Conocida popularmente como "la ley de la madre", existe en Cuba una disposición que prohíbe que un recién nacido sea inscrito en otro registro de dirección que no sea el de su progenitora. Dictada con el objeto de limitar la migración dentro del país, la ley impide sobre todo que una madre pueda obtener la residencia legal en la capital a través de un hijo recién nacido.
La pequeña Carla es una de las afectadas. Nació el 28 de octubre de 2017 en el Hospital Ginecobstétrico Eusebio Hernández, conocido como Maternidad Obrera y ubicado en Marianao. Tras un parto difícil, la pequeña contrajo un estafilococo que le costó una semana de ingreso en el pediátrico Juan Manuel Márquez.
Los médicos lograron salvar la vida de Carla, pero su lucha no había terminado. Al salir del hospital su madre no pudo inscribirla en el Registro de Población y Vivienda de Marianao, donde había nacido, pues la ley le exigía hacerlo en la lejana Sagua de Tánamo, en Holguín.
La madre de Carla, Amanda, y su esposo llevan años intentando legalizar la vivienda en que habitan, requisito indispensable para acceder a la propiedad de la casa. Todavía no lo han logrado, por lo que tampoco cuentan con la Libreta de Abastecimiento (racionamiento), que otorga la Oficina de Control de Alimentos (OFICODA). Por ello, Carla es una niña cubana sin acceso a la dieta especial que se vende para los recién nacidos.
Todavía la pequeña consume solo leche materna, pero pronto necesitará los alimentos de la libreta. Para entonces, sus padres tendrán que haber ido a Sagua de Tánamo a darle de alta. Si no, se tendrán que arreglar como puedan.
Esto se podría haber evitado si no existiera la arbitraria ley, pues el padre de Carla sí tiene dirección de La Habana. "Vive en La Habana hace 30 años, antes de que llegaran disparates como esa ley", dice Amanda. "Deberían quitarla, porque afecta a las madres y los recién nacidos, que no tienen culpa".
Un caso parecido al de Carla es el de Taimé, de cuatro años, quien reside en calle Primera y 240, en Jaimanitas. Su madre, Yusimy, tuvo que ir hasta San Antonio del Sur, en Guantánamo, a inscribirla.
"¿Te imaginas lo que nos costó el viaje?", dice Yusimy. "Los pasajes, la estancia una semana, los trámites… Pero lo verdaderamente absurdo ocurrió después de inscribirla en el Carnet de Identidad, al ir a la OFICODA a darle de alta. Me dijeron que no podían hacerlo, porque yo estaba asentada en la OFICODA de Playa, en La Habana. Entonces exploté: '¡Pero si vengo desde La Habana porque allá me dicen que debo inscribirla aquí! ¿Cómo usted me dice que debo darle alta en la OFICODA de allá?' ¿Quién los entiende?".
Finalmente, Yusimy pudo inscribir a la pequeña Taimé en Jiguaní y después gestionar un traslado para la OFICODA de Playa, trámite que también le costó gran trabajo, pues aún están gestionando la propiedad de su casa en Jaimanitas.
Como en el caso de Carla, la pequeña Taimé podía haberse inscrito en la dirección de su padre, en Lawton, y evitar el engorroso viaje a Guantánamo.
"Mi esposo está inscrito en Lawton y por allí coge sus 'mandados'", explica Yusimy. "Taimé y yo estamos en la libreta de una vecina. Gracias a ella podemos comprar la leche, el pollo, los huevos…".
Los casos de estas niñas son solo un ejemplo. Este tipo de situaciones se repiten a diario, pues la ley es también aplicable a las madres habaneras. Ellas tienen que inscribir a sus hijos en el Registro de Dirección al que pertenecen, aunque vivan en la casa del padre del bebé.
Alina, profesora universitaria con dirección del Cotorro, no pudo inscribir a su hijo en La Víbora, en la casa de su padre, a pesar de estar legalmente casada y residir allí desde su matrimonio.
"Esa ley debería desaparecer", concuerda. "Pero ojo, lo peor que tiene no es que te obligue a pasar trabajo y hacer trámites de más, lo peor es que es una muestra del machismo absoluto que domina en nuestra sociedad. No solo resta valor al matrimonio y a la convivencia en pareja, sino que hace caer toda la responsabilidad en la madre".