Hace diez años Mayra Medina Acosta decidió entrar ilegalmente en una casa de la localidad habanera de La Palma. Allí vivió hasta que, a fines del año pasado, el supuesto dueño del inmueble apareció con los papeles en regla, poniéndola al borde del desalojo. Las autoridades de Vivienda en el municipio de Arroyo Naranjo le dieron 72 horas para abandonar el lugar.
"Gracias a Dios el muchacho les dijo que me dieran más tiempo", comenta Mayra.
"Un día yo estaba sentada y se me apareció este señor, que resulta ser el hijo del dueño original, diciéndome que esa era su casa y que tenía que acompañarlo a la dirección municipal de Vivienda para que me explicaran", relata.
"Una vez allí, la directora me dijo que tenía 72 horas para salir de la casa con mi hijo, menor de edad. Me puse a llorar porque no tengo para dónde ir y les pedí que por lo menos me mandaran para un albergue. Pero me dijeron que no, que tenía que recoger todo y salir de la casa primero. Por suerte el joven dijo que me dejaran hasta finales de mayo para que me diera tiempo a conseguir un lugar. Pero no tengo dinero y, si no me daban albergue, tenía que irme para la calle".
La vivienda llevaba años abandonada cuando Mayra la ocupó, puesto que la familia que la habitaba se había marchado del país. Anteriormente, otras familias habían vivido en el inmueble, que se encuentra en pésimas condiciones. Mayra comenta que nunca ha recibido asistencia de Seguridad Social, a pesar de que tiene un expediente abierto desde finales de los años 90.
"Para colmo, mi expediente no aparece porque la encargada se fue del país después que la sancionaran por estar metida en negocios de venta ilegal de casas. Yo ni siquiera tengo chequera, no trabajo porque soy alcohólica. Pero en las condiciones en las que vivo el ron es lo único que me ayuda".
La casa que ocupaba no tenía electricidad ya que, una vez comenzado el litigio, la dirección de Vivienda mandó que le cortaran el suministro.
"Me tenían armada tremenda guerra. Es verdad que la luz yo la cogía de un poste de manera ilegal, pero cuando intenté legalizar esa situación, hace años, me dijeron que necesitaba la propiedad de la casa".
Tampoco el suministro de agua era regular pues, por falta de mantenimiento, solo uno de los grifos de la casa funcionaba.
"Solo salía un chorrito pequeño de agua, así que tenía que estar llenando pomos y guardándolos por toda la casa".
Mayra comenta que con el paso del huracán Irma una parte del techo de la cocina colapsó, llevándose la pared por delante. Como no era propietaria del inmueble, nunca recibió ayuda para reparar los daños.
"Tuve que tapar el hueco en la pared con cartones y pedazos de tablas. Sucedió igual con el cuarto donde dormía, el techo tiene tremenda filtración y me mojaba cuando llovía. Ya no sabía en qué parte de la casa meterme, en el cuarto anterior sucedió lo mismo. Yo no tengo dinero para reparar nada y el Estado tampoco me ayuda. Por eso pedí irme para un albergue. Estoy segura de que estaría mejor, pero ni siquiera eso me ofrecieron".
Con respecto a la propiedad de la casa comenta: "Yo sé que no era mi casa, pero llevaba viviendo diez años allí. Cuando el muchacho llegó, me dijo que me daba 1.000 pesos (moneda nacional) para que me fuera, pero con eso no podía irme para ningún lado. Lo peor es que él ni siquiera tiene pensado vivir allí".
"Dice que le va a donar el terreno a la dirección de Vivienda para que le den un apartamento. Estoy segura de que es un negocio entre ellos y no me molesta, solo quería que no me tiraran para la calle. Mi hijo tiene 15 años y lo está pasando muy mal. Mi familia tampoco quiere ayudarme y en Vivienda me dijeron que ellos tenían que recogerme, pero no los puedo obligar. Solo pedí un albergue. No puede ser tan difícil".
El pasado 23 de junio Mayra fue finalmente desalojada.
"Salió con todas sus cosas para el medio de la calle y con su hijo. La habían amenazado con meterla presa. Es una injusticia tremenda, llevaba años viviendo allí y ni siquiera le dieron para un albergue, la tiraron directo para la calle", dijeron vecinos.
Sin ninguna otra posibilidad, Mayra decidió ocupar otra casa vacía. Insiste en no dar la dirección para tratar de pasar desapercibida. Su nueva "residencia" no es muy diferente a la antigua.
"Igual tengo goteras, puertas rotas y miseria. E igual siguen sin ayudarme", lamenta.