La noche del último sábado de agosto fue funesta en Jaimanitas: tres ciudadanos de la localidad murieron víctimas de complicaciones derivadas del consumo de alcohol.
El primero fue un mecánico de cocina de gas apodado Pirimpi, de 50 años, que sufrió un ataque de asma tras beberse una botella de ron. Le siguió Andro, de 30 años y fumigador del policlínico, quien mezcló medicamentos para su tratamiento del corazón con demasiada bebida, y el tercero fue Arístides, ahogado en su propio vómito, solo en su cuartucho del callejón de San Felipe.
Esta localidad habanera, de importancia por albergar la residencia del difunto Fidel Castro y otras figuras del Gobierno, también es notable por el alto índice de consumo de bebidas alcohólicas.
Maya Rivas cuenta que su vecino Carlos, un antiguo oficial de las tropas de elite, de repente ha comenzado un raro remate de sus bienes personales.
"Primero vendió el juego de sala de tres piezas —el sofá y las dos butacas— muy barato. Luego el televisor, el juego de cuarto, la cocina de gas, muy baratos también. Pensé que se iba del país, pero no, los vendió para beber".
Dice Maya que este hombre, como muchos otros del pueblo, está preso del alcoholismo, y "si no va rápido al médico, se irá del aire".
La característica común de la mayoría de estos alcohólicos, como ocurre en toda la Isla, es la miseria. Ruidael, exprofesor de Química del reparto Flores, perdió su trabajo por borracho. Ahora, beber es su manera de sobrevivir.
Su esposa, Yara, también aficionada a beber, fue diseñadora en una empresa de proyectos y dejó su profesión para trabajar en el bar de un círculo social obrero.
"Prefiero la cerveza", dice, "porque no es tan agresiva como el ron".
Otro entrevistado, que es sepulturero del cementerio de La Lisa y alcohólico, se queja de que antes había más búsqueda en su oficio.
"Ya la gente deja no deja, como antes, floreros ni portarretratos en las tumbas. Eso era una entrada de dinero seguro. También últimamente han cogido la costumbre de enterrar a la gente sin zapatos y sin cintos. Hubo un tiempo en que mi mujer y yo llegamos a tener hasta cinco pares de zapatos, ahora nos quedamos con un solo un par y están gastados. Yo ando a la viva, a ver si entra algo".
En Cuba se ha extendido la mala costumbre de que cualquier día es bueno para beber y es posible ver borrachos en la calle a cualquier hora, sea en jornada laboral o festiva. Néstor, dependiente de la tienda de divisa de Jaimanitas, afirma que el producto más vendido en su tienda es la cajita de ron Planchao.
"Le sigue el Havana Club añejo blanco y después el Havana Club 3 años. La venta de bebidas alcohólicas aventaja la de todos los productos, incluso los de primera necesidad".
Otro dato que ilustra el alto índice de consumo de alcohol lo aportan los recicladores de materia prima. Richard Guzmán, un trabajador del sector, asegura que "las botellas de ron vacías son el sustento principal de los recicladores".
"Yo he llegado a recoger hasta 200 botellas en la basura en un solo día", dice.
Luis Perdomo, de 47 años y mecánico automotriz de un taller particular de La Lisa, cree que beber se ha convertido para mucha gente en una especie de cultura.
"Puede que los religiosos, la gente que está enferma y los abstemios por naturaleza no beban, pero fuera de eso, todo el mundo en Cuba se mete algún tipo de 'bimba'".
"Hay quienes toman solo bebida de marca y otros que le dan a rones de menos categoría, pero el resto le faja al ron de la bodega o a la famosa 'Chispa'. Pero desde la cúpula del Gobierno hasta el más simple del cubano común, estoy seguro que la mayoría 'le chupa el rabo a la jutía'".
Ernesto, de 84 años y vecino del Vedado, dice que el cubano siempre se caracterizó por ser alegre, amante de la fiesta y el vacilón.
"Pero lo que veo ahora se pasa de castaño a oscuro", lamenta. "Antes la gente se alimentaba mejor, no había tanto estrés, incluso existían lugares para estas actividades. Hoy no, hoy en Cuba se bebe cuando aparece la botella, no importa que sea lunes por la mañana, o que el estómago esté vacío y no haya después nada que comer para contrarrestar la acción nociva del alcohol sobre el organismo. La bebida se ha convertido ya en una enfermedad social".