directamente por el pueblo, sino por una comisión presidida por el primer secretario del Partido Comunista (PCC); la consulta fue precedida por la declaración de Raúl Castro: "en la próxima Constitución no habrá cambio de nuestro objetivo estratégico" y por la de Miguel Díaz-Canel: "la reforma no implicará ningún cambio en el sistema político"; y no existió transparencia en cuanto a la forma en que se tuvieron o no en cuenta las opiniones vertidas por los cubanos y el carácter no vinculante de la consulta.
Además, en la nueva Constitución el presidente de la República y los gobernadores provinciales son designados, lo que significa un retroceso de más de un siglo respecto a la Constitución de 1901. Dos instituciones vitales como el asociacionismo y la sociedad civil han sido excluidas del texto. Los derechos refrendados carecen de respaldo institucional. Las libertades fundamentales quedan limitadas a los "fines de la sociedad socialista". Se conservan la estatización de la economía, el unipartidismo y los cubanos excluidos del derecho a ser inversionistas en su país. La soberanía del pueblo es depositada en la Asamblea Nacional del Poder Popular, subordinada al Partido Comunista. Y los cubanos están obligados constitucionalmente a defender, incluso por las armas, el irrevocable modelo.
Las limitaciones enumeradas delatan que el objetivo de la reforma, más que poner la Constitución en correspondencia con las necesidades de Cuba, consistía en rectificar las inconstitucionalidades cometidas por las propias autoridades: la prohibición de emigrar libremente a la capital; la existencia de la propiedad privada; la explotación del hombre por el hombre; la prohibición de entrar a determinadas playas y hoteles, entre otras muchas que se introdujeron en violación a lo establecido en la Constitución de 1976.
A manera de conclusión
- Si la Asamblea Nacional del Poder Popular elige o designa al presidente de la República, este carece del poder que podría tener si fuera elegido directamente por el pueblo. Significa que es en la Asamblea Nacional, especialmente en el Consejo de Estado, donde va a radicar realmente el poder.
- Si la presidencia de la Asamblea Nacional y del Consejo de Estado la ocupan las mismas personas, entonces se rinden cuenta a sí mismos. Y como no existe un mecanismo de rendición de cuentas al pueblo, esas personas contarán con un poder similar al de las dictaduras.
- Si ninguno de los órganos de la estructura del poder es elegido directamente por el pueblo y el presidente de la República está subordinado a la Asamblea Nacional y esta al PCC; ¿dónde radica el poder?
- Si se define a la Asamblea Nacional como "órgano supremo del poder del Estado", conpotestad constituyente, la declarada soberanía del pueblo queda trasladada a la Asamblea Nacional.
- Si se declara eterno un modelo que ni los nacidos ni los que están por nacer han elegido democráticamente, Cuba queda constitucionalmente anclada al pasado.
La suerte es que, como la Cuba y el mundo de hoy no son la Cuba y el mundo de 1959, la Constitución aprobada será la de menor duración en la historia constitucional de Cuba.