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Opinión

Padura, un chiste de Pablo Iglesias

El novelista cubano y el secretario general de Podemos juntan sus respectivas simplonerías para una entrevista que ha levantado polémica.

Madrid
Pablo Iglesias y Leonardo Padura durante la entrevista.
Pablo Iglesias y Leonardo Padura durante la entrevista. DIARIO PUBLICO

Pablo Iglesias, fundador y secretario general del partido español Podemos, es presentador de dos programas televisivos, uno de entrevistas y otro de debates políticos. Este último se emite por Hispan TV, canal creado bajo el mandato de Mahmud Ahmadineyad para esparcir en español la propaganda política iraní. Iglesias y otros líderes de su partido han sostenido también una cercana relación con la nomenclatura venezolana. Varios de ellos fueron contratados por Caracas como asesores políticos, y hace unos años proclamaban que las soluciones implantadas por el chavismo constituirían la única salida para la crisis económica española, y hasta europea.

Al segundo de los espacios televisivos de Iglesias, emitido por un canal español, fue invitado el novelista Leonardo Padura, y ambos conversaron durante algo más de una hora.

Pablo Iglesias es sumamente enfático al hablar. Igual que un anticuado recitador poético, procura emocionar emociónandose. Lo ridículo o archisabido que dice —rídiculo y archisabido para quienes han vivido bajo algún marxismo aplicado— lo convierten en un simplón enfático. Así que no pudo encontrar Padura sitio mejor para exhibir su propia simplonería. Valga como prueba de ella un momento de la entrevista en que conversan de pelota, el novelista cuenta cómo fue visitado por el director del equipo Industriales en busca de consejo para animar a sus jugadores, y todo gira en torno a esta perogrullada motivacional: habría que convencer a los peloteros de que cuando salen al terreno son la gente más importante del mundo.

Pablo Iglesias y Leonardo Padura hablan en esta entrevista de las campañas cubanas en África. Sabemos, porque él mismo lo ha dicho y redicho, que Padura preferiría ser Paul Auster para que los periodistas le pregunten sobre Brooklyn antes que sobre política. Ser Auster le permitiría hacer de Mantilla su Brooklyn, aunque, tal cómo están las cosas por el mundo, es difícil suponer que Auster pueda librarse hoy de preguntas acerca de Donald Trump.

Iglesias entra al tema de las tropas cubanas en Angola a través de un personaje recurrente en las novelas del investigador Mario Conde, un veterano inválido de guerra. Padura confiesa entonces que estuvo un año en Angola, cuando la guerra. Como periodista civil, aclara, no como corresponsal de guerra. Y de allí sacó algo tan consabido como la recomendación que hiciera al director de Industriales: en situaciones extremas el hombre es capaz de lo peor, pero también de lo mejor.

"Si hay alguien que es antibelicista y que no tiene absolutamente nada que ver con las armas, ese soy yo", afirma.

Acto seguido menciona una crónica que escribió por entonces. Pero quien espere que el tema de aquella crónica haya sido la refutación de la guerra, saldrá defraudado. Porque Padura escribió en ella sobre el miedo, sobre el miedo que uno puede descubrir en un conflicto bélico. ¿A qué viene, entonces, tanto hincapié en su antibelicismo y eso de recordar una crónica suya que al final no impugnaba la guerra?

Sobreenfatizar sirve, no solo para brindarle importancia a nimiedades, sino también para despertar la idea de una alta responsabilidad —antibelicismo— y escabullirse de ella inmediatamente, pero sin que el espectador lo perciba. El énfasis es, en Padura, embaraje. Manejándolo bien, puede soportar las muchas contradicciones de definirse como antibelicista de siempre, haber servido de periodista en la guerra, no condenarla entonces y seguir todavía sin condenarla.

Cuando Pablo Iglesias alude a la guerra en Vietnam, su invitado es tajante: "No se puede comparar Angola con Vietnam, porque no se puede comparar una derrota con una victoria".

