El exguerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, consultor para la resolución de conflictos internacionales, consideró que "la defensa estratégica de Cuba ha sido alentar conflictos en su periferia para evitar presión directa sobre su régimen".
En un artículo de opinión publicado en El País sobre el "efecto dominó" de la crisis de Venezuela en el estallido de conflictos sociales como el del propio país caribeño y el que vive hoy Nicaragua, Villalobos sostuvo que el régimen castrista "apoyó siempre revueltas en todo el continente" precisamente para alejar los focos de sí mismo.
"Los conflictos en Venezuela y Nicaragua son ahora la defensa de Cuba, ha puesto a otros a matar y destruir mientras su régimen intenta reformarse", añadió en referencia al Proyecto de Constitución recién aprobado y criticado por opositores que lo califican de una operación de cosmética.
Para el especialista, "la salvaje represión que sufren y la compleja lucha que libran los opositores venezolanos y nicaragüenses no es casual. No se enfrentan a un Gobierno, sino a tres, y con ellos a toda la extrema izquierda.
Sin embargo, Villalobos cree que "el destino de la dictadura cubana y de toda la mitología revolucionaria izquierdista está en juego".
"Los opositores sufren dificultades en el presente, pero los Gobiernos a los que enfrentan no tienen futuro. Son regímenes históricamente agotados, luchando por sobrevivir, pueden matar, apresar, torturar y ser en extremo cínicos, pero eso no resuelve los problemas económicos, sociales y políticos que padecen ni los libera del aislamiento internacional", manifestó.
En opinión del consultor, "no hay una lucha entre izquierda y derecha, sino entre democracia y dictadura, en la que el mayor beneficio del fin de las dictaduras de izquierda será para la izquierda democrática que durante décadas ha pagado los costos del miedo y sufrido el chantaje de ser llamados traidores si se atrevían a cuestionar a Cuba".
En tal sentido, convocó a la izquierda democrática a "luchar con los pies en la tierra y asumir sin pena y sin miedo la democracia, el mercado y el deseo de superación individual que mueve a todos los seres humanos".
"No tiene sentido luchar por ideales y terminar defendiendo a muerte privilegios personales. No hay razones ni morales ni políticas, ni prácticas para defender algo que, además de no funcionar, genera matanzas, hambrunas y dictaduras", concluyó.