El anuncio del nuevo Consejo de Estado será este jueves puro trámite. A menos que, contra lo que habitualmente ocurre, la Asamblea Nacional del Poder Popular revoque a ciertos candidatos y surjan nuevas propuestas para la membresía de dicha instancia, algo poco probable.
El primer elemento notable es que, si bien se mantiene su correa de transmisión mediante Ramiro Valdés, Leopoldo Cintra Frías y Guillermo García Frías, la vieja guardia inicia su repliegue del máximo órgano representativo del Estado cubano hacia, según la Constitución, el núcleo duro del poder, es decir, el secretariado del Partido Comunista, que permanece en manos de Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura.
Otro dato importante para esta nueva etapa del régimen es que los militares no han tomado por asalto el Consejo de Estado. El Ejército mantiene su presencia, pero sin aumentar la representación.
En sintonía con lo anteriormente expuesto, cabe subrayar el ingreso en la más alta instancia administrativa del país de una camada de responsables relativamente jóvenes y/o con perfil técnico. A lo cual habría que sumar una representación significativa (para los estándares tradicionales del régimen) de mujeres y afrodescendientes.
En un escenario político como el cubano, marcado por el hermetismo, estos elementos suscitan varios interrogantes.
¿La mayor consonancia del Consejo de Estado con la composición de la sociedad cubana (en cuanto a género y raza) responde a una estrategia de legitimación en un país donde machismo y racismo siguen siendo fenómenos preponderantes, o es sencillamente el reflejo de la diversificación de los estamentos del régimen?
¿Cómo interpretar la representación relativamente contenida de los militares en tal órgano? ¿Es el inicio de una desmilitarización progresiva del Estado o el afincamiento del Ejército en los puntos neurálgicos del poder (Partido Comunista, economía)?
¿A qué corresponde el repliegue confirmado de Raúl Castro a la dirección del Partido? ¿Es una manera de asegurar la protección de su reemplazo ante las posibles resistencias que pueda suscitar el nuevo liderazgo, o bien un modo de cerciorarse de que, por parte del sucesor, no haya iniciativas indebidas?
¿Es el nuevo Consejo de Estado una apuesta por la transición o un cambio de fachada?