El pasado octubre, cuando diversos miembros de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) se quejaron de que la campaña de "debates" de la reforma constitucional no contemplaba una asamblea donde escritores y artistas pudieran discutir esos cambios, la respuesta oficial aclaró que solamente se reunirían en la UNEAC quienes trabajaban allí como empleados.
Artistas y escritores tendrían sus asambleas de barrio y de centro de trabajo para expresarse. Es decir, podrían discutir el proyecto de Constitución en tanto vecinos o empleados, pero nunca en tanto artistas y escritores. El comunicado oficial puntualizaba que, de lo contrario, se estaría fomentando el elitismo.
Ahora, cuando el viceministro de Cultura Fernando Rojas se niega a intercambiar con los artistas que le piden hablar del Decreto 349, queda claro lo que había detrás de aquella excusa: los comisarios de la cultura no desean diálogo ninguno, procuran imponer sin discusión su política —decreto o Constitución—, y que artistas y escritores tengan que acatarla, a riesgo de ser tratados como delincuentes.
El ministro de Cultura Alpidio Alonso no se atreve a dialogar con un grupo de artistas acerca de un decreto que atañe directamente a su ministerio. Fernando Rojas no los atiende. Es el elitismo de los dirigentes, el único permitido y fomentado en Cuba. Los dos cierran la puerta a la discusión, la policía carga contra quienes reclaman diálogo y ellos dan el decretazo a la cañona.
Alonso y Rojas no tienen el valor de escuchar otras versiones porque se saben carentes de independencia. Les toca ser esbirros del 349 y los esbirros no se rebajan a dialogar con las víctimas. Sin embargo, mientras conserven sus puestos, tendrán que batallar contra unos artistas que no aceptan que les coarten sus libertades, y tanto Rojas como Alonso se convertirán en la cara visible de unas medidas cuyo interés principal es controlar policialmente las artes y el pensamiento.
Cuando el viceministro Rojas no abre la puerta a los artistas, lo que hace es dejar el asunto en manos de la policía política. Luego, cuando esta actúe, que no venga a alegar que él estaba por el diálogo.