Marcos Julio Baldoquín enfrenta una probable condena de tres meses de privación de libertad o una sanción alternativa de multa por el delito de lesiones. El motivo es que sorprendió a un voyeur mientras él y su pareja, una noche, mantenían relaciones sexuales en los recovecos de la Ciudad Deportiva.
"Mi novia y yo vivimos agregados y sin privacidad en casa de su madre. No siempre tenemos dinero para pagar un alquiler particular, y ese 'tirador' me saló la vida", relató Baldoquín, un joven de 28 años, trabajador de una imprenta y vecino de la barriada del Cerro.
"En mi casa convivimos ocho personas y, en dos años que llevamos de relación, si acaso tres veces tuvimos oportunidad de estar los dos solos. No siempre tenemos manera de pagar los cinco CUC por tres horas de privacidad" en un alojamiento particular, lamentó su novia, Irasema Brito, de 26 años.
La disyuntiva de Marcos Julio e Irasema es la de todas aquellas parejas cubanas con bajos ingresos salariales y que, además, conviven hacinados en sus hogares. Parques, construcciones abandonadas, solares yermos, se convierten en la alternativa de quienes no pueden costearse alquileres privados para sus encuentros sexuales.
Aunque el Estado prometió reactivar la antigua cadena de moteles, conocidos popularmente como "posadas", por ahora no hay más movimiento que los rumores.
"Se comenta que hay dos o tres moteles del Estado que brindan este servicio con precios asequibles; pero si en los tiempos donde por cada municipio había más de una posada, estas no daban abasto, imagínate tres para toda La Habana", apuntó Pedro Daniel Fuentes, carpintero de 51 y vecino de Centro Habana, que dice tener que hacer maromas para mantener relaciones sexuales con su esposa.
"En la casa es tremendo rollo porque compartimos la habitación con nuestros dos hijos. En la sexualidad somos un matrimonio activo, un par de horas no dejan espacio para jueguitos eróticos ni romanticismos, y una noche entera en los alquileres privados cuesta diez CUC sin consumir nada", añadió Fuentes, en referencia a que en las ocasiones en que han decidido dilapidar ese dinero a expensas de la economía doméstica, han tenido que llevar agua y algún refrigerio.
Muchas de las antiguas posadas estatales han pasado a convertirse en viviendas ante un déficit habitacional que el Gobierno no ha sido capaz de solucionar, agravado por la crisis de los años 90 y los derrumbes ocasionados por el grave deterioro de los inmuebles y el paso de huracanes.
Matrimonio, sexo y hacinamiento
"Tenemos que llegar tarde a nuestros respectivos trabajos si queremos tener relaciones íntimas a placer". Es la opción que hallaron Belkis Puig, trabajadora de una empresa hidráulica, y su esposo para salvar un matrimonio de diez años de "la sequía sexual".
Para esta mujer de 38 años de edad, recurrir a un parque dejó de ser un plan B cuando su esposo, dos años atrás, tuvo un altercado violento con un voyeur.
"Esperamos a que nuestro hijo, de nueve años, se vaya para la escuela y el resto del familión para el trabajo. Lo mismo tienen que hacer mi hermana y su marido. Cada matrimonio elige dos días a la semana. Aunque seamos familia, es penoso tener que planificar tu vida sexual ante terceros", se quejó Puig.
El alquiler de habitación por horas se considera entre los negocios más rentables dentro del sector privado en la Isla. Aunque los precios no son exorbitantes —pueden oscilar, según el confort del motel, entre tres y cinco CUC—, para un matrimonio con salario estatal promedio (que no sobrepasa el equivalente a los 30CUC mensuales por cónyuge) y con una vida sexual activa son un lujo.
"Supongamos que un matrimonio tenga relaciones íntimas tres veces semanalmente, solo por dos horas cada vez, en la renta más barata y sin consumir nada: al mes sumarían 36CUC", calculó Mabel Falcón, de 40 años y trabajadora de una empresa de confecciones textiles, quien convive con seis personas en un apartamento de dos habitaciones.
"El Estado reconoce que un problema neurálgico para los cubanos es la vivienda, sin embargo no se pregunta a qué se expone una mujer de salario obrero, hacinada en un apartamento sin privacidad, para sostener relaciones íntimas", fustigó Falcón.
Los habaneros recuerdan que las llamadas posadas que administraba el Estado no eran populares por su higiene ni por el mantenimiento de sus instalaciones.
"Pero al menos tenías cierta privacidad, los precios no maltrataban el bolsillo y no había que andar de parque en parque sin apenas poder concentrarte por los rascabucheadores", apuntó Miguel Antonio Abreu.
"Si no existe una solución a la vivienda y el hacinamiento, al menos merecemos que regresen las posadas para aquellos trabajadores que realmente no podemos pagar tres o cinco CUC para tener intimidad con nuestras mujeres", agregó.
En conclusion, La Vida en Cuba, para donde quiera que mires, es invivible, Lo unico que valdria la Pena , es Cambiar ese Maldito Sistema, que axficia la Miserable vida que se vive en La Isla del Diablo, como de verdad debiera llamarse, pues otro nombre por Satanico que sea seria insuficiente para enumerar las carencias y calamidades que aqui se viven !!!!