Con tal de evitar las causas de la guerra, por miedo a encontrar algunas semejanzas que pudieran existir entre el impulso tanto de una guerra como de otra, Padura se dirige directamente al desenlace, al final de ambas. Habla, no como un antibelicista, sino como un generalote, como un comandantón. Y no resulta demasiado sorprendente que Pablo Iglesias, que en una de sus alocuciones partidistas prometió tomar el cielo por asalto, se eche a reír, dándole encarecidamente la razón. ¡La cuenta esta leninísticamente clara!

El programa pasa a continuación imágenes de archivo y en ellas Fidel Castro clausura el Primer Congreso del PCC y sostiene que Cuba guerrea en África por puro altruismo. Es con estas palabras, que pasan sin critica ni objeción, que Padura e Iglesias logran desembarazarse de la cuestión del imperialismo soviético y del imperialismo castrista, cuestión que los amenazaba apenas empezaron a ocuparse de este tema.

Resume Padura: "La cifra de muertos cubanos en Angola es", y aquí viene un enfático adverbio, "ridículamente baja".

Otra vez es un comandantón quien habla por su boca, complacido de unas muertes tan económicas. La campaña cubana en Angola fue, según Fidel Castro y Leonardo Padura, de un altruismo puro y de un costo ridículo en vidas humanas.                                                 

Del mismo modo que un antibelicista como él dejó y deja sin cuestionar los motivos de la guerra, el antibelicista que es Padura no va a rebajarse a sospechar de la veracidad de las cifras de caídos que diera el Gobierno cubano. No obstante, aunque las cifras oficiales fueran las verdaderas, y aunque esas cifras no fueran más que un pequeño monto en comparación con el de otras campañas, quedaría en pie este adverbio: ridículamente.

Dudo mucho de que Padura vaya a ofrecer disculpas por una afirmación tan vergonzosa. Ya se vio, en el caso de la censura de un filme basado en un guion suyo, cómo no solamente no se atrevió a denunciar esa censura, sino que evitó el agradecer en público a los colegas que condenaban abiertamente tal censura.

Cuando le preguntan a él por la situación actual de Cuba, habla enseguida del efecto en Cuba de las medidas tomadas por la Administración Trump: devastador, un efecto devastador. Pero cuando le toca referirse a los Castro, cuando no le queda más remedio que referirse a ellos, entonces no habla de devastación, no habla de totalitarismo, sino de relojería, de la rapidez con que deberían aplicarse ciertas reformas. Reformas, no hay que decirlo, planeadas y prometidas por el alto mando cubano. Reformas que no se salgan del guión oficial.

Terminándose la entrevista, preguntado por cuál podría ser su referente político, Padura menciona a Lula da Silva.

"Lamentablemente, lo que ha ocurrido con Lula..." No dice nada más, deja el tema en suspenso. Se trata de otra frase construida para el disimulo, para exculpar de toda corrupción al expresidente brasileño. Pero donde vienen a confluir en lo peor entrevistado y entrevistador es cuando el primero recuerda cómo decidió un día cambiar de equipo de pelota favorito y dejar de seguir a su querido Industriales. Momento en el cual Pablo Iglesias suelta: "¡Eso sí que es ser un disidente!".

Por supuesto que el secretario general de Podemos es ducho en esta clase de argumentos de invisibilización: Padura sí que es un disidente ya que los que se dicen disidentes no lo son. Una maniobra no muy distinta a la de su antiguo empleador, el presidente Ahmadineyad, negando en Columbia University que existieran homosexuales en Irán, cuando pesa en Irán pena de muerte contra la homosexualidad. No muy distinta tampoco a aquellas con las que los asesorados venezolanos de Podemos niegan la existencia de presos políticos.

Leonardo Padura, que nunca se ha atrevido a denunciar la dictadura que padecen los cubanos, que no da beneficio de mención a la disidencia, que no protesta por el abuso y la represión contra los disidentes, admite, sin embargo, que se banalice a beneficio suyo lo que es ser disidente dentro de una dictadura. Pero si era un chiste..., podría excusarse. Y en efecto, el chiste es Padura.

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