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Opinión

Las alternativas estratégicas frente al referendo constitucional

El 24 de febrero es un momento vulnerable en la estrategia del castrismo para continuar en el poder indefinidamente.

Miami

Con este análisis quiero contribuir al debate sobre cuál es la estrategia óptima a seguir por los que están en desacuerdo con el texto constitucional que será sometido a un referendo el próximo 24 de febrero. Parto de la premisa de que el Gobierno no va a reconocer los resultados del referendo si los mismos le resultan adversos. Dadas las condiciones que han imperado en Cuba durante los últimos 60 años sería muy ingenuo esperar que el Gobierno cubano reconozca y publique los resultados en ese caso. Pero eso no quiere decir que ignore los resultados aunque sean desfavorables. Debe suponerse que entre las filas del castrismo y en la población habrá mucha curiosidad por saber cuáles serán esos resultados. O sea, la posibilidad de fraude existe, pero radica en manipular los resultados, no en el hecho mismo de hacer el referendo. Entonces cabe preguntarse: ¿qué sentido tiene ir a votar?

La respuesta es que el Gobierno cubano, en presencia de un proyecto constitucional que a todas luces carece de la legitimidad que le hubiese otorgado una verdadera asamblea constituyente, necesita proyectar una imagen de legitimidad, aunque sea precaria ante los cubanos y el mundo. De hecho, el fraude más flagrante está primero en la elección a dedo de quienes participaron en la redacción del proyecto de Constitución, segundo en el paripé de su "discusión" por parte de la Asamblea del Poder Popular, y tercero en las semanas de consulta popular, lo que representa una serie de fraudes dentro de otros. La ilegitimidad del proceso entero es monumental. Pero en la búsqueda de una legitimidad ilusoria, el castrismo paga un precio en la forma de un riesgo inevitable: que los resultados sean masivamente contrarios al designio totalitarista de la Constitución; esto es, que el número de votos negativos sea demasiado alto.

Por lo tanto, el referendo es un momento vulnerable en la estrategia del castrismo para continuar en el poder indefinidamente. ¿Por qué es un punto vulnerable? Porque las probabilidades de que el referendo arroje un número elevado de rechazos a la Constitución son muy altas. Aunque el Gobierno trate de ocultarlo se sabrían los resultados, tanto por los mismos miembros de la nomenclatura, como por los funcionarios y por los muchos cubanos fuera de la nomenclatura, incluyendo los muchos que estarán a cargo del conteo de los votos y de su compilación y procesamiento. 

Ningún totalitarismo es perfecto; el cubano menos. Cuba no es Corea del Norte ni la Unión Soviética de los gulags. Los resultados del referendo no se pueden encerrar herméticamente. Un resultado desfavorable se filtraría tarde o temprano desde las urnas hasta los círculos internacionales que siempre indagan sobre los acontecimientos más notables en la Isla. Logísticamente, es imposible que en un proceso que abarca todo el territorio nacional y miles de lugares de votación no se filtren los resultados.

Por tanto, esgrimir la posibilidad de fraude como argumento a favor de no ir a votar es falaz y constituye un error estratégico que favorecería al castrismo. Igualmente falaz y analíticamente insuficiente es la proposición de que ir a votar es darle legitimidad al proceso, simplemente porque la dictadura nació de un proceso ilegítimo que se ha prolongado como tal por seis décadas y participar en la oportunidad estratégica de repudiarlo no ha de vestirlo de seda.

El juego de estrategia es precisamente aprovechar el referendo inteligentemente como un eslabón débil en el intento castrista de prolongarse indefinidamente, para que muestre el verdadero sentir de los cubanos en la Isla con respecto al proyecto constitucional y, de carambola, mostrar su repudio al sistema de Gobierno imperante. Al decir esto, estoy apostando a que por lo menos el 50% de la población se opone a la constitución del castrismo. Las encuestas de opinión que han podido llevarse a cabo en Cuba sostienen esta hipótesis. Además, permiten suponer que la sociedad en su conjunto está preparada para dar una muestra contundente de repudio al castrismo. Y uso la palabra contundente y no demoledora o devastadora para no proyectar expectativas exageradas en esta coyuntura. Los planes estratégicos que logran sus objetivos deben ser realistas.

Con lo que sabemos del régimen castrista se puede afirmar con un nivel elevado de confianza que pocas cosas lo estremecerían más que la acción conjunta de una masa significativa de ciudadanos actuando por su cuenta. Acostumbrados por 60 años a dominar en todas las esferas de la vida nacional, para estos dictadores la acción colectiva bajo su control directo es el único modus operandi. El referendo ofrece como mínimo una o dos oportunidades para que los cubanos converjan en una acción conjunta que sacudiría la confianza del Gobierno. Examinemos las dos principales, su factibilidad y posibles efectos.

Comencemos por la opción misma de ir a votar y pasemos después a las opciones derivadas de cada alternativa. Ir a votar no significa necesariamente que se le está haciendo el juego al castrismo. Los que voten SI obviamente están a favor, pero de los que vayan a votar y voten NO se puede discernir que unos lo harían porque consideran importante decir NO o porque no quieren señalarse por no ir. No sería una sorpresa que entre los que no vayan a votar y los que voten NO haya una gran cantidad de ciudadanos, quizás más del 50%, pero la abstención no carga el mismo poder que un NO. Sin embargo, si la abstención fuese visiblemente masiva, pudiera imputársele el mismo peso que un NO. Pero si la tendencia de los votantes es a no ir a votar masivamente,  es muy probable que los servicios de inteligencia detecten la inclinación a tiempo y hagan una campaña para atemorizar a suficientes votantes y persuadirlos o forzarlos a votar. O sea, el éxito  de una acción conjunta por la abstención masiva es poco probable, además de permitir que los castristas utilicen la abstención como parte de una renuencia a votar NO.

Si por otro lado hubiese una tendencia masiva a ir a votar NO, que el Gobierno no puede impedir, el resultado sería mucho más categórico, por estar menos sujeto a múltiples interpretaciones y ser por lo tanto más robusto. Aun cuando los servicios de inteligencia detecten una tendencia masiva a votar NO es difícil evitarlo, pues no es de esperar que puedan vigilar a cada votante en el acto mismo de votar.

En resumen, con base en la lógica de este análisis, los que desean una derrota sólida de la iniciativa constitucional del castrismo están en un terreno más seguro si van a votar y votan NO. El simple boicot al referendo dejaría siempre un margen de dudas sobre el rechazo a la Constitución, que equivale a un rechazo al régimen, cosa que el castrismo trataría de usar a su favor. A juzgar por la noticia reciente de que la proveedora de servicios de internet en Cuba, Etecsa, está bloqueando los correos que favorezcan el NO, este análisis parece ser correcto.

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